ENTREVISTA

Raquel Vargas (Buenos Aires, Argentina)
Psicoanalista. Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL). Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis

 

 

Raquel Vargas

1. ¿Cómo entiende usted la fijación de un sujeto al objeto droga?

«Quizá quien no padece de neurosis tampoco necesita de intoxicación alguna para aturdirse». (Freud, 1927, p. 48)

El epígrafe que elegimos para enmarcar la respuesta a estos dos interrogantes nos sitúa del siguiente modo: hay aturdidos, y, entre ellos, hay un tipo especial que necesita para su estado un objeto del mundo, una sustancia de la realidad.
 
¿Qué podemos decir respecto de la fijación de un sujeto al objeto droga? Tal vez convenga situar en primer lugar el concepto de fijación. Es un concepto que Freud resaltó y señala de modo general un estancamiento de la libido que podemos entender como una falta de movilidad.

 

Lo que sigue para despejar el interrogante es que esa quietud tiene un lugar referido al tóxico, al objeto droga. Dejaremos de lado, por el momento, la noción de sujeto y la de objeto, que, si las pensamos desde la perspectiva del psicoanálisis, es decir, de alguien que se somete a la experiencia analítica, tiene coordenadas precisas a partir de la verificación del funcionamiento –o no– de la castración.

 

La fijación al objeto droga ubica a alguien ligado a un ciclo de repeticiones en el consumo de esa sustancia. Podemos ubicar puntos diferenciales en ese sintagma amplio que es: el objeto droga. Es preciso hacer diferencias entre ellas como lo indica J.-Alain Miller (Miller, 1996-97, p. 52). A partir de las diferencias que establece en el uso de las mismas –marihuana, heroína, cocaína o alcohol– notamos que esta práctica puede o no interrumpir el lazo social.

 

Cabe aquí la pregunta sobre si, cuando decimos fijación al objeto droga, estamos ubicando una patología que llega a un grado máximo que conocemos como separación del Otro.


El sujeto prefiere este objeto a cualquier otro. Esta preferencia se revela en la práctica que conocemos como goce toxicómano y es una preferencia incluso más potente que cualquier sentimiento de preservación de la propia vida que parte de su cuerpo. Es un goce que no quiere el bien del sujeto y, por lo tanto, es un goce que cuestiona lo que Freud quiso hacer existir como pulsión de autoconservación.

 

La droga tiene su éxito, dice Lacan (Lacan, 1975, p. 16) y es el de la ruptura del matrimonio con «el pequeño hace pipi». Agregamos, entonces, que se trata de una fijación paradójica, ya que lo que revela es una ruptura. Nos preguntamos frecuentemente en esta vía sobre la función del tóxico.

 

2. ¿Cuál es para usted la especificidad de la toxicomanía respecto de la generalización actual de las así denominadas adicciones?

De modo amplio, la droga es el punto de referencia que nombra una práctica, la toxicomanía (Freda, 1997, p. 307). Para ubicar la especificidad de la toxicomanía, diremos que ella se define como un modo de gozar que es directo (Miller, 1997, p. 311), donde se prescinde del Otro y se hace solo.

 

Esa prescindencia se inicia en el falo, y eso constata una relación con su función, es decir, con la castración ¿Qué es la castración? Es la esperanza de que el goce se vuelva partenaire porque obligaría al sujeto a encontrar el complemento de goce que hace falta en el Otro (Miller, 1996-97, p. 67).

 

La droga se ubica en la toxicomanía como un tipo particular de partenaire y se justifica, así, hacerlo entrar en el registro de la relación del sujeto moderno con el objeto de consumo. Su especificidad es doble. Por un lado, se refiere al objeto droga como lo hemos destacado, y, por otro, se lo reconoce como un elemento sincrónico en el desarrollo social contemporáneo y su relación directa con el plus de gozar. (Miller, 1997, p. 312).


Las adicciones designan un campo más amplio que no ubica un objeto fijo necesariamente.


La palabra addictus designó en tiempos muy antiguos a un tipo muy concreto de esclavos. Literalmente, se traduce como «entregado a otro» al que se le debe enorme dinero o favores. Tal vez a partir de este pequeño elemento antiguo pueda comprenderse mejor que la modernidad la generalice al punto de que cualquier cosa puede designar una forma de adicción, o sea, de esclavitud.

 

Lacan habló desde el comienzo de su enseñanza de esa figura, el esclavo. Lo encontramos desde siempre en la historia de la realidad humana excepto en China. Es preciso ubicar en el esclavo un elemento atemporal, por su presencia generalizada, que es lo que Freud descubre con el nombre de pulsión. Lacan señala algo sobre este punto en el seminario que se conoce como Los no incautos yerran o Los nombres de padre. Lo citamos: «La única civilización verdaderamente mordida por el goce, era preciso que tuviera esclavos. Porque quienes gozaban eran ellos. Sin los esclavos, nada de goce» (Lacan, 20/01/1973).

 

La generalización del término adicción se justifica si lo pensamos en relación a la pulsión. La pulsión es algo que domina, impone su satisfacción. Si la castración encuentra su función, la pulsión acepta un circuito y la palabra presta su materialidad.

 

Se puede también ser esclavo de la palabra. Lacan expresó su deseo de un discurso sin palabras. ¿Era el anhelo de un discurso sin esclavos? ¡Se puede ser adicto-esclavo de tantas maneras! La esclavitud parece una condición inicial que se imprime a partir de un primer shock pulsional que experimenta el sujeto.

 

Se intuye en las llamadas adicciones un movimiento, un desplazamiento, mientras que en la toxicomanía no. La toxicomanía ¿es una esclavitud realizada, sin amo? ¿Las adicciones son las esclavitudes en busca del amo?

 

Para concluir, diremos unas palabras sobre el sujeto y el objeto, ya que son términos incluidos en el primer interrogante. El objeto a que forjó Lacan no es el objeto droga. El objeto a no es una sustancia. Es vacío, borde. Las materializaciones del vacío pueden encarnarse en sustancias y objetos. Son modos de poblar el desierto que crece como lo anunció Nietzsche. El sujeto, aquí, se divide o desaparece.

 

De modo que no es seguro que cuando hablamos del objeto droga podamos hablar de sujeto, que es siempre lógico y parte de 0, de un vacío, tal como lo entendemos en la experiencia de la palabra y del lenguaje.

   

Sujeto y objeto en psicoanálisis designan la posibilidad de una gramática en el desierto en el que, como nos dice Lacan, suele haber un mundo loco (Lacan, 1966/67, p. 11).

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Freud, S., El porvenir de una ilusión, Ed. Amorrortu, Tomo XXI, Bs.As.
Miller, J.-A. La teoría del Partenaire, Revista Lacaniana año X nro.19. EOL 2015
Lacan, J. Cierre de las Jornadas de Estudio de Carteles de la Escuela Freudiana, publicado en este número de Pharmakon Digital.
Freda, H. La toxicomanía, una nueva forma de síntoma, ponencia en la clase del 2 de abril
 de 1997 en El Otro que no existe y sus comités de ética, ed. Paidós, 2005.
Miller J. -A. El Otro que no existe y sus comités de ética, ed. Paidós, 2005.
Lacan J. Los no incautos yerran, Clase 2, inédito.

Lacan, J. La lógica del fantasma, Lacaniana, año VII, nro 10, EOL, 2010