TEXTOS TEMÁTICOS

Toxicomanías y psicosis

Drug addictions and psychoses

 

Antônio Beneti (Belo Horizonte, Brasil)
Psiquiatra y Psicoanalista. Analista Miembro de la Escuela (AME), Miembro de la Escuela Brasilera de Psicoanálisis (EBP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP)
Psychiatrist and Psychoanalyst. Analyst Member of the School (AME), Member of the Brazilian School of Psychoanalysis (EBP) and the World Association of Psychoanalysis (AMP)

 

 

Antônio Beneti

Resumen: En este artículo el autor interroga la posibilidad de que la toxicomanía se constituya de dos maneras. La primera, como sinthome, como cuarto término del nudo borromeo, que anuda las dimensiones de lo simbólico, lo imaginario y lo real, impidiendo el desencadenamiento de la psicosis. Y la segunda, como CMB (compensatory make-believe), menos eficaz.
Palabras clave: toxicomanía, psicosis ordinaria, sinthome.
Abstract: In this article the author questions the possibility that drug addiction takes two forms. The first, as sinthome, as the fourth term of the borromean knot, which ties the dimensions of the symbolic, the imaginary and the real. And the second, as CMB (compensatory make-believe), less effective.
Keywords: drug addiction, ordinary psychosis, sinthome.

 

En lo cotidiano de la clínica psicoanalítica contemporánea recibimos cada vez más psicóticos ordinarios y jóvenes usuarios de drogas. En realidad, «van de la mano».


Hace exactamente 20 años, en 1997, en el II Congreso de la EBP-CF/AMP, en Salvador (Bahía), presentamos un trabajo titulado Toxicomanía: ¿solución psicótica contemporánea? La interrogación del título apuntaba a una hipótesis a ser investigada a lo largo de los años en nuestra clínica psicoanalítica. Allí postulábamos que esa solución psicótica había «venido para quedarse» y representaba una «autoprevención» contra el desencadenamiento delirante. Porque esos psicóticos –cuando en el «tratamiento del goce por la palabra» se desencadenaban al reducir el consumo o al alcanzar una abstinencia total– lo que revelaban era la forclusión localizada del Nombre-del-Padre. Sin embargo, muchos de ellos continuaban con el consumo de drogas, sin desencadenar un cuadro psicótico delirante.


Comenzamos el trabajo clínico con el psicoanálisis en ese campo en 1983. Estábamos ahí en la primera enseñanza de Lacan, la del «inconsciente estructurado como un lenguaje», el de las estructuras clínicas. Concebíamos la toxicomanía como una modalidad de goce posible de hacerse presente en todas las estructuras clínicas, como un goce cínico, autoerótico. En 1997, con ocasión del ya citado Congreso, iniciábamos un trabajo considerando la última enseñanza de Lacan, en la aplicación de la topología del nudo borromeo.


¿Qué tenemos, entonces, hoy, a partir del último Lacan, del inconsciente en tanto ser hablante y del sinthome? ¿El sinthome, como cuarto término del nudo borromeo, que anuda las dimensiones de lo S, I y R, podría ser la toxicomanía? Creemos que sí. Si añadimos a esto la forclusión generalizada y la categoría operativa de las psicosis ordinarias, como nos propone Jacques-Alain Miller en su texto Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria (Miller, 2012, p. 399-427), encontramos allí la «triple externalidad» (social, corporal y subjetiva). Nos resta investigar «un desorden provocado en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto» (Lacan, 1998, p. 537-590).


Un desorden «más allá del orden simbólico regido por el Nombre-del-Padre». «El desorden se sitúa en la manera en que experimentan su cuerpo y en el modo de relacionarse con sus propias ideas». El desorden se sitúa a través de esa «triple externalidad».


¿Cómo localizamos la toxicomanía ahí? En el texto de Miller, en la externalidad social llama la atención la cuestión del desajuste con relación a una identificación social, un desenganche, una desconexión, yendo de una desconexión social a la otra, desconectándose del mundo de los negocios, de la familia, etc. Ese es un trayecto frecuente en los esquizofrénicos y en los consumidores de crack, por ejemplo. En realidad, estos consumidores se excluyen de los lazos sociales y se incluyen a través de la asistencia social localizada en el campo del Otro.


Otra externalidad, la corporal, también podemos pensarla con los toxicómanos. Miller nos dice que el sujeto no es un cuerpo. Tiene un cuerpo. En las psicosis ordinarias, en esta externalidad, el desorden más íntimo es esa brecha en la cual el cuerpo se deshace y el sujeto es llevado a inventar para sí lazos artificiales para apropiarse del cuerpo, para «prender» su cuerpo a él mismo. Como un «clip» para sostener el cuerpo. Escribimos una vez sobre la función del tatuaje y la fuga del cuerpo (Beneti, 2015). ¿No podríamos pensar en las aplicaciones hormonales inyectables, las llamadas «bombas», modelando, atando, haciendo un cuerpo que podría «deshacerse»? ¿No serían invenciones psicóticas?


En cuanto a la externalidad subjetiva, el signo más frecuente en el psicótico ordinario, como nos propone Miller, es el de la experiencia de vacío, de vacuidad, de vaguedad, de naturaleza no dialéctica. En este caso, encontramos una fijación especial de ese índice. Incluso una fijeza de la identificación real con el objeto a como desecho, llevando al sujeto a transformarse en un rebote, degradándose a sí mismo hasta el punto más extremo, realizando el desecho sobre su persona. ¿No podríamos pensar aquí en una «melancolía crackeana»?  Una hipótesis...


Miller nos orienta en este texto en tanto si no encontramos la posibilidad de diagnósticos seguros, precisos de una neurosis, y si pensamos en una psicosis encubierta, entonces deberíamos pensar en las psicosis ordinarias. Donde debería haber el Nombre-del-Padre tendríamos un CMB (Compensatory Make-Believe), un hacer-creer compensatorio del Nombre-del-Padre. Y, además, deberíamos buscar en la psiquiatría clásica y el psicoanálisis de qué formas clínicas psicóticas, diagnósticas, se tratan.


Podríamos entonces preguntarnos, cuando estamos ante sujetos toxicómanos en la clínica, si estaríamos ante sujetos psicóticos. ¿La toxicomanía se presentaría como solución psicótica contemporánea?


Una «dependencia química», un «goce toxicómano» ¿se presentaría como  la «punta de un iceberg» (efecto de un CMB) cabalgando sobre la base del iceberg, en una estructura psicótica? ¿O un «sinthome», como cuarto término que anuda un simbólico «fugitivo»?

 

Traducción del portugués: Estefanía Elizalde

 

Referencias Bibliográficas:

MILLER, J.-A. “Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria”, en El caldero de la escuela, n. 14, año 2010.
LACAN, J. “De una cuestión premilinar a todo tratamiento posible de la psicosis”. En: Escritos 2. México: Siglo XXI, 2009.
BENETI, A. “Tatuaje y fuga del cuerpo”. En: VII Enapol El imperio de las imágenes. 2015. Disponible en: http://oimperiodasimagens.com.br/pt/faq-items/tatuagem-e-fuga-do-corpo-antonio-beneti/