La metástasis del goce1

La metástasis del goce1

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The metastasis of jouissance

Fabián Naparstek2
(Buenos Aires, Argentina)

Resumen: La toxicomanía es el paradigma de la época que vivimos. Época marcada por un enjambre de drogas y por la omnipresencia del goce. El goce deja de ser localizado y pasa a ser como una «metástasis». Cabe al analista orientarse por el síntoma. La clínica actual «parte de la invención original para el inventario (uno por uno)», tomando lo que hay de más singular para un sujeto.
Palabras claves: metástasis del goce, singular, goce localizado, síntoma, toxicómano, amor.
Abstract: Drug abuse is the paradigm of the times we live in. Times marked by a swarm of drugs and by the omnipresence of jouissance. The latter isn’t localized but «metastatic». It’s up to the analyst to orient himself by the symptom. The actual clinic «goes from the original invention to the inventory (one by one)», taking what is the most singular of a subject.
Keywords: matastasis of jouissance, singular, localized jouissance, symptom, drug addict, love.

 

Voy a partir de una idea extendida entre nosotros y es que pensamos que puede haber diferentes usos de las drogas. La relación de un sujeto a una sustancia puede ser diferente a la de otro sujeto y diferente también en momentos distintos de su propia historia. Lo que llamamos hoy toxicomanía se transforma en un modo de lazo subjetivo a la droga en un momento preciso de la historia. Hasta cierto momento histórico no se hablaba de toxicomanía o adicción. Es recién con el Síndrome de abstinencia que se instala la patología como modo de lazo con la droga. Cuando la ciencia la nombra como tal. A partir de allí hay un cambio radical en una historia de las drogas mucho más amplia en tiempo. Es algo que he desarrollado en su momento y que me ha permitido situar con claridad tres momentos históricos del lazo con las drogas en Occidente.

A partir del Síndrome de abstinencia y que la ciencia, como discurso amo, empieza a tomar su lugar en la cultura, se abre una política represiva con las drogas. En efecto, los EEUU toman una posición central y proponen la llamada « Guerra a las drogas ». Hay que agregar que las terapias también entran dentro de esta lógica.

A partir de allí, una definición científica de la toxicomanía es dada por la Organización Mundial de la Salud, a partir de la cantidad y calidad de la droga. Es decir, poniendo el acento en la sustancia. Poniendo el acento sobre el objeto y no en el sujeto. Esto trae aparejado, como consecuencia, un listado de drogas malignas. Lo cual, con el tiempo se ha ido ampliando cada vez más. De una cantidad muy pequeña de drogas se ha llegado a un listado muy amplio y debemos decir que podría ampliarse al infinto.

Lo que quiero señalar es que, en nombre de la ciencia y el significante amo de la época se crea una nueva patología. Finalmente esto lleva a un uso único de la droga: el uso toxicómano. Es decir que la toxicomanía en

tanto tal está íntimamente ligada a un discurso predominante en una época bien precisa. Es el amo científico que globaliza un uso generalizado de las drogas que es nombrado como toxicomanía.

De hecho, para Freud el uso de los narcóticos es una manera – entre otras – de paliar el malestar en la cultura.  Los narcóticos eran un síntoma aislado entre otras formas de defensa ante el malestar. En cambio, en nuestra época hay un forzamiento a una forma universal de hacer frente al malestar por la vía del consumo. Por supuesto que estoy haciendo una referencia al mundo occidental.

La época de Freud corresponde a lo que comúnmente nosotros llamamos la época del Nombre del Padre. En dicha época el discurso científico aísla un modo de goce maligno en las drogas que debe ser vencido en la guerra a las drogas. Tenemos de manera consecuente una política represiva frente a las drogas y una lista de clasificación de las drogas peligrosas. De hecho, el Nombre del Padre – como función – reprime y clasifica.

NP
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Drogas malignas (goce)

Es una época que ubica de un lado la ley y el placer y separa a un costado un goce que hay que reprimir. En efecto, coherentemente con el Nombre del Padre ha habido una política de represión y clasificación para enfrentar a las drogas como goce maligno. A su vez, la terapéutica llevada adelante a partir de esta época se puede claramente resumir bajo cuatros modos esenciales. Dichos modos se han mantenido a lo largo de este tiempo, más allá de los cambios de la época de Freud hasta la nuestra. Entiendo que son modos terapéuticos coherentes con la época del nombre del padre, ya que se refieren a modos que ponen énfasis en el objeto, el amo, el saber y el sujeto.

NP        (drogas buenas)        (Drogas tóxicas)
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Ste.                              a

En cambio, en la época actual cae la política represiva y la lista de las drogas malignas. Hoy en día los debates sobre la posibilidad de legalizar el consumo de drogas están en todas las tapas de los diarios. Mas allá de tomar una posición entre la conveniencia o no de legalizar de manera masiva el consumo de drogas, no cabe duda en un amplio espectro político, que la política represiva ha fallado. Se podrá debatir cuál es la mejor manera de salir de dicha política represiva, pero hay consenso que de alguna forma hay que dejar atrás dicha política. Ahora hay una tendencia indeclinable a que esa política termine. No solo han perdido la famosa «guerra a las drogas», sino que han fomentado un mercado paralelo fenomenal y por momentos inmanejable. Siguiendo esta tendencia, ya se han creado  pools económicos que cotizan en Wall Street para producir y vender marihuana. Son grupos económicos que están a la expectativa y trabajan para la legalización de la producción de marihuana en algunos estados de Estados Unidos.

Un ex presidente de México ha patentado una marca de marihuana para poder producirla legalmente.  Dos estados en E.U. ya permiten el uso medicinal y legalizaron el consumo para uso personal.  En Uruguay hay una nueva ley totalmente novedosa ya que permite el consumo personal, pero también la producción de la marihuana.

Empresas de diferentes países (especialmente holandesas) están interesadas en poder producir marihuana en este último país. Pareciera ser que Uruguay, va a ser un campo de pruebas para ver como resulta dicho cambio legislativo respecto de las drogas.

En Europa ya hace tiempo que muchos países permiten el consumo personal sobre ciertas drogas.  A mi gusto, esto determina en el horizonte una nueva era en lo que respecta a las drogas. Lo que llamaría aquí la toute dernière époque avec la drogue.

Que la droga – antes prohibida – comience a cotizar en Wall Street supone un cambio notable. No se trata solamente que se permita su uso, sino su introducción en el mercado de manera total.  A su vez, cada vez más encontramos una pluralización de diferentes sustancias usadas como drogas, lo cual ha determinado que la antigua clasificación de drogas adictivas sea totalmente ineficaz. Así como cae la política represiva, también va cayendo por inoperante la lista clasificatoria de las malas drogas. La clínica muestra sistemáticamente que cualquier sustancia sobre la faz de la tierra puede transformarse en la peor de las drogas. He comentado en su momento el caso de un hombre que se drogaba con agua. Caso clínico que he tomado como paradigma de esta época.

Más bien hoy tenemos un enjambre de drogas. La época represiva y clasificatoria pretendía localizar el goce del consumo en una lista restrictiva de drogas y fuera de la ley. En efecto, el Nombre del Padre funciona separando a un costado al goce del más allá del principio del placer. Entre otras cosas, la política represiva de las drogas estaba al servicio de una localización del goce maligno. Supone así una concepción del goce determinada y localizada. Como se verifica en la enseñanza de J. Lacan – y lo señala Miller -, en la época actual hay una omnipresencia del goce.

El goce deja de estar localizado y pasa a estar en todos lados.  A partir del seminario 20 de Lacan se puede pensar un pasaje del goce localizado a un goce omnipresente que se verifica también en los cambios de la época actual. A esto es lo que llamé, en su momento, la metástasis del goce. Un goce que se intenta erradicar y sin embargo reaparece una y otra vez por focos y finalmente invadiendo por todos lados.

La cirugía del goce que se intentó con la guerra a las drogas se muestra hoy en una metástasis del goce maligno que se deslocaliza e irrumpe por todos lados. Esta Toute dernière époque supone un nuevo desafío para los analistas. Entiendo que como cambia la época, también debe cambiar nuestro modo de abordaje a estas patologías actuales. Los cuatro modos terapéuticos separados anteriormente – y de los cuales hablé en otro momento – son cuatro modos propios para la época represiva a las drogas. Mi idea del asunto es que en la actualidad el psicoanálisis tiene que inventar un nuevo modo de enfrentar a estos pacientes. En ese sentido me oriento en la Toute Dernière enseñanza de Lacan respecto de su noción de síntoma.

Dando un salto y siguiendo la Orientación que nos da Miller, a estas dos épocas – la del nombre del padre y la nuestra – las leo como dos modos de sufrimientos. Un modo macho de sufrimiento y un modo femenino. La época del goce localizado y del Nombre del Padre, sigue la lógica macho del sufrimiento y la época de la deslocalización del goce una modalidad no-todo del sufrimiento.  Lo que podríamos llamar un pasaje del sufrimiento sintomático al sufrimiento estrago. El estrago como paradigma de la toxicomanía actual que deslocaliza el goce e infinitiza la toxicomanía actual.

Es mi modo de pensar la feminización del mundo, como una manera femenina del sufrimiento que deslocaliza el goce y borra la singularidad. Frente a la época de la metástasis del goce y del enjambre de drogas me oriento por el síntoma. Me oriento por lo que Lacan llama el derecho al síntoma.

«Todombre tiene derecho a ese síntoma»3

Lo dice Lacan como al pasar. Más aún, muestra que de alguna manera fue gracias al empuje propio de la reivindicación histérica que el psicoanálisis pudo apreciar el derecho al síntoma. En la histeria el brillo de la falta la ha llevado a luchar desde la queja por el derecho al síntoma.  El origen del  psicoanálisis tiene la marca de haber dado lugar el derecho al síntoma.  Lo que Lacan en otra época llamó «fidelidad a la envoltura formal del síntoma»4.  Este derecho al síntoma no es un derecho humanista y en algún sentido se contrapone con dichos derechos, donde se parte del precepto de  que cada sujeto es igual a otro. Que se contraponga implica que el derecho al síntoma supone la más radical diferencia  de un individuo con otro.

La más radical diferencia la inferimos con Lacan en el síntoma de cada quien.  Por otro lado que se contraponga no quiere decir que no lo precise. Es solo en un estado de derecho que puede surgir el psicoanálisis.

Miller en su retorno a Lacan vuelve a esto aludiendo al derecho a la singularidad: «El psicoanálisis representa justamente la reivindicación, la rebelión de no como todo el mundo»5, «el psicoanálisis promueve el derecho de uno solo»6. En todo caso, cuando en un análisis decimos derecho al síntoma, no quiere decir solamente que damos lugar al síntoma de cada quien sirviéndonos de nuestras propias clasificaciones, sino que apuntamos desde el comienzo al síntoma.  Ir derecho al síntoma. En un sentido, ese apuntar al síntoma hace de nuestra clínica una clínica de lo singular que se liga de manera muy clara a la época de la dispersión. De alguna manera los DSM con sus multiplicaciones en las clasificaciones también captaron algo de la dispersión de la época, pero para borrar lo singular de cada síntoma y ligarlos a la estadística. No es casualidad que los DSM surjan en la época de la caída de las grandes clasificaciones y de la dispersión. Desde la orientación lacaniana lo singular se emparenta con lo irreductible. Con el sinthome que se podría obtener en el análisis como la encarnación de lo que ya no es susceptible de retransformación7. Si se quiere, lo singular aparece como i1mpasse y no como solución. Esto es lo que hace un viraje central en la última enseñanza de Lacan. Pensar lo singular como la manera que cada quien tiene de tropezar. En todo caso, la singularidad se ve en el impasse que permite despejar el SOY ESO. A mi gusto, por eso más adelante va a decir que se va del invento original al inventario (uno por uno)8. El inventario es una recopilación de lo que hay, uno por uno.

De hecho la clínica actual muestra que no hay nada más diferente a un toxicómano que otro toxicómano. Hacer ese inventario con el síntoma singular de cada sujeto orienta mi práctica actual. Como dice Miller, del lado del invento tenemos una «inversión del síntoma», hacer algo con él.  Una vez que en un análisis uno puede situar lo que hay – en tanto fracasa – se puede hacer algo. Pero, a la vez, el análisis propone un derecho a un síntoma con el cual hacer un lazo. Miller subraya la revalorización del amor. El amor como un modo de ligar el síntoma de cada quien con el campo del Otro. El amor como la contracara del estrago.


1 Conferencia proferida en el Primer Encuentro de la Red Toxicomanía y Alcoholismo (TYA) Brasil, en Belo Horizonte, el 20/11/2014 sobre el tema: «Adicciones, cuerpo, violencia: lo que está en juego hoy».
2 Psicoanalista Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Analista de la Escuela (AE) de 2002 a 2005.
3 Lacan, J.: «Joyce el síntoma II», En Uno por Uno, Ed. Eolia, Barcelona, 1997. pag. 13.
4 Lacan, J.: «De nuestros antecedentes», en Escritos I, Ed Siglo XXI, Buenos Aires, pag. 60.
5 Miller, J.-A.: «Sutilezas analíticas», Ed. Paidós, Buenos Aires, 2011, pag. 36.
6 Op Cit.
7 Op. Cit. Pag. 94 – 95.
8 Lacan, J.: «Joyce el síntoma II». Op. Cit. Pag. 10.
Fabián Naparstek

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