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The unlimited
Benjamín Silva[1] (Santiago, Chile)
Resumen: En el trabajo se intenta situar la clínica de las adicciones en el marco más amplio de una clínica de lo ilimitado. Ésta puede entenderse a la luz de las nociones de superyó y del discurso capitalista, tal como Lacan lo formula. Se define lo ilimitado como una función que opera cuando no existe al menos un elemento exterior que la niegue, y que puede articularse tanto en un sujeto como en la civilización. El discurso capitalista, la voluntad técnica y las adicciones poseen una homología estructural: empujan a lo ilimitado, de la mercantilización, la gadgetización y del consumo; promueven la emergencia de un sujeto ahistórico y sin remisión a sus determinantes inconcientes. Así, cabe pensar el fenómeno de las adicciones actuales, en términos de una traducción subjetiva de la lógica discursiva. En ese sentido, el adicto encarna el mandato técnico y capitalista, rechazando la castración, totalizando el consumo como única vía de satisfacción y anulando la emergencia del sujeto de lo inconciente. A partir de esta homología, se extraen consecuencias clínicas, particularmente desprendidas de lo que Lacan denomina “ser un santo” – que sitúa como una salida posible al capitalismo – y de lo que Heidegger indica como salida a la voluntad técnica, esto es, la “serenidad”.
Palabras claves: adicciones, capitalismo, técnica, ilimitado
Abstract: This paper tries to situate the addiction clinic in the broader context of the unlimited clinic. This can be understood in the light of the notions of superego and capitalist discourse, as Lacan formulates it. Boundlessness is defined as a function that operates when there isn’t at least one foreign element that denies it, and can articulate both a subject and civilization. Capitalist discourse, technical will and addictions have a structural homology: push to the unlimited, commercialization, gadgets and consumption; they promote the emergence of a non historical subject, without reference to his unconscious determinants. Thus, we could think the phenomenon of current addictions, in terms of a subjective translation of discursive logic. The addict embodies the technical and capitalist mandate, rejecting castration, using consumption as the only way of satisfaction and canceling the emergence of the unconscious subject. From this homology, clinical consequences are extracted, particularly detached from what Lacan calls “being a saint” which stands as a possible solution to capitalism and from what Heidegger indicates as an exit to the technique will, that is, “serenity”.
Keywords: addiction, capitalism, technique, boundless
Me parece útil pensar la clínica de las adicciones como una clínica de lo ilimitado, producto de una civilización desencadenada. Hablo de la desintrincación pulsional y liberación de la pulsión de muerte que caracteriza el desorden planetario.
Una función es limitada cuando hay al menos un elemento que la niegue y que se sitúe en un espacio exterior a dicha función. La función de castración opera por la existencia de al menos uno que no está castrado – el Padre – habilitando un goce acotado a una medida. Por su parte, la función ilimitada carece de excepción y opera fuera de cadena; puede escribirse con la notación Ф0, como Miller formaliza el superyó[2]. Luego, una clínica de lo ilimitado será una clínica del superyó.
Lo ilimitado que habita en cada ser hablante encuentra su expresión precisa en la pulsión de muerte. Su límite inmediato es la pulsión de vida, y la irrupción masiva de aquella se produce cuando ambas se desencadenan. Podemos reconocer sin dificultades estos momentos de desintrincación en la diacronía de un sujeto y de la civilización.
En el eje de la sincronía también es posible deducir la desmezcla pulsional. El discurso capitalista, tal como Lacan lo formaliza, forcluye la castración, o rechaza la modalidad “imposible”. Esto instala una circularidad interna al discurso, orientando sus vectores en forma de bucle. J. Alemán[3] refiere una degradación de la heterogeneidad de los lugares del discurso – semblante, saber, verdad, producción – a un espacio homogéneo sin punto de corte, produciendo un movimiento ilimitado. Implica una obturación de intervalos o saturación de lo simbólico, totalización de la diferencia y caída de la excepción: Ф0, social[4].
Por otra parte, el sujeto queda en lugar de agente y soberano de los significantes amo en el lugar de la verdad. Habría una voluntad del discurso por crear un sujeto nuevo, empresario de sí, sin referencia a las marcas del significante en su cuerpo, sin legado histórico ni referencia simbólica. De ese modo, el capitalismo se “naturaliza” en los seres hablantes como un discurso sin exterior.
El capitalismo desde sus orígenes está anudado a la técnica. Para Alemán, ésta es un empuje acéfalo a la apropiación de los saberes de la ciencia, al servicio de una voluntad de poder ilimitada y no domeñable. Hipotetiza que la técnica introduce lo ilimitado en la escena del mundo en un momento preciso de la historia: la fabricación de cadáveres en la Shoa. Se puede relacionar la fractura de las condiciones que sostenían a la civilización anudada en un orden a partir de esta intrusión masiva de lo ilimitado, con la explosión del consumo y su envés sombrío, las adicciones.
El avance del capitalismo sería correlativo de la explosión epidémica de las adicciones, desde el fin de la 2a Guerra y, sobre todo, desde la década del 70’. Y es que capitalismo, técnica y adicción son homólogos estructuralmente: empujan a lo ilimitado de la mercantilización, la gadgetización y el consumo. A su vez promueven la emergencia de un sujeto ahistórico y sin remisión a sus determinantes inconcientes. La clínica de las adicciones lo muestra claramente, sujetos que no atribuyen causa subjetiva a su enfermedad y que, identificados al ser de adictos, pierden la noción de un tiempo biográfico anterior a la adicción; Todo-adictos que olvidan la contingencia del estado adictivo, como si no hubiese exterioridad a esa práctica.
La adicción sería una traducción subjetiva de la lógica social. El capitalismo y la técnica se engarzan con los procesos ilimitados de la subjetividad, encuentran una suerte de respuesta adecuada en la compulsión a repetir intrínseca[5]. Ahora, la adicción supone una discontinuidad biográfica, marcada por el paso del consumo más o menos regulado por el semblante fálico, a una relación maníaca con el objeto. A modo de conjetura, podríamos pensar el punto de inicio de la adicción propiamente tal, su desencadenamiento, como una irrupción estable de lo ilimitado en la estructura.
Cuando el consumo deja de estar lindado por un espacio de goce heterogéneo – Otra escena de goce – se instituye una adicción. Este viraje no es espontáneo. Dentro de una coyuntura vital, algo del nudo hace lapsus abriendo una pregunta subjetiva, ante lo cual el sujeto responde no con un síntoma – respuesta limitada – sino con una iteración circular de lo mismo. El circuito de satisfacción se rearticula en una función que intenta remendar la falla en la estructura, que en muchos casos no anuda y relanza el movimiento en bucle.
Será crucial la ponderación en cada caso de la función del tóxico en los términos que he venido desarrollando, a saber, si funciona de manera limitada o ilimitada. Porque una sustancia bien puede servir a la regulación de lo ilimitado en un sujeto, aplacando el goce mortífero que lo invade o suplementando la función fálica. O bien, en aquellos casos en que desaparece la excepción y deja de operar la función de castración, el consumo se torna ilimitado. Es el caso de los sujetos que no conciben un momento sin la sustancia, día y noche, los que están en posición de Todo-adictos.
¿Qué salida posible a lo ilimitado en la adicción? En Televisión, Lacan señala que el psicoanálisis ofrece una salida al capitalismo, por la vía de ser un santo. El santo es aquel que hace de desecho: desecho del goce. “Sólo el santo se queda seco, para él ni pizca”[6]. El santo reintroduce en el discurso capitalista la presencia del resto, de un resto no reabsorbible por el movimiento ilimitado de la mercancía. El analista, en función de santo, hace de cuña a lo ilimitado del discurso, destotalizando, como un punto de pura pérdida.
Por su parte Heidegger[7] propone una salida posible a la voluntad técnica: la serenidad, un decir “sí” y “no” a los objetos. Como Lacan, lo que formula es la introducción de un calce, un “no” que descomplete. Ambas salidas orientan la clínica de las adicciones. Será un desafío de los analistas inventarle al sujeto consumido en la adicción un lugar no totalizado por lo ilimitado, un espacio exterior: una historia previa al consumo, un problema de Otro orden, Otra actividad u objeto de satisfacción. Una exterioridad que detenga la libre circulación de lo ilimitado y permita el encadenamiento de al menos dos lugares, condición necesaria para la emergencia de lo inconciente.