La llave del armario de los tóxicos

La llave del armario de los tóxicos

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The key to the poison cupboard

Nadine Page1 (Bruselas, Bélgica)

Resumen: Nadine Page parte del artículo de Edward Glover comentado por Lacan en el Seminario VI, donde Glover ubica a la toxicomanía como un estado transicional entre la psicosis y la neurosis. Ella destaca la hipótesis clínica de Glover según la cual el toxicómano puede preservar su sentido de la realidad frente a una perturbación psicótica, presentando una viñeta clínica en su apoyo.
Palabras claves:  tóxico, realidad, psicosis, clínica, función de la droga
Abstract: Nadine Page starts from Edward Glover’s article commented  by Lacan in the VI Seminar, where Glover places drug abuse as a transitional state between psychosis and neurosis. She emphacizes Glover’s clinical hypothesis according to which the drug user can preserve his sense of reality in face of a psychotic disorder, presenting a clinical fragment to support it.   
Key words: toxic, reality, psychosis, clinic, function of the drug

 

J. Lacan consagra su Seminario del año 1958-1959 al deseo y a su interpretación. Allí, prosigue la interrogación que atraviesa toda su enseñanza: qué es lo que orienta al practicante del psicoanálisis? Se trata de considerar el deseo en acuerdo fundamentalmente con “el canto del mundo”?2 O, por el contrario, como el índice de ese “yo” que debe advenir?3 Y a partir de allí como el lugar de una tensión entre dos términos, que constituyen el fantasma fundamental: el S barrado y el pequeño a?

Lacan sostiene que el proceso por donde adviene el sujeto implica al Otro de la palabra en tanto que el sujeto lo convoca por la demanda que él manifiesta. Es una dialéctica que se implica entonces, donde el sujeto puede advenir en la medida en que puede subjetivar al Otro: “No hay sujeto más que para un sujeto: éste es un principio que siempre hemos de mantener como principio”4. En este proceso, el sujeto se enfrenta a la falta de garantía en el Otro: no existe “… ningún significante que garantice la secuencia concreta de ninguna manifestación de los significantes”5. Nada en el Otro le permite nombrarse como sujeto del inconsciente. Es ahí, en ese instante, que el sujeto experimenta al máximo la virulencia del logos; es ahí que encuentra el soporte de un objeto, imaginario nos dice Lacan, pero que va a tener una función significante para retener al sujeto frente a su propio síncope, la pura y simple anulación de su ser. Allí se aloja lo real nos dice Lacan, en ese ser del que el sujeto es la pura metonimia.

El sujeto se aloja en el intersticio, en el intervalo; es por eso que el objeto, como soporte, va a ser estructurado de esta manera: por el corte. El lugar de esta tensión es lo que constituye el fantasma.

Lacan se aleja de la literatura analítica que le es contemporánea para situarnos los impasses. Su comentario del artículo de Glover6, que por otra parte nos propone leer por el rigor de sus investigaciones y la calidad de su experiencia clínica, proporciona el ejemplo de ello: no hay proceso dialéctico en la constitución del sujeto, no hay tensión entre la representación significante y su efecto mortificante, hay más bien un desarrollo del sentido de la realidad asociado a ciertos objetos, estados de la pulsión y fantasmas de los que Glover intenta captar lo más cercanamente posible las relaciones que mantienen.

Una teoría fundada sobre la idea de una coaptación del sujeto y de la realidad – supuesta existir – conduce lógicamente a la idea de un desarrollo escalonado entre la psicosis y la neurosis vía estados transicionales, dentro de los cuales tenemos a la perversión y a la toxicomanía, que es lo que aquí nos interesa7.

Pero el rigor clínico propio de Glover lo conduce a reconsiderar esta teorización. Además es la clínica de la toxicomanía la que transgrede a la teoría de los estados, dada la complejidad que ella demuestra en lo que Glover  llama el orden de la regresión y concomitantemente el desarrollo del sentido de la realidad, así como las diferencias de estructuras que se encuentran (tanto melancólica como paranoide).

Hay otra hipótesis clínica que llamó mi atención. Glover propone lo siguiente: gracias al tóxico, “el toxicómano es capaz de preservar su sentido de la realidad frente a una importante perturbación psicótica“. Da una imagen divertida: “(…) hasta aquí, el mundo exterior parecía a la vez una carnicería, toilettes públicos bajo un bombardeo y una morgue. El toxicómano lo transformó en una imagen más tranquilizadora y fascinante: una farmacia en la qual el armario de los tóxicos8 ha quedado sin llave.”9

Aunque la manera de dar cuenta de la supuesta realidad puede prestarse a un comentario irónico (Lacan, en respuesta, propone como imagen de la realidad, un “mundo de abogados estadounidenses”10), acaso Glover no sitúa allí, en esa localización que permite la droga, lo que hemos elaborado como una función del tóxico? El uso del producto del que testimonian ciertos consumidores puede aprehenderse como modo de evitación de la falta de garantía en el Otro frente al cual no disponen de la creencia en el padre.

El caso de una joven consumidora de cannabis puede ilustrarlo. Consulta en ocasión de haber abandonado los estudios universitarios que estaba a punto de terminar. Se aísla progresivamente y está cada vez más invadida por el sentimiento de su propia insuficiencia. Si, en un primer momento, las consultas parecen aligerar lo que se presenta como una suspensión completa de su deseo, sus proyectos quedan atrapados en una suerte de inercia que no logra explicarse. Progresivamente deja de pagar sus facturas, no abre más su correo, pierde su derecho a la cesantía: la pendiente hacia la desafiliación social no encuentra punto de basta.

Lo que se presenta primero como un llamado a su padre, que finalmente se hace presente, se emparenta cada vez más con un dejar caer radical. Rechaza la responsabilidad de la cual se sentía investida por cada uno de sus padres; considera que no tiene con qué responder a la posición quejosa de su madre para quien todo parece tan pesado, incluso la vida que es presentada como una carga; se amuralla en el silencio, esperando un signo de su padre que, en respuesta, le corta los víveres sin avisarle.

Le gustaría expatriarse, borrar toda marca de su paso: « Es como si yo no hubiera querido existir ». Algo afecta profundamente la creencia de que habría un lugar en el mundo para ella. Se despeja, en este punto, una posición más melancólica.

Ubica esta suerte de fractura en ocasión de la separación de sus padres, cuando comenzaba su adolescencia. Lo vivió como un abandono del padre que hasta entonces se había avocado a la educación de sus hijos, redoblado por la separación  de  su hermana, quien le abría el camino de la vida: “Ella estaba siempre adelante mío”.

Progresivamente, apoyándose en las consultas, se recupera, encuentra un trabajo con el cual se dedica a defender los derechos de aquellos que tiene a cargo, consigue alejarse de los encuentros amorosos en donde se encuentra algunas veces en la situación de no ser respetada y se compromete en una vida de pareja más estable. Deja las consultas y deja de consumir.

Vuelve al cabo de varios años, cuando se separa de su pareja de quien pensaba que era el hombre de su vida. Retoma el consumo de cannabis y los puntos de apoyo de los cuales dispone (su trabajo, su familia con la cual había reanudado su relación) no alcanzan a darle el impulso vital que busca.
Su dificultad en el lazo social se vio incrementada a raíz de su rechazo en cumplir con las tareas administrativas que le incumben a cada quien, ubicándola en el borde de una forma de exclusión, que atentaba contra lo que constituye un mínimo de confort. Nada conmovía esta posición que ella llamaba su “rebelión contra el sistema”.

Atribuye a su consumo esa ausencia de función deseante que la desespera; no elabora ninguna otra hipótesis, no relaciona por ejemplo su importante acceso depresivo (“me gustaría dormirme y no despertarme nunca más”) al fracaso de la relación amorosa que hubiera querido reanudar.
Decide parar con el cannabis. Un sentimiento de vacío la invade y permanece a pesar del tratamiento con antidepresivos prescripto por su médico.  De todas maneras, ella quiere parar con esto.

¿Acaso el producto no demuestra tener aquí la función de velar la ausencia de garantía en el Otro que, en este caso, la reenvía al poco sentido de su existencia?

Su situación se estabilizó por el momento; parece haber encontrado una nueva manera de hacer, una cierta distribución entre diferentes adicciones que se atemperan las unas con las otras: cannabis, alcohol, series televisivas. Usa su espacio de consulta como un lugar en donde comenta los pequeños hechos y acontecimientos de la vida cotidiana. Y me parece que es de esto de lo que se trata: captar con ella todo lo que puede volver la vida al menos un poco más amable, y subrayarlo, con ligereza.

Traducción del francés: Liliana Aguilar

1 Psicoanalista miembro de la ECF y de la AMP.
2 J. Lacan, Seminario 6, El deseo y su interpretación, Paidós, 2014, p. 398
3 Ibid., p. 419.
4 Ibid., p. 411.
5 Ibid., p. 411.
6 E. Glover, La relación entre la formación de perversión y el desarrollo del sentido de realidad. Publicado en este volumen.
7 Ibid., p. 24.
8 La autora cita la traducción francesa del trabajo de Edward Glover. Por esta razón los términos utilizados son toxicómano (toxicomane) y tóxico (toxique), términos más afines a la lengua francesa y a la tradición del TyA de lo que lo son el poison y el drug addict del inglés. Remitimos al lector a la traducción española del texto de Glover en este volumen. [N. del E.]
9   Ibid., p. 23.
10 Lacan J., ibid., p. 403.
Nadine Page

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