Hacia el Congreso de la AMP 2026 – La Ruptura com el Falo

Hacia el Congreso de la AMP 2026 – La Ruptura com el Falo

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El próximo congreso de la Asociación Mondiale de Psicoanálisis (AMP), cuyo tema es el aforismo de Lacan “No hay relación sexual”, es una ocasión para poner al trabajo la relación del sujeto con el falo. Según Lacan, éste es un “obstáculo”[1] en la relación entre los sexos. A partir de aquí, cabe nuevamente a la Red de Toxicomanía y Alcoholismo (TyA) del Campo freudiano, interrogar la proposición de Lacan según la cual la droga “permite romper el matrimonio con el pequeño pipí.”[2]

Una de las primeras lecturas que aclaran este pasaje es aquella propuesta por Éric Laurent en 1988: se trata de una ruptura con el goce fálico. Sin embargo, se pregunta: ¿Lo escribimos φo o Φo? Las Conversaciones de Arcachon, Antibes y Angers[3] aun no habían tenido lugar. ¿Se trata de “un nuevo modo de goce o de un agujero de goce”? El autor, varios años más tarde, propondrá un contrapunto interesante: se trataría de cortar el lazo con el pito, al parecer, en alusión al órgano. La distinción conceptual que Lacan hace entre goce fálico y goce peniano, contemporánea de la tesis de ruptura, parece crucial para nuestra investigación.

Fabián Naparstek muestra que la inscripción del falo es aquello que hace del órgano un instrumento. El uso de la droga puede poner en función el órgano allí donde el efecto de la palabra no lo permite. Pero a su vez, por el contrario, puede dar cuenta de la insubordinación al servicio sexual[4], como lo propone Jacques-Alain Miller.

¿Cómo pensar entonces la relación entre toxicomanía y psicosis allí donde la ruptura con el falo es de orden estructural? La tesis de ruptura invita a pesquisar cómo el toxicómano hace uso del tóxico allí donde el órgano no ha devenido instrumento para responder a los avatares del encuentro sexual. Jésus Santiago se pregunta, la utilización del tóxico, ¿permitiría tratar un goce del sentido que gravita alrededor del órgano cuando hay un agujero a nivel de la significación fálica?

La tesis de ruptura, ¿permite una elucidación del sintagma “no hay relación sexual”? La hipótesis de Jean-Marc Josson consiste en sostener que la droga permite romper el efecto del afecto propio del significante al percutir el cuerpo. ¿Se trata de una tentativa de tratamiento del goce deslocalizado en el cuerpo que no se circunscribe al órgano?

Una selección de extractos de textos y algunas referencias bibliográficas son aquí propuestas.

¡Buena lectura!

Tomás Verger

 

Éric Laurent, “Tres observaciones para la toxicomanía” (extractos)

“En su enseñanza, uno no puede decir que Lacan haya considerado que el psicoanálisis tenga mucho que decir sobre la droga, porque en el fondo, recorriéndolo de arriba a abajo, no hallamos más que algunas frases. Sin embargo, nos da, de todas maneras, en los años 70, esta indicación mayor: “no hay ninguna otra definición de la droga más que esta, es lo que permite romper el matrimonio del cuerpo con el pequeño pipí.”[5]; decimos: con el goce fálico. Es una indicación preciosa. Además ella apoya, creo, toda una reflexión que muchas personas que se ocupan de toxicómanos han hecho: considerar que la toxicomanía no es un síntoma en el sentido freudiano y que la toxicomanía no es consistente. Nada, en la droga, nos introduce a otra cosa que un modo de ruptura con el goce fálico. No es una formación de compromiso, sino una formación de ruptura. Esta abre el problema de cómo escribir la ruptura con este goce fálico. ¿Lo escribimos φo o Φo[6]?

Y ¿cómo vamos a determinar, diferencialmente, si se trata de un nuevo modo de goce o más bien de un agujero de goce?

Efectivamente, este expresión de “ruptura con el goce fálico”[7], Lacan la introduce también para la psicosis – donde él anota Φo como consecuencia[8] de la ruptura, ruptura con respecto a la identificación paterna, decía Freud, y para Lacan, de la función de los Nombres del Padre, que escribe Po. En el lugar donde los Nombres del Padre producen la significación fálica de lo que es dicho, tenemos en la psicosis esta dupla de términos: Po – Φo, donde Lacan se pregunta, en un momento dado, si uno implica necesariamente el otro, o si puede haber uno sin el otro.[9]

Para la psicosis no sé. Pero, seguramente, la utilización de tóxicos lleva a pensar que puede haber producción de esta ruptura con el goce fálico, sin que haya por lo mismo forclusión del Nombre del Padre. Esta es por otra parte la consecuencia de la tesis, sostenida hasta el extremo, que el toxicómano no existe, o que la toxicomanía no es un síntoma.

La tesis de Lacan a propósito de la toxicomanía es pues una tesis de ruptura. Su breve observación, en ese sentido, por breve que ella sea, es, sin embargo, una tesis que compromete profundamente toda su teoría del goce, así como la del lugar del padre y el porvenir del Nombre del Padre en nuestra civilización.”

“La primera consecuencia, entonces, de la pequeña frase de Lacan, es la ruptura con los Nombres del Padre obtenida fuera de la psicosis. La segunda consecuencia que se puede extraer es la de una ruptura con las particularidades del fantasma. Ruptura con aquello que el fantasma supone el objeto del goce en tanto que incluye la castración. Es por eso que podemos sostener con mucha seguridad que el toxicómano no es un perverso. No es un perverso porque la perversión supone el uso del fantasma. La perversión supone un uso muy específico del fantasma, mientras que la toxicomanía es un uso del goce fuera del fantasma. Ella no toma los caminos complicados del fantasma. Es un cortocircuito. La ruptura con el “pequeño pipí”, como dice Lacan, tiene como consecuencia que se pueda gozar sin el fantasma.”

“…me parece que se puede tratar la toxicomanía como el surgimiento en nuestro mundo de un goce Uno. En tanto tal no es sexual. El goce sexual no es Uno, está profundamente fracturado, no es aprehensible más que por la fragmentación del cuerpo.”

*Texto integral publicado en Quarto n. 42. Bruxelles, déc. 1990, p. 69-72.

 

Éric Laurent, « Un modelo digno para las instituciones que queremos » (extractos)

“Rosa Elena Manzetti en Pharmakon presenta el caso de un sujeto que tomaba drogas para mantenerse despierto mientras dos prostitutas hacían el amor frente a él. Mientras miraba con fascinación, trataba de ver a una mujer que gozaba e insistía en obtener este plus de goce de la mirada, de ver lo que no se puede ver. Entonces, él quedaba fuera del juego, y con cocaína, se mantenía en este nivel de excitación que le permitía ir más allá y, al mismo tiempo, separarse del goce fálico, es decir, no querer entrar en el juego y, a la vez, permanecer fascinado por este goce femenino que se imponía. Lo que se verificaba es que lo que este sujeto quería ver era lo que se le había impuesto como experiencia en la infancia: constatar la ausencia del pene en la madre. Y entonces, es interesante comprobar que estas escenas no sólo las hacía con mujeres, sino que trataba de obtener específicamente dos travestis a los que, en los juegos eróticos, les hacía conservar la bombacha hasta que en el último momento, se verificaba la presencia del pene. Vemos aquí que se presenta el travesti como encarnación de la mujer fálica.

En este caso presentado por Manzetti se ven los dos registros. Primero, la neutralización, es el Φ0 en cuanto neutralización fálica; pero, al mismo tiempo, hay fascinación por la exhibición del falo materno. Y uno no impide el otro, – esto es interesante en el caso -, la dialéctica con la cual se articulan las cosas.”

“En segundo término, entonces, lo que nos enseña la toxicomanía – esto se comprueba en el caso presentado por Manzetti[10] – es el lazo fundamental que hay entre todas estas sustancias tóxicas y la fascinación del hombre por el goce femenino.

La Antigüedad tenía como máxima que Venus y Baco fueran juntos, que la ebriedad del vino tenía que acabar en la cama. La no-sabiduría moderna precisamente es al revés, rompe con el goce fálico pero refuerza (lo que no hay que olvidar en el caso de Manzetti es la fascinación del hombre por el travesti que parece confirmar esta perspectiva) refuerza – decía -, la sujeción del hombre moderno al superyó, que no es un superyó materno sino el superyó del goce femenino.

El hombre y la mujer moderna se encuentran confrontados con lo que Lacan escribe en “El Atolondradicho”, es decir, con esta reformulación del enigma propuesto a Edipo que Lacan formula a partir del goce femenino, de la esfinge como encarnación del goce femenino. No es una pregunta sobre el hombre, sino una pregunta sobre si el hombrecillo que tiene enfrente estará a la altura de la satisfacción femenina; y es la razón por la cual en “El Atolondradicho” Lacan empieza su exordio por la Esfinge que habla y que dice “me has satisfecho thombrecito”[11], etcétera (eso permite la lectura del asunto). Hay una fascinación, siempre la hubo, del hombre por el goce femenino.

Está claro que los antropólogos a veces piensan que el hombre aprendió a contar con los dedos de su mano: uno, dos, tres, cuatro, cinco. Me parece una idea de filósofo, creo que si el hombre aprendió a contar, tenemos una huella de que en muchos sistemas de numeración lo que hay es: uno, dos, tres…infinito. Uno, dos, tres y mucho más, una categoría del ‘mucho más’.

Esto, me parece, es acorde con la idea de que los hombres con el goce fálico han empezado a saber que hay uno, dos, tres veces en la noche y después es mucho, puede ser más cercano a la modalidad con la que se aprendió a contar…

Pasar del Uno, en tanto que contable, al goce que pareció fascinante de la “Diosa blanca”[12], no como encarnación de la madre sino como de “La mujer”[13], es esto lo que me parece da cuenta de la figura de Dios como encarnación del goce femenino – como subrayaba Lacan. En estas huellas de las diosas del Mediterráneo, la figura femenina se encarna en Diana de Efesia como representante de la Antigüedad romana. Es la encarnación del Dios contra el cual Moisés supo poner un límite y da la idea de la introducción del punto a partir del cual no se puede contar más.

Es la fascinación por el infinito, por el superyó femenino en la situación del hombre moderno, el hombre de los derechos humanos – que no tiene más figuras heroicas con las cuales identificarse – lo que refuerza la incidencia de este superyó y el sueño de un tipo de transexualismo del goce[14] que se podría obtener con el goce de las drogas.

En este sentido encontramos otra significación de la ruptura con el falo[15] que podría orientarnos en ese camino: tratar de identificarse a este goce superyoico, sea por el lado del hombre, sea por el lado de la mujer.”

*Texto integral en español publicado en Sillitti, D., Sinatra, E. y Tarrab, M. Del hacer al decir. La clínica de la toxicomanía y el alcoholismo. II Jornada del Instituto del Campo Freudiano.  Buenos Aires, Plural editores, 1996, p. 61-80.

 

Éric Laurent, “El lugar de los hombres en la ciudad de las mujeres” (extractos)

“La figura del machista gozador a la Trump es una especie de pantomima de lo que sería lo ilimitado del goce femenino, como la del drogadicto que quiere liberarse, por lo ilimitado de la droga, de la caída fálica. El asunto de la articulación de los dos goces, el goce fálico y su más allá, es situar lo que hace que, cualquiera que sea la igualdad de derechos, una mujer sea siempre radicalmente Otra para un hombre. Y es entonces cuando puede ser síntoma y no superyó infernal y mortífero. El goce en la ciudad de las mujeres, donde los hombres tienen su lugar según Lacan, no tiene nada de hedonismo. Se separa entre aquel goce más allá del límite fálico, aquel que más allá de la castración, el hombre imagina, y lo ilimitado que se civiliza por su inscripción en el lado femenino de la sexuación. No hay un ciframiento alguno para esto cualquiera sea la forma del Uno. El declive de las ideologías, de los grandes relatos de lo que hacía universal el bien común en forma de un ideal compartido, revela una competencia entre múltiples goces que no pueden resolverse en la unidad.”

“Esa es la invención. La experiencia trans consiste en la invención del órgano que daría cuenta de aquel que al cuerpo le sería necesario y que permitiría deshacerse del obstáculo fálico. Lacan lo dice muy bien: el falo es lo que impide que uno goce del cuerpo del otro. Bueno, vamos a cortarlo e inventar el órgano adecuado. Es un proceso absolutamente fantástico que pone en juego todo el conocimiento de la ciencia – todo lo que sabemos hacer con las hormonas, la cirugía plástica – para una invención de saber. Es un proceso sin fin, porque el órgano que habría que encontrar no se encuentra; entonces hay que seguir inventando.”

*Texto extraído de la Conferencia pronunciada en ocasión de la Semana Lacan « Hommes et femmes selon Lacan », 13-18 de mayo de 2019, ACF-VLB, disponible en YouTube.

 

Éric Laurent, “Retrato de Joyce en Santo hombre” (extracto)

“Gracias a la relación con su inconsciente, Joyce no es un santo, tiene el orgullo de su arte. Tiene el “arte-gullo”, y Lacan añade “hasta la saciedad”, primera indicación en la que se inscribe la relación con el tóxico, el alcohol, que contribuirá mucho, junto con la sífilis, a la degradación de la salud de Joyce.[16] Su hermano Stanislas atribuía a comas etílicos la agravación de problemas oftálmicos.[17] Las alcoholizaciones masivas, que habían empezado en Dublín tras la muerte de la madre[18], se multiplican tras su paternidad[19], en Trieste, y escanden su vida en Zurich y en París hasta la perforación de la úlcera duodenal.”

*Texto integral publicado en Mental, Revue de l’Eurofédération de psychanalyse, n. 35. Paris, 2016, p. 62-73. Publicado también en É. Laurent, El reverso de la biopolítica, Buenos Aires, Grama, 2016, p. 172.

 

Éric Laurent, Conversación sobre “Reflexiones sobre tres cuestiones del feminismo con la no relación sexual” (extracto)

“Yo no diría que hay dos sexos o dos goces, más bien me referiría a la Unaridad. Hay el goce del órgano y hay el goce femenino. Hay un solo goce como tal. Hay un solo goce sexual. La multiplicación de las experiencias LGBT lo evidencian. Es una experimentación de cómo se declina la oposición entre el goce del órgano y el goce (sexual) como tal. Es decir, por ejemplo, el uso en la comunidad gay del masoquismo para ir más allá del obstáculo del órgano, es una experimentación. Desde los años 70 cuando en el Castro, en el barrio gay de San Francisco, en las primeras Gay Pride se introdujo el fist-fucking en las relaciones sexuales, se trataba de un masoquismo así determinado, una técnica sexual para cuestionar los límites del órgano. De la misma manera, el uso de drogas, calculado o no, siempre ha sido uno de los aportes del movimiento gay, el uso del popper – sistemáticamente -, en las relaciones sexuales, diferente como efecto de lo que produce la cocaína. El uso del popper que era también como decía Lacan, una forma de cortar el lazo con el pito, las drogas permiten, cuando se usan, ir más allá. Es una manera de experimentar cómo a partir del hecho, si se pone el acento en tener un pito como algo que determina una comunidad y éste como instrumento de goce, como lo han hecho las comunidades gay. Esto, al mismo tiempo, da cuenta de toda una serie de experimentaciones sobre cómo ir más allá y cómo se experimenta.”

*Conversación integral sobre “Reflexiones sobre tres cuestiones del feminismo con la no relación sexual”, audio en español, 04 de diciembre de 2019, disponible en https://radiolacan.com/es/podcast/conferencia-en-el-palais-rouge-de-buenos-aires-reflexiones-sobre-tres-cuestiones-del-feminismo-con-la-no-relacion-sexual/3

 

Jean-Marc Josson. “Romper el efecto del afecto” (extractos) 

“El hombre del que se trata, comienza a consumir en prisión para soportar, dice, las intimidaciones, amenazas y la violencia. Sin embargo, durante su estancia en una institución, resulta que más allá de éstas, es objeto de la mala intención del Otro, cuya singular fórmula presenta: estamos tratando de deshacernos de él. Su consumo le permitiría taponar esta interpretación, que es para él una certeza.

El consumo de este hombre es un intento de tratar, no su certeza, sino el efecto que produce esta certeza en su cuerpo. Es un intento de tratar el afecto.”

“El afecto tiene su origen en el pensamiento, no en el cuerpo o el alma. (…) El afecto viene del pensamiento y va al cuerpo; viene del pensamiento, de donde “descarga” – fórmula que pone en evidencia que el afecto es una “expresión” de la pulsión, y va al cuerpo, donde perturba las funciones, donde causa disfunciones. Estas perturbaciones impiden todo equilibrio, toda homeostasis: “Ninguna armonía del ser en el mundo…”[20], añade Lacan.”

“El afecto – y subrayo esta definición – es un efecto. (…) Este efecto afecta al cuerpo, lo impacta, lo marca.”

“El afecto es el efecto de las palabras (…) el afecto hace del sujeto del inconsciente un ser parlante, es decir, un sujeto del inconsciente dotado de un cuerpo, un “cuerpo hablante”, como lo llama Jacques-Alain Miller, un cuerpo con el que habla y que es afectado por la palabra.”

“El afecto es, pues, el efecto de un significante en el cuerpo.”

“Es – retomo mi hipótesis de partida – lo que intenta tratar el consumo. Su objetivo es anestesiar o reducir el efecto del afecto en el cuerpo que produce sin cesar el significante que se reitera. El consumo de drogas o alcohol se convierte en toxicomanía o alcoholismo cuando – esta es mi segunda hipótesis – este mismo está contaminado por la reiteración que opera en el acontecimiento de cuerpo. Es entonces cuando, tomado por esta reiteración, el consumo se relanza.”

“La moral del pequeño Hans es, por un lado, que el niño y la niña están casados con su rabo, y por otro lado, que este matrimonio es una fuente de angustia. La angustia surge cuando uno y el otro se dan cuenta de este matrimonio: se trata del momento del descubrimiento del pequeño pipí. Las cosas se complican aún más cuando se infla el pene – “no hay allí nada mejor con que hacer falo”[21] -, es decir, cuando se mide el lugar del pequeño sujeto en el deseo del Otro. Es aquí donde las palabras, como las de la madre de Hans, hieren y devastan. Romper el matrimonio con el pequeño pipí es romper el efecto del afecto de ese matrimonio. Esto es lo que permite la droga, y lo que continúa provocando su éxito.”

*Texto integral en Les Cahiers de l’ASREEP n. 2. Les addictions sans substances. Genève, 2018, p. 53-58.

 

Jean-Marc Josson. “Un posible lazo” (extractos)

“El consumo de drogas o alcohol es un intento de tratar estas dificultades, estas imposibilidades del vínculo con el otro y con el mundo. Este consumo puede tener dos funciones: romper o ligar.”

“La droga permite romper el efecto del afecto que producen las consecuencias de la no-separación. Es la famosa definición que da Lacan de la droga en la última parte de su enseñanza, iluminada por su concepción del afecto propia del mismo período.”

“El consumo de drogas también permite vincular, conectar con el otro, con el mundo, con la realidad o con la vida. Entonces permite paliar la dimensión del deseo.”

*Texto integral publicado en Quarto 118. Lire Lacan. Bruxelles, 2018, p. 114-120.

 

Jésus Santiago, “La droga de W. Burroughs: un cortocircuito en la función sexual” (extractos)  

“Lo que se denomina artefacto de la droga no es, por tanto, un sucedáneo del objeto sexual sustitutivo, porque le falta la inscripción en el registro fálico. Este modo preciso de operar un cortocircuito en la función sexual equivale a la dificultad del toxicómano para soportar las coacciones relacionales impuestas por el partenaire sexual.”

“La técnica de ruptura, de separación del toxicómano, en este preciso punto del encuentro con un partenaire, revela su impasse con lo que le fue transmitido de la ley fálica, lo que a su vez implica dejarle la función del deseo fuera de su alcance. Le queda, entonces, la técnica de la droga como respuesta. Le queda, en fin, esa estrategia que me lleva a concebir la toxicomanía como un caso ejemplar de la profusión, en la civilización de la ciencia, de un cortocircuito propio de las soluciones no fálicas de separación entre el cuerpo y el goce.”

* Texto integral publicado en Quarto 79. Paradis toxiques. Bruxelles, juin 2003, p. 52-54.

 

Jésus Santiago, “Droga, ruptura falica et psicosis ordinaria” (extractos)

“Este carácter artificial de fabricación de la satisfacción, de estilo monótono, obtenido en el circuito cerrado del cuerpo y de la droga – satisfacción que trae consigo el rechazo de los semblantes del Otro – remiten a la concepción de la toxicomanía como un tipo clínico que se define por la ruptura de la función fálica. Este rechazo de los semblantes del Otro que se traduce por la ruptura fálica es lo que permite a J.-A. Miller postular la toxicomanía en el horizonte del goce cínico. Por eso, es necesario establecer una distinción esencial entre el autismo del goce en el cinismo antiguo, propio de la masturbación pública, y el goce del toxicómano, propio de la satisfacción tóxica. Si coinciden en el modo de inclusión del Otro, convergen en el rechazo de los semblantes de la civilización. Ambos divergen, sin embargo, en lo que se refiere al goce fálico.

El cínico antiguo se conforma con el goce autoerótico, masturbatorio, y con el valor fálico que se deduce de esta estrategia en obtener alguna sintonía entre el goce y el cuerpo. En esta búsqueda compulsiva de una satisfacción artificial y fabricada, el toxicómano da señales de que hay fallas en el dispositivo fálico que favorece el posible funcionamiento del goce necesario para el ser hablante. Desde este punto de vista, no se confunde con el modo de goce del cínico antiguo, ya que reacciona de manera distinta al matrimonio que el ser hablante es llevado a establecer con el falo. El toxicómano es justamente aquel que no consiente al matrimonio con el goce fálico y, por tanto, no lo concibe como una salida viable, porque su fijación reside en lo real del goce que se extrae de su relación con el órgano peniano. Para el cínico, por el contrario, no importa si el goce fálico no conviene a la relación sexual, pues, sin embargo, se muestra apegado al autismo del goce. El toxicómano, a su vez, es un objetor del falo y del goce que se desprende de él o, aún, del goce que el ser hablante necesita. Llama la atención el modo en el que el toxicómano con su goce a solas con la droga, se rebela contra ese necesario goce fálico que, según Lacan, a pesar de ser un “goce que no conviene – non decet – a la relación sexual”[22].

“El alcance clínico de la visión lacaniana de la toxicomanía implica considerar la droga como un objeto que busca suplir fallas de la función fálica, teniendo en cuenta su papel de viabilizar un goce que mantenga cierta afinidad con la palabra. De otro modo, la presencia insistente y compulsiva de la droga denota el estancamiento del sujeto con respecto al goce que conviene, el goce impulsivo que, bajo el efecto de la incidencia de la castración, encuentra sus objetos, que se constituyen como Ersatz, pues velan y, al mismo tiempo, develan la castración. La esencia de la definición de la droga, promovida por Lacan en 1975, es la tesis de que su práctica metódica expresa las dificultades que el toxicómano encuentra en ser fiel al matrimonio, que todo ser hablante contrae un día con el partenaire-falo.

(…)

En el fondo, lo que se deduce como específico al acto toxicómano es la ruptura fundamental con el goce derivado de este matrimonio, necesario para todo sujeto, pues es ella quien fomenta el plus-de-gozar que conviene. Se observa, así, que esta definición se estructura sobre la base de la consideración de que el matrimonio del ser hablante con el falo, o incluso del goce que resulta de él, es rechazado en nombre de su fuerte conexión con el goce-sentido que incide sobre el órgano peniano.

En la clínica, para manejar tal definición, se impone evaluar la droga como un factor de separación del matrimonio del pene y no del falo. En otras palabras, el toxicómano es un sujeto que permanece casado con el goce de sentido que gravita alrededor del órgano, en tanto no ha contraído un lazo posible con el falo. Es necesario, por tanto, no confundir el falo con el órgano peniano, así como, más aún, con cualquier representación imaginaria o idea de que es, naturalmente, un privilegio masculino. Como función, el falo es un operador, un significante del goce, que se sitúa fuera del cuerpo. La paradoja es que este operador localizado fuera del cuerpo está destinado a designar, al menos parcialmente, los efectos del goce sobre el cuerpo. Se trata de un significante a-semántico, que no significa nada y solo como encarnación de la nada puede operar favorablemente en el momento de la iniciación sexual, oportunidad en la cual el sujeto se enfrenta con el misterio del Otro sexo.

En comentario a “El despertar de la primavera”, Lacan propone que la iniciación sexual es más favorable a la vida cuando, levantado el velo, en el momento en que el adolescente se enfrenta con la construcción del partenaire sexual, se revela esa nada inherente al falo. Se concibe así esta nada como la contrapartida de lo que irrumpe, en la adolescencia, como índice de la viabilización del goce fálico, que se articula con el saber, con la palabra. Si el toxicómano está marcado por la ruptura fálica que se expresa en su dificultad para tratar con el goce del cuerpo, esto se debe al hecho de que, en función de su apego al goce-sentido en torno al hace-pipí [Wiwimacher], esa nada no tiene lugar. La ruptura fálica equivale, pues, al exceso de sentido que se produce en el momento del encuentro con el Otro sexo, un exceso perturbador de la iniciación sexual, que obstruye cuando debería presentarse enigmático y sin sentido en el goce sexual.

Si se señalara, además, que la clínica de la ruptura fálica presente en los fenómenos derivados del uso toxicómano de la droga no se deduce directamente de la forclusión del Nombre-del-Padre, aun porque, si así fuera, se podría estar ante fenómenos típicos de las psicosis, es decir, el delirio y la alucinación. Se puede decir que la ruptura fálica emana de la propia lógica de la elisión del falo en el funcionamiento del goce y que, por razones relativas al impacto contingente del significante en el cuerpo, se le prohíbe al sujeto el goce que conviene a la inexistencia de la relación sexual. La tesis de la ruptura fálica como factor dominante en las toxicomanías ejemplifica una inversión en el orden de los factores característicos de la actualidad clínica, es decir, ya no se piensa el agujero en la significación fálica solo como consecuencia del agujero del Nombre-del-Padre.

El Nombre-del-Padre se convierte en un predicado según como el síntoma y la función fálica organizan y ordenan el goce para el sujeto. Según Miller, deja de ser el nombre propio de un elemento particular llamado Nombre-del-Padre. Es lo que se presenta mediante la pregunta: ¿el sujeto cuenta con el Nombre-del-Padre o hay forclusión de éste? Hoy en día, el Nombre-del-Padre ya no es un nombre, sino el hecho de ser nombrado, de que se le asigne una función o, como afirma Lacan, de “ser nombrado para”[23]. En suma, el Nombre-del-Padre ya no es un nombre propio y se convierte, según la definición de la lógica simbólica, en un predicado relativo al agujero de la significación fálica:

NP (X) –> X = ruptura fálica

En mi opinión, esta formulación aproxima lo que hay de nuevo síntoma como característico de la toxicomanía, con el campo de las llamadas psicosis ordinarias, en el sentido de que la satisfacción obtenida con la droga, así como por medio de otras modalidades, por ejemplo, los tatuajes y los piercings, puede funcionar como un “sustituto sustituido”[24]. Si el Nombre-del-Padre es un sustituto del deseo de la madre, pues impone su orden al goce de ésta, la droga puede revelarse un “sustituto sustituido”. En otras palabras, la droga puede ser un Nombre-del-Padre en la relación que el sujeto tiene con su cuerpo. Decir que estas técnicas de cuerpo – entre otras, las drogas y los tatuajes pueden ser “sustitutos” del Nombre-del-Padre es una manera de traducir lo que viene a ser este significante tomado como predicado. Lo que se muestra como método de cortocircuito en la sexualidad inherente a la satisfacción tóxica es mucho más, en términos de Miller, un “hacer-creer compensatorio”[25] [compensatory-make believe] del Nombre-del-Padre, en el sentido de que hace posible alguna solución para los desórdenes del goce en la vida de un toxicómano. Desde esta clínica del “hacer-creer compensatorio”, se valora la continuidad entre los territorios de la neurosis y la psicosis, se enfatiza lo que los hace contiguos, dos modos de responder a un mismo real, pues se trata, bajo este punto de vista, no de establecer fronteras sino de constatar anudamientos, abrochamientos, desconexiones, desanudamientos entre hilos que están en continuidad.”

* Texto integral disponible en Pharmakon Digital n. 3. https://pharmakondigital.com/droga-ruptura-falica-e-psicose-ordinaria/

 

Fabián Naparstek, “Introducción a la clínica de las toxicomanías y del alcoholismo” (extractos)

“Para que el falo esté inscripto no alcanza con que alguien tenga pene, hace falta además que ese órgano responda en cierta manera a la palabra. Entonces, la inscripción del falo coincide así con esa relación entre un órgano y la palabra, que es lo que Lacan después llamó “hacer de un órgano un instrumento”[26] (…) Hay un error común, dice Lacan, en confundir lo real del órgano con su articulación al significante en tanto instrumento, que se ve patéticamente en el ejemplo de los transexuales. Con las consecuencias funestas que, a nivel subjetivo, traen en muchos casos estas operaciones.”

“El exceso propio de la toxicomanía muestra muy bien ese fuera de regulación fálica. Si hay una función que tiene el falo es, por excelencia, poner medida a las cosas. (…) A mi gusto la sobredosis habría que pensarla fuera de la medida fálica. La posible ruptura con el falo es lo que hace que se pase a la manía por el tóxico, entendiendo a la manía como aquello que lleva al sujeto por fuera de un anclaje fálico. De este modo, siguiendo lo que hemos desarrollado, se pueden verificar diferentes usos de la droga. Hay un uso de la droga que – considerando el caso relatado – le había permitido mantenerse casado con su órgano. Hay otro uso que permite a ciertos sujetos tomar coraje y enfrentar al Otro sexo y poner en función el falo. (…) Vimos también cómo aquello que puede empezar en un intento de mantenerse casado con el falo o en un intento de ponerlo en función, finalmente se desamarra, se suelta del falo y provoca la manía por el tóxico.” (Referencia a una viñeta clínica presentada en el libro)

“No querer saber nada con lo sexual, si entendemos lo sexual en términos fálicos, no es el encuentro solamente con el cuerpo del Otro sexo, sino que puede ser el encuentro con el cuerpo del mismo sexo, que puede ser la masturbación misma, lo cual no impide distinguir una cosa de la otra. Esta forma milleriana de plantear las cosas sigue con la idea de Lacan respecto de la ruptura con el falo…”. (…) Se puede hacer uso de la droga para insubordinarse al servicio sexual[27], para mantenerse estancado en el goce del onanismo como soldadura, para tratar de acceder al otro sexo como una muleta, en términos de Freud. Me refiero a la muleta cuando el falo tiene sus limitaciones – que por estructura es siempre así -, y el sujeto no soporta esas limitaciones y, por ende, intenta levantarlo para acceder al otro sexo.”

“…si nosotros tenemos una tesis de que la toxicomanía implica una ruptura con el falo, (…) y en la psicosis tenemos esa ruptura desde el vamos, de nada nos puede servir la tesis de la ruptura. Nosotros partimos de la idea, para el caso de la neurosis, de que hubo una ruptura que es coyuntural y en la psicosis, siguiendo a Lacan, tenemos la idea de que esa ruptura es estructural… (…) Si a eso le agregamos que cada vez más, en la clínica, recibimos sujetos toxicómanos que son diagnosticados como psicóticos, aumenta más la importancia de poder ubicar cómo pensar la toxicomanía en la psicosis.”

“Un sujeto relata que antes de conocerlo (al Viagra) no podía mantener relaciones ya que no sentía deseo, aunque agrega que quería ser como los demás. Dice que con el Viagra comenzó a ser como los demás y a su juicio empezó también a regular sus erecciones. El órgano ya no está suelto, sino que empieza a responder a las pastillas. Si bien de vez en cuando, sigue teniendo “erecciones sueltas” ahora él lo justifica como un residuo de Viagra en el cuerpo. (…) “se ve también en este caso, que a falta de una operación que produce la carencia del significante que liga el órgano como un instrumento, lo que va al lugar del significante es el químico, y es a partir de éste que se intenta transformar el órgano en instrumento. (…) En el lugar de la palabra, a falta de dicha palabra, el sujeto utiliza la pastilla. Una operación en lo real, para darle una ligadura a lo insoportable de la invasión de goce del órgano.” (…) En estos casos de psicosis se ve muy bien que la droga no solamente no es una ruptura con el falo sino que es lo que intenta ligar ese pequeño pipí con el cuerpo.”

*Texto integral publicado en “Introducción a la clínica de la toxicomanía y el alcoholismo”, Libros I, II, III. Buenos Aires, Grama, 2008.

 


Bibliografía hacia el Congreso de la AMP 2026 – La ruptura con el falo:

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[1]  Lacan, J. (1971) El Seminario, libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Texto establecido por Jacques-Alain Miller, Buenos Aires, Paidós, 2009, p. 62.
[2]  Lacan, J. (1975) “Cierre de las Jornadas de Estudio de Carteles de la Escuela Freudiana”, Revista Lacaniana n. 17, Año IX, Buenos Aires, Grama, noviembre 2014, p. 16.
[3]  Conversaciones realizadas en Francia en los años 1996, 1997 y 1998. Cf. Miller, J.-A. y otros, Los inclasificables de la clínica psicoanalítica y La psicosis ordinaria, Buenos Aires, Paidós, 1999.
[4]  Cf. Miller, J.-A. “La droga de la palabra”, supra.
[5]  Lacan, J., “Cierre de la Jornada de Estudio de carteles de la Escuela freudiana”, Lacaniana 17, noviembre 2014, Buenos Aires, Grama, p. 16. Reéditado en Pharmakon Digital n. 2.
[6]  La notación se encuentra en el esquema I desarrollado por Lacan en “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” (1958), in Escritos II, Buenos Aires, Siglo XXI Ed., 2002, p. 546.
[7]  La noción de goce fálico aparece en la enseñanza de Lacan a partir de la primera clase de su Seminario Aun. Sin embargo, una mención presente se ubica en la séptica clase de …o peor.
[8]  Desde la primera reunión concerniente al seminario de investigación sobre la clínica diferencial de las psicosis del D.E.A. (París VIII – 1987), J.-A. Miller lanza este interrogante.
[9]  “Este otro abismo, ¿se formó por el simple efecto en lo imaginario del llamado vano hecho en lo simbólico a la metáfora paterna? ¿O tendremos que concebirlo como producido en un segundo grado por la elisión del falo, que el sujeto remitiría para resolverla a la hiancia mortífera del estadio del espejo?”. “De una cuestión preliminar…”, op. cit.
[10]  Manzetti, R. E., Bertuzzi, E., Bolgiani, P.,  Careto, S., La Greca, A., Morrone, S. “Sobre la toxicomanía: penalizar o despenalizar”, in Del hacer al decir, op. cit., p. 41.
[11]  Lacan, J., “El Atolondradicho”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 492: “Me has satisfecho thombrecito [petithomme]. Has comprendido, era lo que hacía falta. Anda, atolondradicho nos sobra, no sobra para que te vuelva uno después del medio-dicho [l’après-midi]. Gracias a la mano que te responderá con que Antígona la llame, la misma que puede desgarrarte por esfinjo esfinge [sphynge] mi notoda, sabrás incluso, atardeciendo equipararte a Tiresias y como él, por haber de Otro adivinar lo que te dije”.
[12]  Lacan, J., “Prefacio a El despertar de la primavera”, Otros Escritos, op. cit., p. 589.
[13]  Lacan, J., “El Atolondradicho”, op. cit., p. 490.
[14]  Alusión a la mención de Lacan en su escrito de 1958 titulado “De una cuestión preliminiar…”, precisamente, en el esquema I.
[15]  Lacan, J., Cierre de las Jornadas de estudios de carteles de la Escuela Freudiana, op. cit.: “…no hay ninguna otra definición de la droga más que esta, es lo que permite romper el matrimonio con el pequeño pipí”.
[16]  Cf. Birmingham K., The Most Dangerous Book. The Battle for James Joyce’s Ulysses, London, Penguin Book, 2015, p. 290-291.
[17]Ibid., p. 49.
[18]Ibid., p. 25.
[19]Ibid., p. 149.
[20]  Lacan, J., “Televisión”, Otros escritos, op. cit., p. 550.
[21]  Lacan, J., “Cierre de las Jornadas de Estudio de Carteles de la Escuela Freudiana”, op. cit., p. 16.
[22]  Lacan, J. El seminario, Libro 20, Aun. Texto establecido por J.-A. Miller. Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 76.
[23]  Miller, J.-A. “Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria”, en https://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/015/template.php?file=arts/Alcances/Efecto-retorno-sobre-la-psicosis-ordinaria.html
[24]Ibíd.
[25]Ibíd.
[26]  Lacan, J. El Seminario, libro 19, …o peor. Texto establecido por J.-A. Miller. Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 19.
[27]  Miller, J.-A., « La drogue et la parole », Accès a la psychanalyse, Addiction, Bulletin de l’Association de la Cause freudienne en Val de Loire – Bretagne, 2023, p. 15-22. Republicado en el actual número de Pharmakon Digital.
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