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Scarf, pseudonym of an avatar, name of a real
Eric Taillandier (Rennes, Francia)[1]
Resumen: El texto presenta el caso de un “geek” que encuentra una solución para su desconexión del Otro en sus juegos virtuales, en los cuales se nombra “Cicatriz”. La transferencia hace posible ampliar su horizonte y hacerlo “menos monomaníaco”.
Palabras claves: “geek”, desconexión del Otro, juegos, transferencia
Abstract: The text presents the case of a “geek”, who finds a solution for his shutdown from the Other in his virtual games, where he gives himself the name “Scarf”. Transference allows him to amplify his horizon and to become “less monomaniac”.
Keywords: “geek”, shutdown from the Other, games, transference
Leo no es adicto. Es un jugador, matiza él. Son los compañeros de clase los que le dicen que da con la imagen de un “geek”, a causa de las incontables horas que se pasa frente a la pantalla de su computadora jugando a juegos en red, además de su look y su aislamiento. Leo parece que efectivamente invierte la mayor parte de su vida pulsional en las relaciones virtuales, desinteresándose así de “la verdadera vida” y de las comitivas de los campos de intereses posibles (escuela, relaciones amistosas, amorosas, etc.). Tomado por esta dialéctica binaria, enganchado de un lado y desenganchado del otro Leo se presenta al análisis. En este último, el insistir en desplegar las coordenadas lógicas de su lazo al Otro y al cuerpo, y el apoyo también a su manera singular de hacer lazo social, permitirá progresivamente la introducción de un tercer término entre la realidad y lo virtual: el real que Leo trata gracias al juego. Porque mas allá de su dependencia, se trata de apuntar a aquello de lo que es verdaderamente adicto este sujeto “ese algo que, según Jacques Lacan, siempre vuelve al mismo lugar”.
« Bloquear »
Su madre se dirige a mí en una consulta privada, orientada por su médico de familia, porque todos están “desconcertados” por este joven que no quiere desde hace ya algunos días volver al liceo. Es el “impasse”. No tiene dificultades de aprendizaje en el 5to año común al que va. Las dificultades se presentan con las relaciones con sus compañeros de clase y del secundario, “No quiere ver a los otros”. Leo dice que “no compartimos los mismos puntos de interés”. Encentra así que sus pares son generalmente inmaduros, poco interesantes”. Y se aparta. “Más bien soy discreto en público”. Rápidamente Leo es preciso con aquello a lo que se confronta: “Tengo la impresión de que me observan”. Teme que “la mirada de los otros” sea de un “juicio” negativo sobre él. Se “insinúan” cosas sobre él, “sobre su trabajo”, sin estar muy seguro de ello. A veces “duda de lo que siente” diciéndose que son “falsos juicios”. De igual forma parece ser el blanco de ciertas burlas. A veces “me rebelo pero en el pensamiento, sobre todo”.
La madre me indica que a veces, como ahora, él “bloquea” y que en ese caso no hay que insistirle. La historia de los “bloqueos” dura hace ya un tiempo. La primera vez fue según ella, en la primaria. Y fue la escuela quien se lo advirtió a los padres. “Es cuando pide ciertas cosas”. ¿Cuáles? No lo saben exactamente. El padre, a quien recibo después, precisa que el bloqueo inaugural sobrevino en el momento en que la madre fue hospitalizada de urgencia. Un problema de origen genético que la llevaría a complicaciones esporádicas pero potencialmente graves fue el diagnóstico. Desde entonces ella no trabaja, quedándose en casa, concurriendo al hospital toda vez que los signos clínicos alcanzan el nivel de alerta. Ahora bien, el contexto del último bloqueo que lleva a la consulta a Leo se parece al primero de todos. El amigo de la hermana de Leo, que vive la más de las veces en casa de esta familia se enferma gravemente. Desde ese momento todos, salvo el padre que trabaja, se quedan en casa. Mientras señalo el lazo entre la “enfermedad” de unos y el “bloqueo” de Leo, la madre parece percibir que la familia funciona a “puertas cerradas”. Por su parte Leo puntúa esto con un “puede ser” y no volverá jamás sobre eso.
« Un sueño tonto »
Durante largos meses, Leo viene sin reticencia pero habla poco, respondiendo “no lo sé” a casi todas mis preguntas. “No hubo ninguna revolución” me dice con un toque irónico. Nada parece motivarlo. Es “confuso”. Una vez sola me trae un “sueño tonto”, que tuvo a los 7 u 8 años. « Estoy en una estructura para niños y juego a las cartas con mi madre ». El juego es Yu.Gi.Oh!”. La fecha en la que surge el sueño y su actualidad me hacen confirmar la relación entre, por un lado, las inquietudes de Leo que durante las hospitalizaciones de su madre fueron vividas por un eventual dejar-caer materno, y por el otro la aparición del síntoma de “bloqueo”. En aquella época como hoy, esto se traduce concretamente con el hecho de que Leo se queda al lado de su madre todo el día y que efectivamente pasan el día “jugando” juntos. Juegan a las cartas y también tocan la guitarra (toman las mismas clases a domicilio), y todavía más: juegan a juegos en red. Es más, toda la familia lo hace. Dichas actividades toman un lugar tal que el relato de los días, las semanas y las vacaciones de Leo es sensiblemente el mismo: “Jugamos”. Un juego de video, en particular, hace las veces de lugar de encuentros: casi todas las relaciones familiares se originan allí. Contiene un rasgo característico: los jugadores están afectados por una rara enfermedad, como la madre.
El pseudónimo que Leo toma para este juego resalta la particularidad de su solución subjetiva: él es “Cicatriz”. Marca del acontecimiento traumático del que nada puede decir y tentativa de suturar la hiancia, este nombre es el punto de abrochamiento de un cuerpo a cuerpo que Leo encontró para cerrar la herida. Esta parece estar constituida por la hiancia del Otro que lo amenaza hasta en su ser de sujeto. Es así como su avatar es de aquellos que “encajan” para mejor alejar la atención del adversario, mientras que le permite “curar las heridas” de sus compañeros de juego, sin que tengan que sufrir los incesantes ataques.
Esto me parece ilustrar lo que Jacques- Alain Miller enuncia en su curso del 23 de marzo de 2011. Lo que hace adicción es esta “repetición inextinguible del mismo Uno”, “la raíz del síntoma”. Este Uno tiene algo que ver con lo que podríamos calificar de mordida del significante en el cuerpo. “Es aquí que hay que captar el lenguaje en el nivel en el que se imprime en el cuerpo”. Miller presenta así a la adicción como una suerte de depuración del síntoma, revelándose como un puro goce del cuerpo mismo. Y de seguir: “este goce repetitivo tiene relación solo con el significante uno, con el S1 […] y lo que hace función de S2 en la materia, lo que hace función de Otro de ese S1, es el cuerpo mismo.” ¿Cómo no dejar desde ese momento ese cuerpo abandonado a sí mismo? ¿Cómo mantener su inscripción en el campo del Otro?
Comunicar… en red
Como Leo sigue sin retomar los cursos pese a la propuesta de alivio, las instancias escolares se preocupan por su situación. Se contrata a un médico quien propone integrarlo a una clase especial para evitar el desenganche completo. Por mi parte sostengo la elección de Leo por la “educación a distancia”. Considera repetir de grado haciendo una selección de materias a estudiar. Al mismo tiempo no es tonto y conoce su inclinación en dejarse ir si no es como mínimo presionado. “Tengo que estar atento”. Es por cierto sobre este punto que la transferencia se anudó desde la primera sesión. Discretamente me puso en guardia contra el riesgo de desmotivarse al espaciar en mucho las sesiones. En efecto ni una sola vez pasará por las puertas del Campus virtual del CNED (Centro Nacional de Estudios a Distancia). Un psiquiatra que él consulta luego de la indicación del médico escolar le habla sobre la ansiedad escolar y le prescribe un antidepresivo para las noches. Por primera vez Leo dice que está “harto” de quedarse tirado. Lo aliento a “seguir avanzando”. Piensa entonces en cambiar de establecimiento por una filial más técnica. Me apoyo en su solución (de la comunicación a distancia, detrás de una pantalla) para sostener una orientación compatible con sus dificultades de relación. Esta elección se re- vela en sintonía con su solución. Opta así por una filial en electrónica y matemáticas. Me explica que es sobre una formación en ¡“comunicación en red”!
Re-enganche
Los cursos comienzan. Se desarrollan generalmente frente a la computadora, en grupo de dos. Leo se interesa y encuentra rápidamente una pasantía para la próxima primavera. Tiene la idea de “prepararse bien” para ponerse a salvo de las “sorpresas”. Sin embargo, comienza a ver “los defectos de los otros”, “son viles, insidiosos”, como en el año anterior. Pero esta vez abordará el problema con más distancia. Pasa el recreo solo “leyendo” o “trabajando”. Es el “último de la fila” cuando va al comedor: “Me molesta que me empujen; así estoy más tranquilo”
A pesar de sus esfuerzos, se produce una nueva recaída en pleno curso. Esta vez Leo puede decir lo que sucede. Unos chicos se burlan de él por su aspecto físico y su costado de mejor alumno de la clase. Lo sacan de sus casillas y, entre dos sollozos, Leo lanza un insulto: “¡hijo de puta!”. En la sesión no apoyo el insulto pero sií la toma de palabra. “Por lo general no puedo decir nada. Tengo espasmos que me impiden hablar”. Le sigue a esto un nuevo bloqueo que dura varios días. “Cansancio, dolores de cabeza y vértigo” lo obligan a quedarse en su casa. Se lo ve decepcionado como si todo fuera a recomenzar. Me hace saber que algunos días antes de su recaída en el colegio su madre tuvo un comienzo de crisis. Como estaba inquieta, no había llevado a Leo a la escuela. Ni ella ni él habían ido a ver al médico. Le indico fuertemente a Leo consultar al médico para examinarse y para justificar su ausencia. Apoyándome en el diagnóstico de ansiedad escolar dicho por el psiquiatra, le hablo de la angustia que él siente al confrontarse no ya con lo “escolar” si no con los “otros”. Le propongo decirle al médico de prescribirle un ansiolítico también para los temores que le surgen al ir al curso, lo que lo calma considerablemente.
Después de un año perdido en la secundaria de formación general, Leo le hace frente mal que bien a este año escolar. En nuestras entrevistas discutimos sobre las cosas y sobre los otros. Siempre por la vía del juego, él se va abriendo progresivamente hacia otras perspectivas: cambia de juegos en red, juega con compañeros fuera de la célula familiar, participa de una pasantía de guitarra en otra región con sus compañeros. Allí donde carecía de “orientación”, ahora se amplía su horizonte y se lanza en una formación que relaciona con la música, el sonido y la iluminación. Él mismo, también toca en una banda. Y se hace menos presente con su madre, junto a ella. “Estoy un poco menos monomaníaco”, refiriéndose a su apertura general.
Bones o los riesgos de la transferencia según Leo
Cuando durante la sesión nombré sus sensaciones con la palabra « angustia » y que hablé de un tratamiento medicamentoso, Leo sonrió: “me hizo pensar en la serie Bones; hay un psi, pero confunde la vida privada con la vida profesional”. Frente a mi incomprensión (dónde cometí el error?) él me explicó, conmovido: “Yo, no soy nada; quiero decir que no tengo calificación” Lo extraño de estos enunciados me deja pensando que aquello a lo que él se confronta cuando la frontera entre él y el Otro se quiebra, como le pasa al psi en la serie, es a su propia desaparición. Ya que en inglés Bones son los huesos, los restos humanos. Detrás de la pantalla, lo real del cuerpo está allí directamente en cuestión. Mi idea en el fondo es que si Leo busca cicatrizar el cuerpo del Otro con la interposición de pantallas, designándose él con un pseudónimo que viene a calificar esta operación, es para que el suyo al retornar no se reduzca a un desecho. En los confines de lo virtual, ¿es el real del cuerpo intoxicado por el lenguaje?