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Julien Berthomier y Cécile Peoc’h (Rennes)
He aquí dos sujetos que tratan su ausencia de identificación fundamental en el Otro por medio de la toxicomanía, revelando su posición de objeto de goce. Néo, a la deriva del significante y de los encuentros, ha encontrado el nombre del delirio que teme: “Matrixé” (Matrixado). Benoît, por su parte, se fija a un nombre que lo abruma: “Gay y séropo” (seropositivo). Gracias a las intervenciones de quienes los tratan, sus goces, durante mucho tiempo “cortocircuitados sin mediación”[1] por los tóxicos, encuentran nuevos puntos de enganche en el Otro.
Tóxico …o peor: “Matrixado”
Julien Berthomier
Néo me consulta desde hace 6 meses a raíz de “crisis de angustia” durante fiestas, sobre un fondo de alcohol y drogas. “Adicto a todo”, vive como “un ser gobernado por la pulsión”, según dice. Sin embargo, no viene a tratar sus consumos. Teme sobre todo “delirar”. En el barullo de las conversaciones, se siente concernido por miradas y palabras. El sentido se le escapa. En referencia a la película estrenada en 1999, que le evoca la idea de una influencia, se pregunta si no estará “matrixado”, y a punto de descubrir el secreto de un misterio. Sin embargo, no cree y critica este “pensamiento delirante, latente, ligeramente paranoico y megalómano”. A menudo, se refugia en los videojuegos para alejarse de los otros, y fumar un cigarrillo de cannabis por la noche le ayuda a “poner sus pensamientos en off”.
Progresivamente, aparecen en su discurso los embrollos con el otro sexo, y más ampliamente en su lazo con el Otro, a menudo calificado de “tóxico”. Al principio de las entrevistas, deja “sin medias tintas”, dice él, un trabajo cuyas injusticias denunciaba.
También está en proceso de separación de su compañera, que sufre de cáncer desde hace un año, y cuyo diagnóstico se establece en simultáneo a cuando él la engaña. Se decide a permanecer con ella durante el tiempo de su tratamiento. A pesar de que ella lo frena demasiado, según él, porque rechaza que se drogue en su presencia, constata que es la relación “más estable” que ha tenido en siete años.
Tras finalizar sus estudios, elige trabajos interinos a tiempo parcial y dispone de tiempo para un activismo político de cierta radicalidad. En función de los encuentros, se interesa por la apicultura, el magnetismo, las “energías”… a la fuga del sentido, responde su dispersión. Descubre el parapente y obtiene su licencia de “vuelo libre”. En el aire, describe que “se desengancha del pensamiento”, como con la droga, pero constata que está “colgado de un hilo”. Señalo en sesión el significante “desenganchar” que resuena con su tendencia a romper repentinamente, lo que me parece a la vez problemático y necesario para Néo. La transferencia se ordena a partir de este significante en el que me apoyo para hacer oír que se puede desenganchar de manera menos costosa.
En busca de libertad, dice que necesita un “marco cuadrado con bordes redondeados”. Consiento entonces a sus ausencias, insistiendo en que me avise cuándo regresa. Me pregunta si el precio de las sesiones es “fijo”… y luego deriva hacia el tema del “fix” de los “shoot” de heroína (pico o chute de heroína). Detengo su metonimia: aquí, el precio es estable, como el día y la hora de nuestros encuentros. Se atiene a ello. Tampoco parece querer desengancharse de su pareja, con la que se reparten la “tenencia compartida” de un perro, aunque vivan separados. Recientemente, su amante irrumpe, se siente obligado a confesar todo a su compañera. “Bloqueado” por un dolor de espalda, le preocupa no poder llegar a ella. Le señalo que la angustia, que toca el cuerpo, es una brújula interesante: puede orientarse por ese real para limitar la invasión del Otro.
En lugar de una revelación delirante que daría sentido a su vida, y sin discurso al que engancharse sólidamente, Néo consiente con una cierta forma de alienación significante, en la que testimonia de un insoportable al hacer pareja con el otro sexo. Las sesiones son una oportunidad de reinyectar un poco de palabra para encontrar nuevos puntos de referencia a fin de “no desengancharse totalmente”.
Salir de la soledad del delirio de victimización
Cécile Peoc’h
Recibo a Benoît desde hace varios años en un centro de tratamiento de adicciones. Consume drogas desde el comienzo de su vida adulta tras una decepción amorosa. En este contexto conoció a un hombre con el que mantuvo relaciones sexuales sin protección y cuyo estado seropositivo conoció al mismo tiempo que el suyo. “Interiormente, lo sospechaba”, precisa.
Desde lo que él llama “su mal encuentro”, el Otro se convierte en el que “se aprovecha” de él. Benoît practica el chemsex, “coqueteando con los límites”. Tal y como él lo describe, se trata más de “sexo bajo sustancias” que de encuentros sexuales ligados al deseo. Pero ser seropositivo guía su vida: “Gay y séropo”, dice él. Parece localizar en este significante el goce que se le impone. Su cuerpo es en adelante puesto al cuidado de otro médico, y su elección de trabajar en la prevención de adicciones le permite mantener a mínima una inscripción en el lazo social.
En sesión, Benoît habla de “su agresión” cuando era niño, que resulta ser el “mal encuentro” inicial: se trata de los toqueteos cometidos por una persona de su entorno. Más allá de la irrupción de lo real del goce sexual, lo que más lo marca es el veredicto del juez y las consecuencias de su aplicación. Su agresor, declarado culpable, sale libre del tribunal. En efecto, después de varios años de prisión a la espera del juicio, recibe el beneficio de la excarcelación. “Me destruyó; es como si no me hubieran oído”. La decisión del juez pasando desapercibida para Benoît, acentúa su sentimiento de ser objeto del goce del Otro. Elijo contrarrestar la pendiente melancoliforme de este sujeto, que no se siente escuchado, precisándole que su agresor ha sido condenado, que se ha impuesto una sanción. Cuando Benoît, vestido con mangas cortas, muestra en las sesiones las marcas de su cuerpo, le pido que vaya a urgencias para evitar infecciones y establezco visitas de enfermería para su cuidado. También me intereso por “su costado romántico y sentimental” que lo conecta más con el lado de la vida.
Los partenaires que encuentra Benoît no están muy disponibles. Se siente solo y se queja de ello. Yo me convierto en el lugar donde su voz es escuchada. Su esfuerzo sostenido por situar su posición en el Otro, y dirigírmelo, atempera su intoxicación. Su práctica del chemsex y su consumo de drogas se vuelven más ocasionales, y menos el centro de nuestras sesiones. Más “sujeto de la palabra que aquel del goce”[2], Benoît parece poco a poco desprenderse de su modo de goce para aferrarse un poco más al Otro y salir de la soledad de su delirio de víctima. Actualmente, ocupa el cargo de funcionario municipal electo.