Un delirio de deducción

Un delirio de deducción

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Aurelia Verbecq (TyA-Suiza)

Cuando se encuentra con su amigo el Sr. J.W., el Sr. S.H. consume drogas regularmente: tabaco, cocaína, morfina o heroína, según la época. Creados en 1884 por Arthur Conan Doyle, estos personajes de ficción literaria, el detective consultor Sherlock Holmes y su compañero el Dr. John Watson, fueron retomados y desarrollados en la literatura y en el cine, hasta llegar a las series de televisión protagonizadas por el dúo en el siglo XXI. Del Holmes freudiano de la literatura al Holmes lacaniano de los barrios bajos de las series de televisión, el personaje y sus avatares contemporáneos nos enseñan algo sobre la junción o la disyunción entre delirio y tóxico.

 

Retrato de un hombre moderno

Desde el primer Holmes de la literatura de finales del siglo XIX, las adaptaciones literarias y cinematográficas del siglo XX y las dos series de televisión (británica y estadounidense) del XXI, nos muestran a un personaje contemporáneo de su tiempo. ¿A qué viene todo este alboroto? ¿Será que en el delirio y en el tóxico – amor a la verdad y fascinación por un tóxico en su vertiente pharmakon – permitirían a cada uno reconocer allí un punto íntimo?

A finales del siglo XIX, Conan Doyle creó un personaje que se estimulaba consumiendo diversos tóxicos. Entre ellos, tabaco, cocaína e incluso morfina como estimulante intelectual, en pequeñas dosis, tal y como Freud estudió en Über coca en 1884. La práctica detallada en los libros debe leerse en el contexto del Londres del siglo XIX, atrapado en el mercado global capitalista de las drogas, antes del cambio político y moral del siglo XX. Las adaptaciones cinematográficas están cambiando esta relación con las drogas, a imagen de la sociedad. Las películas y series del siglo XXI muestran a un personaje más en contacto con su objeto de goce. El consumo es más visible en las pantallas; la serie británica “Sherlock”[1] desarrolla a un Holmes atrapado en un pormenorizado consumo de cocaína, con efectos visuales que reproducen las alucinaciones provocadas por la sustancia. La última serie estadounidense, “Elementary”[2], muestra a un ex heroinómano, Holmes, recién salido de un tratamiento de desintoxicación, y al doctor Watson como una madrina de abstinencia. La democratización de la droga hace que los tóxicos cambien según la época, dejándonos entrever un goce atrapado en el mercado único de los placeres.

 

El tóxico en la ruptura del delirio

En todos los retratos, el uso del tóxico por parte del personaje parece seguir siendo el mismo. La monotonía, las banalidades de la vida de las que hay que escapar, el aburrimiento, como punto que encarna un insoportable, es un rasgo que permanecerá constante. Los tóxicos ayudan al personaje en los momentos de ruptura y aburrimiento, etimológicamente referido al vacío, cuando no está ocupado con su trabajo y al enigma que lo acompaña.

S. Holmes está apasionado por el enigma de una situación y el trabajo de deducción que requiere. Amante del razonamiento y de la verdad, su método “se basa en la observación de las pequeñas cosas”. Elevada a un arte para Holmes, la deducción es el acto de conducir la mente a la razón permitiendo sacar, de una suposición aceptada como verdad, la consecuencia lógica que contiene[3].

Si tomamos el delirio, siguiendo a Freud, como un intento de curación, que Lacan generalizó al ser hablante con el aforismo “todo el mundo es loco, es decir, delirante”[4], el delirio se escucha como un discurso articulado donde el sentido se construye a partir de elementos ínfimos en torno a los cuales se teje un texto. El saber es lo propio del delirio, la búsqueda de un sentido permanente que pueda vestir el agujero central que es el signo de la ex-sistencia de un real. Este arte de la deducción debe tomarse como equivalente a la estructura del delirio en la medida en que el delirio es un saber, un S2, que vendrá a fijar la significación y a hacer una interpretación de un S1 enigmático entonces en espera de significación, que, retroactivamente, podrá encontrar su sentido.

La lógica del personaje nos muestra este mecanismo en el que el consumo queda atrapado en este vacío troumático. La toxicomanía es así una formación de ruptura – vertiente social del síntoma – que corta al sujeto del mundo exterior, lo que se compensa por el delirio del trabajo de deducción – en un segundo tiempo – como discurso articulado, reintroduciendo la función del Otro.

 

Adicto a la deducción

En el contexto de la despatologización del “todo el mundo delira”, aplicar esto a la toxicomanía parece pertinente. “Delirio o tóxico”, leído desde la perspectiva de la “o” inclusiva y la lógica de conjuntos de las matemáticas modernas, sitúa en continuidad el delirio y el tóxico. Esto último hace que en parte se solapen y que la transición de uno a otro sea menos delimitada.

En este Holmes, la función del tóxico se multiplica: puede volver a poner en marcha el psiquismo, puede favorecer los lazos, puede alimentar la materia imaginaria del delirio. La unión entre el delirio y el tóxico parece fijar algo durante un tiempo, mientras que quedar atrapado por completo en el tóxico o en el delirio resulta deletéreo. Este personaje del siglo XXI alterna regularmente entre una identificación con el toxicómano y una identificación con el detective, una no sin la otra, necesario en una época más líquida. El acento en una identificación lastra imaginariamente el personaje cuando la otra identificación ya no se sostiene y conduce a un impase.

Éric Marty define nuestra época como la de la modernidad, en la que lo que importa no es tanto la ley como la norma, cuyos puntos de referencia se fijan en función de la escala de normalidad en boga en las distintas sociedades. Así, las patologías del exceso y de la desmesura justifican estas nuevas formas de abuso de sustancias adictivas y apoyan el nuevo discurso contemporáneo “todos adictos”. ¿Sería S. Holmes más bien un “adicto” hoy en día? Sin duda adicto al objeto droga, pero adicto al enigma, al trabajo, a la deducción. Tal vez ahí radique la fascinación por la figura de Holmes, que revela el ¡goza! contemporáneo con el que todo el mundo puede identificarse.

El goce sin límites, tanto del lado tóxico como del lado del saber delirante en busca de la verdad, se vuelve contra el sujeto de la era capitalista, donde el siempre-más acaba por llegar a un impasse. Aquí, la toxicomanía y el delirio de deducción, en un vínculo continuo, deben leerse como nuevos modos de goce en el encuentro reiterado con lo real, donde la verdad última sólo puede ser la de la muerte.

 


[1]  Serie británica “Sherlock” creada por M.Gatiss y S.Moffat, BBC One, 2010.
[2]  Serie americana “Elementary” creada por R.Doherty, CBS, 2012.
[3]  Fuente: CNRTL.
[4]  Lacan, J., ¡Lacan por Vincennes!, Revista Lacaniana n. 11, Buenos Aires, Grama, 2011, p. 7. Texto reeditado  en Scilicet Todo el mundo está loco, Buenos Aires, EOL, 2024, p. 21.
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