ENTREVISTA

Entrevista1 a Ernesto Sinatra2

Interview with Ernesto Sinatra

 

 

Resumen: Teniendo como horizonte el séptimo encuentro ENAPOL, Ernesto Sinatra nos introduce en la revisión de nuestros conceptos y categorías en el campo de las toxicomanías con el fin de continuar verificando su eficacia en la actualidad. Así las hipótesis y las herramientas conceptuales forjadas en los últimos años, como la función del tóxico, la toxicomanía generalizada, la soledad globalizada, las poli-adicciones entre otras, son verificadas bajo la época que nos atraviesa. Época regida por la lógica del No-Todo pero también por el cinismo del mercado y sus nominaciones. En palabras de Sinatra, “más vale que, como practicantes del psicoanálisis, estemos advertidos de esta operación del mercado para no contribuir a que el psicoanálisis mismo sea reducido a un gadget más”. 
Palabras claves: toxicomanía generalizada, función del tóxico, toxicidad del goce, nuevos adictos,  gadgets,  feminización del mundo, globalización.
Abstract: Having the seventh ENAPOL encounter as a horizon, Ernesto Sinatra introduces us to the revision of our concepts and categories in the drug addiction field, with the objective of continuing to verify their efficiency nowadays. Thus the hypothesis and conceptual tools forged in the last years as the function of the toxic, the generalized drug addiction, the globalized loneliness, the poly addictions among others, are verified in the times we go through. Times ruled by the Not-All logic, but also by the cynical market and its nominations. In the words of Sinatra, “it would be better that, as praticants of psychoanalysis, we become adverted of the market operation, not to permit that psychoanalysis be reduced to being one more gadget.
Keywords: generalized drug addiction, function of the toxic, toxicity of jouissance, new addicts, gadgets, world feminization, globalization.  
 
Ernesto Sinatra
Darío Galante
Elisa Alvarenga
Maria Wilma Faria

Darío Galante: En su libro “¿Todo sobre las drogas?” usted propone tres hipótesis. La primera es la toxicomanía  generalizada. ¿Cómo y a partir de qué surge la necesidad de generalizar la toxicomanía?

Es decir ¿por qué pasa de la toxicomanía a su generalización?

Ernesto Sinatra: La actualidad ha confirmado con creces hasta qué punto estamos en la era de la toxicomanía generalizada; no solo por la existencia de drogas cada vez más sofisticadas producidas a escala planetaria y que atraviesan las más variadas fronteras geográficas, tanto como los diferentes estamentos sociales: drogas cada vez más al alcance de todos. No solo por esto validamos la hipótesis, sino porque ya no podemos pasar por alto el estallido de las clasificaciones que, en nombre de las ‘adicciones’ contemporáneas impulsadas por el imperativo del mercado (consubstanciado, por ejemplo, en el lema de una marca líder—imposible is nothing—) intentan describir las más variadas formas de gozar: desde las ya clásicas ludopatías de dos siglos atrás, hasta las bulimias y anorexias del siglo pasado, hasta las adicciones al sexo de las últimas décadas.


Llegamos hasta el caso de que hoy existen las denominadas ‘personas tóxicas’ que configuran una nueva categoría, paradójica además, ya que generaliza la adicción ¡hasta identificarla con el mismo usuario!, pues ya no se trata de ser adicto a una substancia, de no poder refrenar una acción pasional, sino que se trata de que alguien en sí mismo es adicto en la consideración de un otro, que la ‘substancia’ de uno sería adictiva para otros…


¿Y por qué sucede todo de esta manera?, sino por un principio sobre el que se fundamenta la subjetividad —y que Jacques-Alain Miller ha destacado, extrayéndolo el hueso de la enseñanza de Jacques Lacan— ya que se trata de que cada acción humana es capaz de generar una satisfacción, que cada acción se asienta sobre un goce que lo encauza (con ‘z’, pero no menos también que lo encausa -con ‘s’ de causa). Y  es un goce que va “de la cosquilla a la parrilla” y que en ocasiones amenaza llevarse puesta la vida del parlêtre, lo que sucede cuando es comandado por la pulsión de muerte.


Darío Galante: La segunda hipótesis, la función del tóxico, ha sido una herramienta conceptual fundamental para los analistas que incursionaron en el campo de las toxicomanías. A la luz de sus nuevos desarrollos sobre el tema ¿cuál es la vigencia de dicho concepto en la clínica actual? ¿Podemos hacer uso de este operador clínico por ejemplo para trabajar con los nuev@s adict@s?


Ernesto Sinatra: Precisamente, la línea de investigación que hemos relanzado este año en el Seminario del TYA —coincidente con nuestro VII ENAPOL— ha sido la de apuntar a revalidar los conceptos y matemas con los que nos orientamos en la experiencia analítica. Es decir, ponerlos a prueba para ver hasta qué punto ellos se siguen ajustando a las vicisitudes actuales, a las exigencias y desafíos de la práctica. Hemos comenzado precisamente por la función del tóxico, concepto que acuñé —hace ya muchos años— para intentar cuestionar ciertos vicios ‘ontológicos’ que comprobamos al analizar, ya que ‘adictos’ como tal, nunca atendemos (del mismo modo que tampoco analizamos a ‘padres’ como una entidad, no hay ‘substancia-padre’).


Se trata —tal vez hoy más que nunca, especialmente por la variedad de ofertas del mercado a la que hacíamos referencia— de poder despejar la función que cumplen determinadas drogas en la economía libidinal de un parlêtre, de desentrañar qué hace cada uno con lo que consume.


Al respecto, recuerdo siempre lo que he aprendido con una supervisión, en la que una analista refería sus dificultades con un adicto al que no lograba hacer hablar de otra cosa que no fuera de su consumo, y ella venía para saber cómo hacía para ‘dividir’ a ese hombre. Luego de descubrir que había sido ella quien orientó la entrevista en torno de los usos y costumbres de las drogas, volvió sorprendida a la supervisión siguiente localizando con precisión la función que las drogas tenían para ese sujeto: la marihuana desde los 15 años respondía a su conmoción cuando la madre abandonó al padre para fugarse con otro hombre; y la cocaína desde sus 25, luego de descubrir a su novia con su mejor amigo. Sorprendida por su hallazgo, exclamó: “Pero entonces: ¡Yo era la adicta!”


Darío Galante: Su tercera hipótesis es la soledad globalizada. ¿Cómo piensa esa soledad en un mundo que se promociona como cada vez más conectado?


Ernesto Sinatra:
Hablar de “soledad globalizada” es un oxímoron, una paradoja, una contradicción entre los términos denotados; pero no es menos una experiencia real. La soledad globalizada es un concepto con el que quise destacar un síntoma de la época: la soledad entre muchos, el desamparo real de los individuos, más acá y más allá de estar acompañado por otros, por otras. Incluso —o tal vez especialmente— el estar solo acompañado con los dispositivos electrónicos de última generación. Se puede estar solo conectado a Facebook, acompañado por gran cantidad de gente en red, a veces con la necesidad de multiplicar de modo exponencial los contactos, ya que por momentos parece no alcanzar el vértigo de los chats, los tweets, los ‘like’ para localizar al Otro, para entablar una relación —no sólo un contacto— con alguien, en singular. Estar conectados, incluso 24 horas por día —como es hoy el caso de muchos adolescentes— no asegura no estar solos. Esa es la paradoja Real de la soledad globalizada. Con los gadgets se intenta suturar el vacío estructural que afecta a los hablantes: la inexistencia de una proporción entre los sexos.

 

Elisa Alvarenga: En su libro “L@s nuev@s adict@s" usted propone que la estructura del No-Todo aparece en la hipermodernidad condensando el goce fálico articulado con una proliferación de micro-totalidades que intentan remendar lo que queda del Todo y de la figura paterna. En esas nuevas comunidades de goce, ¿no estaría en cuestión, mas que la condensación de goce fálico, aquello que Lacan llamó un orden  de hierro, como un empuje al goce articulado a esas nuevas nominaciones?


Ernesto Sinatra:
No creo que se trate de una disyunción excluyente. Lo que usted denomina, siguiendo con precisión la última enseñanza de Jacques Lacan, “un orden de hierro”, para luego destacar “un empuje al goce que se articularía a las nuevas nominaciones”, es lo que —por mi parte— llamaría la manifestación actual del goce femenino globalizado; pero no creo que ese sea el único goce que debamos considerar del lado No-Todo. Por eso en el libro diferencié la estructura del No-todo y sus consecuencias (p.ej. las micro-totalidades que responden, precisamente, al estallido del universal) de los goces —en plural— que de allí es factible extraer. Ya que del lado femenino —que caracteriza, siguiendo a J.-A.Miller, a la globalización— también hay una relación al falo que, como es sabido evita, para Lacan, que las mujeres sean locas-del-todo. Esta relación al falo del lado femenino se muestra en la actualidad concentrando goce fálico (hecho que considero difícil de desconocer)…pero sin responder al primado del padre. De un modo tentativo denominé esas presentaciones del goce “una densificación del goce fálico no regulada por el Nombre del Padre”. En fin, lo seguiremos bien de cerca, ya que estamos en un campo de investigación y debemos estar atentos, hoy más que nunca, al uso que hacemos de nuestras categorías para no perdernos en las complejidades que los fenómenos presentan.


Elisa Alvarenga: Cuando Jacques-Alain Miller propone que hoy en día no tenemos tanto, como postulaba Freud, un rechazo de la feminidad,  sino una aspiración a la feminidad, él generaliza el goce femenino como un modo singular de goce para cada ser hablante, aproximando la estructura del No-Todo al goce de cada uno. ¿Cuáles son las consecuencias de ese modo de pensar el goce para la clínica de las toxicomanías?


Ernesto Sinatra:
En otra ocasión lo hemos formulado de esta manera: ¿es válido identificar el goce femenino con el goce toxicómano? Situemos la paradoja: a) la casuística indica que son indudables los orgasmos autoeróticos con la droga como partenaire, un cortocircuito de goce en el cuerpo que saltea al Otro sexo y que evita pasar por el cuerpo del otro; b) Pero —por otro lado— el goce toxicómano produce también una sensación extática que podría equipararse con el goce femenino. Tal vez la paradoja se resuelva con esta formulación: el goce es “femenino” siempre; es decir, siempre y cuando se trate del cuerpo ‘propio’ como la sede del goce. Todo muy bien hasta este punto, pero ¿dónde quedaría aquí, siguiendo las trazas del goce femenino, la función de relais que cumpliría el partenaire hombre para coadyuvar a que una mujer acceda al goce en su propio cuerpo? Es decir, aquí parecería que el goce se desliga del Otro —del Otro o sus equivalentes, entonces ¿se trataría que al perder el padre su jerarquía ontológica, la perdería asimismo el goce sexual? Por lo pronto ya existe —y más allá de la paradoja que se instala desde su misma nominación— una micro-totalidad, los asexuales, cuyos integrantes rechazan que su ser les sea atribuido por su condición sexual…


Elisa Alvarenga: La feminización del mundo como pasaje al Otro que no existe conduciría  a un funcionamiento más “femenino” de la civilización, donde  habría mas lugar para la palabra de amor, pero también para la demanda ilimitada de goce. ¿Cómo el psicoanálisis podría operar  con los usuarios de drogas en esta lógica del No-Todo, sin intentar inútilmente restaurar al padre como excepción que valdría para todos?


Ernesto Sinatra:
No está asegurado ese funcionamiento. Que la denominación “feminización del mundo” designe este proceso no es un hecho fortuito ni una mímesis de una formulación socio-antropológica, sino nuestra apropiación de una interpretación lanzada por Jacques-Alain Miller con la que leemos los fenómenos de la globalización regidos por la lógica del No-Todo. Precisamente por ello el concepto de feminización del mundo lo hemos puesto en serie como un tercer momento que prosigue al de la caída del padre y al de la declinación de lo viril. Se trata, entre muchas otras consideraciones, de la predominancia de la política de la sensibilidad —considerada como un rasgo femenino— frente al tradicional imperio de la razón —asociada con lo masculino; o sea, de la promoción de la “sensibilidad femenina”: privilegio del detalle, de la capacidad de escucha, de la intuición.


Capacidades aplicadas, incluso, en el mundo del mercado en los fundamentos actuales del leadership, del management— para optimizar recursos…y ganancias. Si bien así la palabra de amor parecería primar, privilegiando la corriente de ternura en el lazo, no es seguro que ella no esté subordinada a su envés: la “demanda ilimitada de goce”, como usted bien lo dice. Tal vez convenga recordar que Jacques Lacan indicó que el capitalismo no es, en su esencia, proclive al amor; razón por la cual un “capitalismo emocional” —como una socióloga, Eva Illouz lo denomina— no sería sino un modo cínico de emplear los semblantes tradicionales femeninos para ‘dulcificar’ al consumidor.


Pero ese cinismo del mercado y sus nominaciones retorna en el consumo de los toxicómanos mostrando su cara real: el goce que perfora cualquier semblante anclado en la pulsión de muerte. Lo real de las adicciones continúa siendo el cinismo del goce desencadenado, confinando cada parlêtre con el más allá de la vida, no tan sólo con el más allá del padre.


Más vale que, como practicantes del psicoanálisis, estemos advertidos de esta operación del mercado, para no contribuir a que el psicoanálisis mismo sea reducido a un gadget más.


Maria Wilma Faria: Adicciones, dicho en plural, indica que no hay una única forma para un sujeto de intoxicarse. La modalidad de goce de la actualidad implica que todo o cualquier cosa se puede convertir en “droga”, en un deslizamiento metonímico sin fin: juego, sexo, internet, celular, facebook, relaciones. ¿Qué puede hacer el analista frente a las poli-adicciones?


Ernesto Sinatra:
Precisamente la primera acepción del concepto de toxicomanía generalizada indicaba esta vía. En otro lugar me referí a las monomanías del siglo XXI para denotar —con un término del siglo XIX— que el goce es siempre “monomaníaco”, que la toxicidad del goce (y debemos a Mauricio Tarrab esa notable expresión) es su iteración misma, su manifestación como Uno, cada vez, más allá de considerar la increíble variedad de sus manifestaciones —como sobradamente lo prueban las envolturas de los síntomas contemporáneos. Ya que si bien es cierto que hoy toda acción humana es pasible de ser considerada una adicción, hablar de poli-adicciones podría hacernos olvidar que las más variadas formas de goce hacen existir eso que se presenta bajo innúmeros ropajes como Uno: una vez; una vez; una vez… Al respecto, me pareció genial —de una precisión clínica notable— la manera con la que Miller definió al alcohólico: el que bebe siempre del mismo vaso, una y otra vez —agregaría: su mismo goce. Creo que es un principio decisivo para no marearnos con la cuasi infinita variedad de acciones consideradas adictivas.


Maria Wilma Faria: La verdadera toxicomanía, pensada como un modo de goce no localizado, ¿estaría en la contemporaneidad más próxima a las psicosis?


Ernesto Sinatra:
En una ocasión, hace ya mucho tiempo, me referí al verdadero toxicómano como el partenaire real del mercado, algo así como un “consumidor ideal” (considerando ‘ideal’ con su envés de goce). Desde el inicio de nuestras investigaciones en el TYA aprendimos cómo una droga (o varias, incluso en ocasiones) podía cumplir una función de localización, estabilizando a ciertos parlêtres.


Recuerdo el caso de un sujeto esquizofrénico que, para defenderse de un empuje a la mujer —caracterizado por voces femeninas que querían castrarlo— encontró la solución del consumo de anfetaminas, ya que con ellas se mantenía despierto para evitarlo. Lo singular del caso consistió en el nombre que le daba a este recurso: llamaba a las drogas: anti-fetaminas. O como él mismo lo decía en una ocasión, sin referirse a la sustancia: “a las minas hay que tenerlas lejos”. Notable el modo por el cual —con el uso de estas drogas— este hombre logró reforzar su masculinidad, al par que detenía lo intrusivo de esas voces que lo empujaban a una emasculación real. Una vez más: se trata de desplegar —pero sobre todo de hacer respetar— la función del tóxico para cada uno.


Ahora bien, ¿cómo hacer en este caso —o en casos similares— para ayudar a intervenir, por ejemplo, a un juez que pretendiera privarlos de un recurso extraño que oficia como anudamiento— bizarro muchas veces, como la “anti-fetamina”— que, seguramente tanto les ha costado armar, privarlos en nombre de “su Bien”, en representación  de su “bienestar”?


Es éste un tema prioritario para nosotros —y no menos un desafío— por eso la FAPOL ha instalado Observatorios con el objetivo de presentar nuestros puntos de vista como practicantes del psicoanálisis sobre temas que comprometen la intimidad. De hacer saber nuestros acuerdos —pero no menos nuestros desacuerdos— con las políticas de Salud Mental, por ejemplo, para llegar a incidir en decisiones, legislaciones y posiciones que determinan, finalmente, las vidas de los ciudadanos en nombre del Bien común. Intentaremos promover las diferencias subjetivas, el respeto por la originalidad de los recursos elegidos por los sujetos —en cada caso, de acuerdo a sus posibilidades, en ocasiones fuera de las normas que dictan qué conviene al conglomerado social —considerado como un Todo indiviso.

Maria Wilma Faria:  La tesis de Lacan que apunta a que la droga es aquello que permite al sujeto romper el casamiento con el falo, ¿continúa valiendo en el estado actual de la civilización?


Ernesto Sinatra:
En principio contestaría que sí, pero mientras lo hago pienso que tal vez no sólo la droga tendría hoy esa función; por ejemplo —y es solo una interrogación— ¿acaso no podríamos considerar ciertos gadgets actuales con esa misma función? Porque en principio ellos han sido creados para realizarprecisos fantasmas —en el nombre del falo, articulando al sujeto con el objeto (a//-f)—; pero cada vez más parecería que su función se separara de una escena, de un teatro de satisfacción articulado a algún Otro, para devenir puro objeto de goce: sin mediación del Otro, en ocasiones sin siquiera presencia de los otros...

 

Parecería que los gadgets contemporáneos aspiraran a separarse también de la función fálica a la que respondían, y que al hacerlo han desligado la articulación (a//-f). Una vez más, si Impossible is nothing! los objetos promovidos hoy por el mercado tienen cada vez más la marca de la ausencia de lo imposible (caracterización freudiana de la castración) y tal vez por eso cumplan una función similar a las de las drogas: más allá del fantasma, del padre del Edipo y del falo, realizar un goce inmediato que cortocircuite el cuerpo de un modo directo, sin mediación alguna. En fin, es una idea que acaba de aparecerme...

 

Mientras tanto, seguiremos revisando, revisitando nuestros conceptos para continuar verificando su eficacia en la actualidad y considero ése uno de los desafíos que nos propone el próximo ENAPOL que nos reunirá en San Pablo en el próximo septiembre.

 

1 Entrevista realizada por Darío Galante, Elisa Alvarenga y María Wilma Faria.

2 Ernesto Sinatra es fundador del TyA (1992) y de la red internacional TyA (1996) creada en ocasión de las II jornadas TyA realizadas en Bs. As. En la actualidad es Co-Director del departamento TyA junto a Luis Salamone y Darío Galante.