Cierre de las Jornadas de Estudios de Carteles de la Escuela Freudiana*

Cierre de las Jornadas de Estudios de Carteles de la Escuela Freudiana*

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Closing of Cartel Study Days of Freudien School

Jacques Lacan

Resumen: En el texto el autor presenta la estructura de un “cartel” y también otros dispositivos de la Escuela. Articula el agujero de lo simbólico con el cuerpo como imaginario y con el real sin sentido. Lacan dice que la droga es una manera de romper el matrimonio con el “pequeño pipí”.
Palabras clave: cartel, jouissance, castración, falo, droga.
Abstract: In the text the author presents the structure of a “cartel” as well as other devices of the School. He articulates the symbolic hole with the body as imaginary and with the senseless real. Lacan states that the drug is a way of breaking the marriage with the «little peepee”.
Keywords: cartel, jouissance, castration, phallus, drug.

He dicho ciertas cosas, y lamento que mi querida Solange no haya estado, pero –¡a pesar que sin embargo es su costumbre!– no podía estar en todas partes a la vez, entonces voy a repetirlas para ella. He dicho algunas cosas cuya esencia se refiere a la matemática y partía –dado que esa es la ley de la palabra, el que uno se refiera a palabras anteriores– de Bertrand Russell, que no es un recién llegado entre los matemáticos, muy lejos de ello, porque es él quien en los Principia que sospecho que ustedes conocen, que al menos tienen ustedes este título en su cabeza, fue quien llegó a enunciar que los matemáticos no sabían de lo que hablaban. Le propuse una modificación de esta fórmula a alguien que tiene una formación matemática, y obtuve la aprobación de otra persona a la que no conozco, una joven que se presentó luego como matemática. Parece que a ella (no sé si para el matemático del que hablo lo que dije tenía algún sentido) esto le produjo alguna satisfacción, el que yo haya sustituido este “no saben de lo que hablan”, por un “por el contrario saben muy bien de quien hablan”.

Voy a limitarme por el momento a esto, porque al “de quien” en cuestión –que puede estar soportado por un nombre, por una referencia–, llamarlo matemática, es dar a la matemática, como me lo hicieron ver, el valor de una persona. Podemos hacer la pregunta. Por supuesto se han hecho objeciones a la cuestión. De todos modos podría sostenerse que una persona, que pudiendo considerarse esencialmente como lo que es, sustancia para un pensamiento, es decir lo que llamamos sustancia pensante, no está excluido que podamos empujar las cosas lo bastante lejos como para identificar la matemática a una persona.

Pero si estuve presente en ese lugar donde se discutía acerca de la función del cartel, es particularmente porque yo insistí en ello. Insistí particularmente en que aquello que dije en mi proposición para el funcionamiento de la Escuela, luego de estas jornadas, reciba (es así como nos expresamos) una inyección de energía. Me gustaría que la práctica de esos carteles que yo imaginaba se instaurara de una manera más estable en la Escuela.

El punto central para lo que se justifica la indicación del término “cartel”, no puedo decir de ahora en más, porque no veo porqué hacer una ruptura; hasta el presente cada uno hizo acto de candidatura para ser miembro de la Escuela a título individual, hay que decirlo. Ocurre así, lo hemos visto a nivel de un organismo que se llama Directorio, si sí o no íbamos a admitir a alguien como miembro de la Escuela. Es algo bien entendido, bien planteado en el principio de lo que regula la admisión a la Escuela, que sin embargo no es de ningún modo obligatorio ser analista, y que por lo contrario, la Escuela puede aprender de cualquiera formado en cualquier otra disciplina diferente del análisis, que pueda contribuir con lo que comúnmente llamamos sus conocimientos, para volcar en los archivos de aquello que a nosotros analistas nos falta –lo que está demasiado probado–, para aportarnos algún material con el que podamos en suma soportar nuestra práctica. Es incluso sobre esto que se basa la idea de lo que hay que llamar con un término, y ocurre que he elegido este año el término consistencia para designar justamente lo que resiste, lo que tiene alguna posibilidad de formar parte de un real.

Entonces lo que hay que explicar en lo que estoy proponiendo, en mi enunciado, mi proposición, es que se entre a la Escuela no a título individual, sino a título de un cartel, lo que sería evidentemente deseable ver que se realice a continuación, y lo que les repito, no puede definirse como lo que de ahora en más es la condición¸ pero sería deseable que esto les entre en la cabeza, que se entra allí como varias cabezas y en nombre, a título de un cartel.

Hay una segunda faz en esta noción de cartel: es porque y como lo propongo (porque está aún allí), constituido por un número que no va lejos, un número mínimo; ¿por qué ese número mínimo?, lo enuncié a título de cuatro, porque dije tres más una persona, y no me atreví a ir más lejos que cinco, lo que adicionado a una persona da seis, porque considero deseable que el cartel sea de cuatroa seis. Esto debe justificarse, y es lo que espero articular suficientemente quizá ya en mi próximo Seminario, dado que ahora no pienso que haya más de dos para terminar el año, ya que el anfiteatro que ocupo y en el que ustedes asisten en gran número –demasiado numeroso a mi gusto– debe movilizarse a causa de los exámenes a partir de un cierto momento de mayo que aún está por determinarse.

Por lo tanto, es en esos últimos dos seminarios donde espero justificar, justificar para ustedes, para su entendimiento, por qué es exigible ese número mínimo, quiero decir, que queda entre los primerísimos, por qué se necesita que no supere ese número.

Hay para ello razones que espero hacerles captar, ligadas a la estructura misma, que no disminuye ese número por debajo de una cierta tasa y que considera especialmente demasiado poco el dos e incluso el tres. Tendría que justificar esto, porque evidentemente he insistido bastante en el tres como para que pueda parecer que es deseable. Porque les repito que el cuatro, en primer lugar, es lo que queda por situar.

Sin embargo hay cosas que deberían incitarnos a tener menos prudencia, digamos, una menor prudencia que sería también un menor rigor. De todos modos se trata de una experiencia patente que las comunidades existentes y que no por nada se llaman religiosas, no han visto nunca, e incluso nunca visto sin reticencia, esta limitación del número. Parece que no hay allí límite a lo que la comunidad religiosa pudiera representar. Esto ciertamente tiene su razón. Y son razones, les repito, que espero hacerles notar. El anonimato que preside a la comunidad religiosa es algo que debe hacerles presentir que en este pequeño número hay un lazo con el hecho de que en este pequeño grupo cada uno porta su nombre.

Es seguro que no tenemos el mismo objeto que aquel que domina el hecho de la comunidad religiosa, que lo que nos interesa en nuestra práctica no es lo que interesa a una comunidad religiosa. Cuando la llamo “religiosa” es una manera de hablar. Quiero decir que no pongo a todas las religiones en la misma bolsa: ya he especificado a aquella que domina en lo que podemos llamar nuestra comarca, el cristianismo, que no salió de la nada, que salió de la judía, y que la lleva aún de una manera muy singular (la relación entre la comunidad judía y la comunidad cristiana está marcada con algo que espero que el término supervivenciano les parezca exagerado para designar la manera en que la religión judía continúa siendo conducida por la cristiana –es una manera de connotarla, podría haber muchas otras maneras de indicarlo, maneras a las que quizá vuelva más tarde). La comunidad religiosa tiene como fundamento lo que podemos indicar de manera bastante inadecuada como mito, el mito que designa ese Dios que está muy lejos de ser simple, es incluso complejo, e incluso tan complejo que hizo falta que la comunidad cristiana se deje torcer el brazo y articularlo como trinitario; dije ya en su momento en mi Seminario lo que pensaba, que no solo la comunidad cristiana se dio cuenta que no había Dios que se sostuviera sino siendo triple.

Lo curioso es que se habló mucho, se escribió mucho sobre esta trinidad, pero nunca se dio ninguna justificación, por supuesto, y yo creo equivocado o no, que tengo el privilegio de haber dado, con mi nudo de tres, una forma a lo que podemos llamar su real.

Alguien me hizo saber que vio en la Biblioteca Nacional, en una exposición de miniaturas -se los señalo porque lo recibo con mucho interés– algo que se encontraría actualmente (la persona tomó nota) en la Biblioteca Comunal de Chartres; alguien entonces (espero verlo porque después de todo hay que controlar) habría visto un nudo borromeo con el enunciado “trinitas” a un costado. Habría visto los tres pequeños trazos con los que saben que eventualmente simbolizo ese nudo borromeo, esos tres pequeños trazos que se cruzan de un cierto modo a la manera en que se colocan los fusiles apoyados unos con otros; se ponen tres fusiles y se sostienen, se los apoya en redondo uno contra otro, y es lo mismo –no se los dije en el Seminario porque no me parecía algo para decir demasiado-, pero cada uno sabe que en una cosa que sirve de símbolo a un cierto gaelismo, e incluso a una Bretaña que está despertándose, el trisquel es lo que realiza esos tres pequeños trozos de real tales como yo se los dibujo habitualmente en el pizarrón como punto de partida, y que entonces a ese trisquel reducido –que también es un nudo borromeo completado por la forma–, a ese trisquel se le adjuntaría la indicación escrita “trinitas”.

¿Qué es lo que produce una relación en todo esto? Nuestra relación se limita a esto, que si yo definiera algo que podría decirse que es el análisis, lo llamaría no religión de cualquier Ser supremo, como ocurre con muchos de entre nosotros que no han podido desprenderse nunca de eso, ya he dicho que no estoy seguro de no haber sido tomado en flagrante delito de deísmo, y ustedes tal vez van a poder verlo enseguida. Si hablo de religión del deseo, no parece de todos modos ser eso, sobretodo si el deseo me parece que está ligado no solo a una noción de agujero, de agujero donde vienen muchas cosas a arremolinarse y son engullidas, pero adjuntar allí esta noción de remolino, evidentemente es hacer múltiple a ese agujero, y con esto quiero decir hacerlo al menos conjunción. Para que ustedes dibujen un remolino recuerden mi nudo, hacen falta al menos tres para que se constituya un agujero que produce remolinos. Si no hay agujero, no veo bien cómo podríamos soportar nuestra técnica que se refiere esencialmente a algo que es triple, y que sugiere un triple agujero.

En todo caso es seguro que para lo que pertenece a lo simbólico, hay algo sensible que constituye agujero. No solo es probable, sino manifiesto, que todo lo que se refiere a lo imaginario, es decir, a lo corporal, es lo que surgió en primer lugar; allí no solo constituye agujero, sino que el análisis piensa todo lo que se refiere al cuerpo en esos términos, y toda la cuestión es saber en qué la incidencia del lenguaje, la incidencia de lo simbólico, es necesaria para pensar lo que en torno del cuerpo, fue pensado en el análisis ligado a diversos agujeros. No es necesario aquí señalar en qué medida lo es lo oral, lo anal, sin contar los otros que he creído que debía agregar para dar cuenta de lo que es la pulsión, no es necesario señalar que la función de los orificios en el cuerpo está allí para designarnos que no es un simple equívoco transportar el término “agujero” de lo simbólico a lo imaginario.

Sobre el tema de lo real, es claro que trato de hacer funcionar a ese real a partir de este simple señalamiento, que definirlo como universo es imponerlo como cíclico, como circular, que introducir allí el Uno –pues es esa la noción de universo–, es hacerlo englobante en relación con ese cuerpo que lo habita, es hacerlo mundo. No estoy seguro que lo real constituya un mundo, y por eso trato de articular algo que diga, que se atreva por primera vez a avanzar que no es seguro que lo real constituya un todo. Evidentemente es difícil ver qué física podríamos instaurar, si no fuera admitir que al menos algunas porciones de este universo pueden aislarse, cerrarse. En esto se basa, supongo que lo saben, la noción misma de energía. La idea de que la energía es constante es el principio y la base sobre la cual se basa la noción misma de ley en la física, y la idea de que hay un todo es algo sin lo cual no vemos cómo podría sostenerse la ciencia.

Pero después de todo, es curioso que no tengamos ninguna clase de idea perceptible de los confines de este universo, y lo que anticipo –me atrevo a anticipar–, es algo que en principio sería esto: que a nosotros analistas nada nos obliga a hacer de lo real algo que sea un universo, algo cerrado. La idea de que este universo es simplemente la consistencia, la consistencia de una cuerda que se sostiene, no basta para hacerlo cíclico, pero ya es bastante como hipótesis y para nosotros puede bastar; quiero decir que con dos ciclos y una recta infinita, lo que es mucho decir para lo real, hacemos un nudo, un nudo borromeo que se sostiene completamente, que constituye verdaderamente un nudo.

De manera que podamos nosotros sostener la idea de que lo real es no todo, es un reaseguro que no deja de tener su interés para los físicos, y los físicos llegaron a hacerse a la idea de que quizá pueda pensarse lo real sin poner allí una constante, la constante llamada energía. Ya allí se esboza la idea de que la constante no es la consistencia. Reducir la constante a la consistencia quizá sea algo que los físicos puedan soportar.

Pero finalmente, no estoy aquí para comprometerlos en una física por venir, nuestro asunto es darnos cuenta de algo impactante en toda nuestra experiencia histórica y que es esencial para nosotros, que hay nombres. Y el que haya nombres parece ser un hecho completamente nodal, quiero decir que desde que la humanidad tiene memoria se han dado nombres a las cosas, incluso está ya en Freud, y se trata de algo que debe interesarnos. No por nada cuando escribí “La cosa freudiana”, recuerdo que hubo a mi alrededor un montón de personas que se disgustaron: “Por qué lo llama así, la cosa, es vergonzoso, todo lo que intentamos es oponernos a esa cosificación”. Nunca fui de esa opinión, nunca pensé que cuando se produjo una ruptura, la del ‘53, fue porque había una divergencia sobre el hecho de cosificar o no cosificar aquello de lo que se trataba en nuestra práctica, fue por cosificar de la buena manera. Si llamé algo “La Cosa freudiana” es para indicar que está Freud en la Cosa, en la Cosa que él nombró. Lo que nombró es el inconsciente, y el término “freudiana” no tiene en absoluto allí la función de un predicado, no es una cosa que retroactivamente tiene la propiedad de ser freudiana. Es seguro que porque Freud lo ha enunciado es una Cosa y que como recientemente se lo sugerí a alguien, hablar del inconsciente como de lo que antes de Freud no existía, no es una mala manera de expresarse por una buena razón, después de todo una cosa no ex-iste, no comienza a jugar sino a partir del momento en que es realmente nombrada por alguien.

Entonces, a partir de nuestra experiencia, trato de llegar a reducir ese nombrable porque podemos permitirnos recubrir con nombres toda clase de cosas; eso se ha hecho siempre e incluso a diestra y siniestra.Trato de remitirme a nombrar solo lo que llamo con Freud el Urverdrängt, lo que se resume finalmente a nombrar el agujero. Se trata de partir de la idea de agujero (trou), es decir, no del fiat lux sino de fiat trou, y pienso que Freud al avanzar sobre la idea del inconsciente no hizo otra cosa. Digo muy tempranamente que hay algo que hace agujero y que a su alrededor se reparte el inconsciente, y que este inconsciente tiene la propiedad de no ser más que aspirado por ese agujero, tan bien aspirado que no tenemos la costumbre de retener ni siquiera un pequeño trozo, y hay que decirlo, se esfuma por completo en ese agujero. Hablar de la Cosa freudiana como constituida esencialmente por ese agujero, ese agujero que tiene un emplazamiento en lo simbólico, es decir algo que al menos en todo caso yo lo pruebo, se puede sostener un cierto tiempo, como de ese tiempo ya hace un rato largo, y como durante ese tiempo no ha habido muchas contradicciones que se refieran a lo que he enunciado, esto comenzó a soportarse al menos por haber durado todo ese tiempo.

Que yo identifico ese agujero con la topología es algo a lo que hice alusión en mi último Seminario; creo que ya indiqué que la topología hace percibir al menos para algunos, que no se concibe sin ese nudo, y como lo dije hace poco en otro grupo; no es simplemente algo que está en lo real, aunque sea en esto que reside su rigor de nudo; lo interesante es que esta en lo mental, y es la primera vez que vemos algo que conjuga lo mental y lo real en ese punto, donde lo mental también constituye nudo. Es verdaderamente imposible a la vez no poner el nudo en lo mental y al mismo tiempo percibir que lo mental está allí profundamente inadaptado, es decir que lo piensa tan difícilmente a ese nudo que no podemos no ver allí algo que nos daría lo que llamé en mi último Seminario un presentimiento de lo que podría muy bien ser al fin de cuentas el agujero en cuestión.

Todo esto, por supuesto, es una precipitación, por qué no decirlo, después de la errancia. Cada uno sabe que me he jactado con la dialéctica y que hice uso del término antes de arribar a este remolino; es la ocasión de darnos cuenta que cualquiera que hable de dialéctica siempre evoca una sustancia. La dialéctica es esencialmente predicativa, produce antinomia, y no hay ningún predicado que en sí mismo no se sostenga en una sustancia, ya que es muy difícil hablar a-sustantivamente, sobre todo porque cada uno de nosotros se imagina ser una sustancia. Evidentemente es muy difícil quitarles esto de la cabeza, aunque todo demuestre que cada uno de ustedes no son como mucho más que un pequeño agujero, un agujero ciertamente complejo y turbulento, pero es muy muy difícil que se piensen como sustancia, como no sea sustancia que tiene esta propiedad de ser pensante, y entonces se vuelve verdaderamente desesperante el pensar hasta qué punto vuestro pensamiento es manifiestamente impotente. Parece que a pesar de todo es más sólido referirse a otras categorías, y darse cuenta que por ejemplo se puede enunciar sin que sean absurdas proposiciones como esta, decirlas con alguna oportunidad de dar justo en el blanco, si hay lo indecidible (lo evocaba hace un momento) es un indecidible que no se sostiene más que de esto: que nosotros lo anudamos, que hay indecidible, pero que la idea solo nos llega de esta garantía que tomamos de la matemática, precisamente, que no hay no-nudo, si puedo decirlo, pues es la única definición posible de lo real; y ceñir los nudos, aunque más no fuera para no deslizar indefinidamente, es aquello a lo que nos dedicamos en el análisis.

Porque ¿qué es el análisis al fin de cuentas? A pesar de todo es esta cosa que se distingue por lo siguiente, que nosotros nos hemos permitido una suerte de irrupción de lo privado en lo público. Lo privado, evoca la muralla, los asuntitos de cada uno. Los asuntitos de cada uno tienen un núcleo perfectamente característico, son asuntos sexuales. Ese es el núcleo de lo privado. De todos modos es un poco raro que eso público donde hacemos emerger lo privado, que “público” tenga un lazo completamente manifiesto, para los etimologistas, con publis, es decir que lo que es público es lo que emerge de lo que es vergonzoso, porque ¿cómo distinguir lo privado de aquello que nos da vergüenza?

Es claro que la indecencia de todo esto, indecencia de lo que ocurre en un análisis, esta indecencia, si puedo decirlo, gracias a la castración –el análisis está bien hecho para evocar su dimensión a partir de Freud –, esta indecencia desaparece.

Toda la cuestión es la siguiente: ¿el plus de gozar es extraer un goce de la castración? En todo caso es todo lo que le está permitido por el momento, a cualquier persona, si el término “persona” designara a alguien. Designa una sustancia pensante, sin duda, pero aquello en lo que nos esforzamos incluso cuando nuestras preocupaciones no son para nada sustanciales, ni sustantóforas, aquello en lo que nos esforzamos, es hacer entrar esta noción de sustancia pensante en un real. Pero esto no va de suyo, por supuesto, porque hay un montón de cosas que nos estorban. Nos estorba por ejemplo la idea de la vida. Es una idea así, es muy curioso que a pesar de todo Freud haya promovido el Eros, pero que no se haya atrevido a identificarlo con la idea de la vida, y que haya a pesar de todo distinguido la vida del cuerpo y la vida en tanto que portada por el cuerpo en el germen.

A pesar del uso que hace Freud de ella, hay algo con lo que la vida no tiene nada que hacer, es lo que pasa como su antinomia, la muerte.

Pensemos lo que pensemos, la muerte es puramente imaginaria. Si no existiera el “cuerpo”, si no existiera el cadáver, ¿qué es lo que nos permitiría vincular la vida y la muerte? Naturalmente nosotros acordamos en anudar la idea del puerro (poireau), del manojo de cadáveres (botte de cadavres), incluso es nuestra ocupación principal. Si no existiera esto, si no hubiera estatuas, ese lado rabioso de los seres llamados humanos que fabrican sus propias estatuas, es decir cosas que no tienen nada que ver con el cuerpo pero que a pesar de todo se parecen a él, hay que bendecir las religiones que prohibieron esa obscenidad; además ¡es horrible de ver! ¡Qué hay más horrible que ver un ser humano, lo pregunto! Un ser humano, una forma humana. Es curioso… verdaderamente hace falta la religión llamada católica para que se haga sus delicias con ello. Evidentemente tiene algo para ganar en el asunto, es patente, vemos muy bien el mecanismo; juega con lo bello. Por otra parte, que es toda esta historia para desternillarse de risa del Evangelio, sino la exaltación de lo bello. Se los mostraré en otra ocasión.

Finalmente, perinde ac cadaver quiere decir que la castración, a pesar de todo, la castración de la que nosotros mismos llegamos a percibir que es un goce, ¿por qué es un goce? Lo vemos muy bien, es porque nos produce angustia. ¿Pero entonces, qué es la angustia?

Es curioso que no se haya extraído un poco la moraleja del pequeño Hans de Freud. La angustia está muy precisamente localizada en un punto de la evolución de ese gusano humano, es el momento en que el hombrecito o la futura mujercita se da cuenta ¿de qué? Se da cuenta que está casado con su pija. Ustedes me perdonarán que lo llame así, es lo que generalmente se llama pene o pito, y que se infla cuando se dan cuenta que no hay allí nada mejor con que hacer falo, lo que evidentemente es una complicación, una complicación ligada al hecho del nudo, a la ex-sistencia del nudo. Pero si hay algo que en los cinco psicoanálisis está hecho para mostrarnos la relación de la angustia con el descubrimiento del pequeño-pipi, llamémoslo también así, es pese a todo claro, es seguro que puede concebirse que para la niña, como se dice, se despliega mejor, por eso ella es más feliz, se despliega porque necesita un cierto tiempo para darse cuenta que no tiene el pequeño pipí, y eso le produce angustia también, pero es una angustia por referencia, por referencia a aquel que está aquejado por él; digo “aquejado”, porque hablé de matrimonio, y todo lo que permite escapar a ese matrimonio evidentemente es bienvenido, de allí el éxito de la droga, por ejemplo, no hay ninguna otra definición de la droga más que esta, es lo que permite romper el matrimonio con el pequeño pipí.

Pero dejemos esto de lado y volvamos a cosas serias, es decir que no sería un mala manera de encarar lo que llamamos vida considerarla como parásita.

Sería exagerado decir que es parásita de la muerte, sería hacer un vínculo demasiado estrecho en relación con lo que acabo de decir, que no hay la menor relación como no sea este asunto de cuerpo que se arroja al agujero. Justamente es eso lo que tal vez nos dice qué es la vida, que es el parásito de algo que verdaderamente no se concibe más que como agujero, es incluso en torno de eso que lo real hace lo cíclico, se quiere que la vida parasite en este «habitáculo» que parasita a la vida. A partir de lo cual se deriva. No puedo decir que Freud haya llegado hasta allí, pero a pesar de ello no digo poco; que el germen sea un parásito es lo que me parece surgir del «más allá del principio del placer». Evidentemente, no lo dijo de manera clara, pero habría producido menos escándalo dicho entonces, que cuando ahora lo digo. Pero eso hubiera aliviado las cosas, eso le hubiera permitido llamar de otro modo el principio de realidad, que simplemente es un principio de fantasma colectivo, lo dije anoche al jurado de admisión. “¿Cuáles son sus criterios?” me preguntan en lo que respecta al jurado de admisión, para nombrar a alguien ame. Voy a decírselos: es lo que llamamos la sensatez, es decir la cosa más difundida del mundo. La sensatez es esto: “A ese le podemos tener confianza”, nada más. No hay otro criterio en absoluto. Hay personas a las que se propone para el título de ame, y si quienes están en ese lugar y fueron elegidos incuestionablemente por votación, porque se les tiene confianza en relación con la sensatez, que no darán esa garantía a cualquiera, es un principio de puro fantasma, de fantasma colectivo sin duda; ¿esto es lo que quiere decir el principio de realidad? Es completamente seguro. Nos damos cuenta por el uso que todos los pequeños fantasmas privados conjugan, se conjugan en un manojo, como dije hace un momento, lo que por supuesto no sorprende respecto a la relación de la cosa con la muerte, por eso evocaba la sensatez, resumiendo, los no demasiado peligrosos, eso es lo que llaman el principio de realidad. En tanto se opone al principio del placer, se opone muy seriamente porque el principio del placer no tiene estrictamente más que una definición posible, el menor goce. Eso es lo que quiere decir “menos se goza mejor”.

De modo que esto nos conduce a plantear un cierto número de parejas en lo tocante a lo real, lo imaginario y lo simbólico.

Lo real para nosotros, por uso, es antinómico del sentido como el cero se opone al uno. Lo real es estrictamente lo que no tiene sentido. Por eso nuestra interpretación no tiene que ver con lo real más que porque la dosificamos. Nosotros la dosificamos y la limitamos a la reducción del síntoma. Hay síntomas que no se reducen, es absolutamente seguro, y entre otros especialmente el psicoanálisis. El psicoanálisis es un síntoma, un síntoma social, y conviene connotar su existencia. Si el psicoanálisis no es un síntoma, no veo qué es lo que hizo que apareciera tan tardíamente. Apareció tan tardíamente en la medida en que hace falta que algo de la relación con la sustancia se conserve (sin duda porque está en peligro), con la sustancia del ser humano.

Entonces, tratemos de plantear juntos algo que sitúe lo imaginario en relación con otra cosa.

Lo imaginario no tiene ningún otro soporte más que esto, que tiene el cuerpo, y en tanto ese cuerpo se desanuda del goce fálico, lo imaginario puede tener consistencia. Es precisamente en tanto que el goce fálico ocurría en otra parte, y es un tema de historia señalar cómo se lo escamoteaba, en esa medida surgió la idea del mundo. Es la oposición, no de un cero y de un uno, sino la de un menos a un más. En la medida en que se opera la castración, donde hay menos falo, subsiste lo imaginario, todo el mundo lo sabe, porque por eso se llama pregenitales a los estados que constituyen el soporte más común de todos los comportamientos llamados humanos.

¿Y lo simbólico? Lo simbólico es simple. No hay oposición a lo simbólico, no hay oposición, hay agujero, el agujero original. Lo simbólico solo tiene un partenaire trucado. En la medida en que no hay Otro del Otro, es decir que el ser y su negación son exactamente lo mismo, como todo el mundo lo sabe, los especialistas en dialéctica se los dicen de inmediato: el no-ser existe porque ustedes hablan de él, lo que prueba hasta qué punto el no ser es exactamente equivalente; gracias a esto el descubrimiento del análisis es justamente que aunque el ser y el no-ser sean lo mismo, hace falta que haya un agujero que permita sostener todo junto, y que en suma todo esto se resume así: que solo hay creación, y cada vez que decimos una palabra, hacemos surgir de la nada, ex-nihilo, una cosa; es nuestro destino de seres humanos, por eso no cogemos, salvo excepción, con una mujer de vez en cuando, sino que cogemos con la Cosa.

¿Y las mujeres crean? Lo escuché hace un rato, hay alguien que me gustó mucho (no es para decir que lo que Michele Montrelay decía antes no me hubiera gustado también) pero hay alguien llamada Anne Colot quien me hizo notar que de todos modos la mujer no es para nada pan comido, y lo que dijo fue bastante pertinente. Gracias a Dios no usó la palabra creatividad. Habló de la creación como algo que hace que apenas si una mujer sabe quién es su bebé, el bebé es como la vida, es patente en el ser humano que es un parásito, un parásito es algo que empieza a existir solo si le da un nombre, en tanto no tiene nombre ¿qué es? Entonces la creatividad… Alguien me hizo una entrevista sobre la creatividad de la mujer. Debo decir que no estoy muy de acuerdo, no es para nada necesario que una mujer sea creativa para ser interesante, basta con que ella cuente, eso es lo que tiene su peso.

Entonces resumamos. ¿Qué es un síntoma? Es algo que tiene la mayor relación con el inconsciente (es lo que se ve en la práctica). Entonces, lo que yo quisiera es que el psicoanálisis, como lo he dicho hace un momento, dure, dure el tiempo que haga falta, ni un minuto más por supuesto, en tanto que síntoma, porque a pesar de todo es un síntoma tranquilizador. (Aplausos).

* Intervención de Jacques Lacan en la sesión de Cierre de las Jornadas de Estudios de Carteles, de abril de 1975, en la École Freudienne de Paris, publicada em Lettres de l’École Freudienne, 1976, n.18, p. 263-270. Texto publicado con la amable autorización de Jacques-Alain Miller.

Traducción del francés: Silvia Baudini
Lacan

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