El retorno del tatuaje[1]

El retorno del tatuaje[1]

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The return of tatoo

Jazmín Torregiani[2] (Buenos Aires, Argentina)

Resumen: A partir de la introducción del tatuaje como una práctica milenaria, con este trabajo se busca ubicar las coordenadas de dicha práctica en la actualidad. Que mantiene un valor simbólico, pero aquí se destacará otro aspecto: en tanto un modo de instilar goce en el cuerpo.
Palabras claves: tatuaje, goce, adicción, cuerpo
Abstract: From the introduction of tattooing as an ancient practice, this work seeks to locate the coordinates of that practice today. Maintaining a symbolic value, but here highlighting another aspect: as a way to instill jouissance in the body.
Keywords: Tattoo, jouissance, addiction, body

Los tatuajes no son una novedad: los primeros se encontraron en momias de hace más de 2000 años antes de Cristo. La palabra tatuaje proviene del samoano tátau, que significa ‘marcar o golpear dos veces’; se incorpora al español a través del francés tatouage. En japonés, la palabra usada es irezumi, traducida como ‘inserción de tinta’.

Se estima que la Polinesia es la región del mundo que posee la tradición tatuadora más amplia. Comenzaban a tatuarse a muy temprana edad y se prolongaba hasta que no quedase zona del cuerpo libre de pigmentos. Además de su sentido estético confería jerarquía y respeto a quien los llevaba en su piel: cuanto más tatuado estaba alguien, más respeto se le debía.

Los maoríes los utilizaban para la batalla. Contribuían a su estrategia de asustar a sus enemigos.

En Egipto eran sobre todo las mujeres quienes se tatuaban por sus funciones protectoras y mágicas.

En América del Norte, los utilizaban como parte del ritual de paso de la pubertad a la adultez con el fin de proteger su alma. Y en América Central, eran un modo de conmemoración de los caídos en batalla.

Diez siglos antes de Cristo llega al Japón. Se popularizó en sectores cada vez más poderosos como ornamento corporal. Además de este uso estético, existía la costumbre de marcar a los delincuentes en sus brazos con líneas gruesas en par u otro tipo de formas. Estas marcas tenían el objetivo de hacer de las personas que desobedecían la ley individuos repudiables para toda su vida y en todo lugar: debido a esto, los delincuentes marcados comenzaron a tapárselos con otros tipos de diseños más mitológicos; de ahí proviene la Yakuza, mafia japonesa que se distingue por tener tatuajes en casi la totalidad del cuerpo

Llega a Occidente por vía marítima. Las expediciones a las islas de la Polinesia fueron su punto de entrada.

En Nueva York se profesionaliza.

Un tatuaje más, un tatuaje más, un tatuaje más, etc…

Del recorte de la historia[3] de los tatuajes sobresale su valor simbólico en una sociedad dada. Que hoy en día, con ciertas variantes, podemos seguir encontrando en diferentes tribus urbanas: rock, punk, darks, rapers, surfers, rasta faris, tumberos, chetos, fashion, cool, entre muchas otras, con marcas que los identifican, y una pregnancia estética que calza justo en tiempos del imperio de las imágenes y en que lo simbólico ya no es lo que era.

A partir del tema que nos convoca me interesa recortar otro aspecto de la situación – que no se rastrea en la Wikipedia- respecto a los cuerpos poblados de tatuajes, un tatuaje más, un tatuaje más, un tatuaje más, es decir en el punto en que el tatuaje es una muestra clara de que una marca hace gozar y que un cuerpo es algo que se goza, sustancia gozante, como sitúa Lacan en el Seminario Aún[4].

Encontrándonos de forma evidente en ciertos casos con el retorno una y otra vez de esa marca de goce.Miller, en su texto “Leer un síntoma”, llama a la adicción “la raíz del síntoma que está hecho de la reiteración inextinguible del mismo Uno. Es el mismo, no se adiciona… un etc., el retorno del mismo acontecimiento” [5].

Transcribo una canción de rock llamada “Tan marcado ya” del la banda “Pez” que me parece interesante para abordar este tema:

Y otra vez el zumbido que duele, que duerme y que marca.

Para bien o para mal allá en Flores destinan mi futura piel

y me cubro con símbolos inciertos y me elijo de colores

y estas marcas no se irán de mí.

Y otra vez, viejo vicio, la tinta es la sangre en mi cuerpo.

Mi bandera es mi piel y yo ataco con mi voz

mi armadura está hecha de conjuros y simbología enferma

y estas marcas no se irán de mí.

Ahora bien, no solo del lado del autor de esta canción tenemos un ejemplo vívido de un cuerpo que se goza bajo la modalidad del tatuaje, poniéndolo de manifiesto en su estrofa: “la tinta es la sangre en mi cuerpo”.

Del lado del tatuador también es posible hallar, en su particularidad, la reiteración del mismo acontecimiento de goce.

Tal es el caso del personaje del cuento “El tatuador” de Junichiro Tanizaki[6], del que transcribo dos párrafos:

“En lo profundo de su corazón, el joven tatuador ocultaba un placer y un secreto deseo. Su placer residía en la agonía que sentían los hombres al irles introduciendo las agujas, torturando sus carnes hinchadas, rojas de sangre: y cuanto más alto se quejaban más agudo era el extraño deleite de Seikichi. El sombreado y el abermejado, que se dice que son particularmente dolorosos, eran las técnicas con las que más disfrutaba.

Cuando un hombre había sido punzado quinientas o seiscientas veces, en el transcurso de un tratamiento diario normal, y había sido sumergido en un baño caliente para hacer brotar los colores, se desplomaba medio muerto a los pies de Seikichi. Pero Seikichi bajaba su mirada hacia él, fríamente. “Parece que duele”, observaba con aire satisfecho”.

Entonces… Jazmín por qué trajiste este tema me dirán. Porque considero que si hablamos del retorno del cuerpo, el tatuaje en la actualidad es una clara muestra de una variante para instilar no solo tinta sino goce. Una de las múltiples formas de hacerlo, con la particularidad de que en el caso del tatuaje algo de eso se muestra.


[1] Texto presentado en el Seminario del departamento de Toxicomanías y Alcoholismo (TyA), EOL, Buenos Aires, junio de 2015.
[2] Miembro de la EOL y de la AMP. Integrante Red TyA
[3] Las referencias históricas de los orígenes del tatuaje han sido extraídas de Wikipedia.
[4] Lacan, J.: El Seminario, Libro 20, Aun, Prov. de Buenos Aires, Paidós, 2007.
[5] Miller, J.-A.: “Leer un síntoma” en Revista Lacaniana de Psicoanálisis, Buenos Aires, EOL, Año VIII, Número 12, 2012, pág.17.
[6] Se puede buscar en: https://es.scribd.com
Jazmin Torregiani

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