Shame: adicción al sexo, imágenes y femineidad

Shame: adicción al sexo, imágenes y femineidad

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Shame: addiction to sex, images and feminity

Nicolás Bousoño[1] (Buenos Aires, Argentina)

Resumen: La película Shame –estreno británico del 2011– nos brinda una excelente ocasión para captar algunos efectos de la época en la vida del hombre moderno. Muestra, de una manera ejemplar, lo que Lacan ubicaba en su Seminario El reverso del psicoanálisis; una vida sin vergüenza deja a la vida misma como vergüenza que tragarse; y nuestra época, a la que se ha llamado la hipermodernidad, permite que las cosas se deslicen fácilmente hacia allí. Pone de relieve lo que puede ser el estrago contemporáneo, la bancarrota subjetiva. El protagonista, muerto en vida en su rutina, sólo, abandonado a sus propios impulsos, tratando de extraer algo de vida de allí, de lo más inmediato, de su cuerpo, en una búsqueda de satisfacción permanente y permanentemente fallida.
Palabras claves: psicoanálisis, contemporaneidad, adicciones, femineidad.
Abstract: Shame – British film premiered in 2011- gives us an excellent opportunity to capture some of the effects of our era in the life of modern man. It shows, in an exemplary manner, what Lacan said in his Seminar “The reverse of psychoanalysis”; a life without shame leaves life itself as shame to swallow; and our time, which has been called the hypermodernity, easily allows things to slide this way. It highlights what can be contemporary havoc, subjective bankruptcy. The protagonist, dead in his routine, lonely, left to his own impulses, trying to extract some life from them, from his body, in a search for permanent satisfaction, permanently failed.
Keywords: psychoanalysis, contemporaneity, addictions, femininity

El film Shame –estreno británico del 2011, dirigido por Steve McQueen y protagonizado por Michael Fassbender- nos brinda una excelente ocasión para captar algunos efectos de la época en la vida del hombre moderno.

La película muestra la existencia de Brandon Sullivan, un hombre en sus 30 años, residente en Nueva York, que pasa su tiempo entre un trabajo anodino y la búsqueda compulsiva de acción sexual de lo más variada. La aparición de su hermana conmueve su precario equilibrio y permite captar algunos de los bordes que puede producir lo femenino en tiempos de la feminización del mundo.

No es una película placentera; de una realización cuidada al detalle, impacta, incomoda; su particular estilo narrativo nos hace testigos de la vida desvergonzada y vergonzosa de sus protagonistas. Muestra, de una manera ejemplar, lo que Lacan ubica en su Seminario El reverso del psicoanálisis[2] una vida sin vergüenza deja a la vida misma como vergüenza que tragarse; y nuestra época, la hipermodernidad, la Sociedad del espectáculo, permite que las cosas se deslicen fácilmente hacia allí.

Es lo que la película nos deja ver, una de las facetas más crudas de nuestra cultura. Muestra lo que podría considerarse una historia pequeña.

Un tipo común, habitante de la gran metrópolis, sin raíces, al que le cuesta levantarse, que desayuna siempre lo mismo, toma el subterráneo siempre a la misma hora y viaja siempre con la misma gente.

Y lo muestra en lo que puede ser el estrago contemporáneo, la bancarrota subjetiva, muerto en vida en su rutina (aunque más que rutina habría que decir continuidad), sólo, abandonado a sus propios impulsos, tratando de extraer algo de vida de allí, de lo más inmediato, de su cuerpo, en una búsqueda de satisfacción permanente y permanentemente fallida.

La película es ejemplar en ese punto: si el superyó freudiano, resto del conflicto edípico, ponía en primer plano la culpa, el superyó contemporáneo, el de la época en que los ideales dejan de estar en conflicto con la pulsión, empuja a buscar una satisfacción ilimitada, que encuentra su término en la muerte misma.

La película nos brinda un tour por los distintos medios de los que puede valerse el superyó en el siglo 21.

Sustancias -bebidas energizantes, alcohol, cocaína-, gadgets -teléfonos, pantallas varias-, distintas prostitu- tas, sostienen a Brandon; hacen uno con él y le sirven para defenderse de toda alteridad posible, para rechazar esa Otra dimensión las veces que podría tener lugar en él. No hacen más que confirmar la agudeza de Freud al situar a la masturbación como la adicción primordial, adicción que brinda una certeza al sujeto sobre el fondo de una angustia que se le hace intolerable. A ello apela Brandon cada vez que se ve confrontado con la más mínima experiencia de división subjetiva, ante cualquier vacilación, se agarra de ahí, podríamos decir, para sostenerse.

Lo que puede ser un hombre actual, al que J.-A. Miller ha llamado “un hombre sin atributos”[3], su existencia reducida a una cifra, sin una dimensión significante en la que realizarse. Entonces, feminización porque está en juego la lógica del no-todo, pero un no-todo que deja a cada uno empujado a una búsqueda de más de lo mismo, cada uno en lo suyo. Es por eso que E. Laurent denomina a la feminización del mundo, “Superyoización” [4].

Es claro que ese funcionamiento mortífero, en continuidad, no es lo femenino. Si bien la alteridad que implica lo femenino puede resultar superyoica para un hombre, se trata de otra cosa.

¿Y dónde está lo femenino en la película? En los bordes. Es lo que queda en las orillas de la existencia de Brandon. Su horror ante lo femenino es el horror de la contemporaneidad misma, su rechazo encarna el rechazo del discurso capitalista por la castración, por las cosas del amor, y en ese mismo punto tampoco puede posicionarse como hombre, quedando librado a una vida vergonzante.

Al mismo tiempo que la película expone esas facetas de nuestra cultura, también muestra el poder de lo femenino, lo que puede tener de profundamente humanizante -y a veces trágico- que esa alteridad tome la forma de pregunta por el deseo

La película nos muestra distintas figuras de las mujeres de hoy, no en todas hay algo de lo femenino, claro. Brandon se mueve con mucha comodidad en el mundo de las imágenes, maneja los señuelos de una manera muy hábil. Bien parecido y observador, en ese terreno se centran sus relaciones y sus poderes. Mientras se trate de marketing, mientras esté en juego el fetichismo de la mercancía, su éxito es rotundo. Cuando las mujeres se presentan puramente como desechos o como sus semejantes (como en la escena del bar con la mujer de traje) la cosa funciona.

Es diferente en la escena en la que cruzan miradas en el subte con una joven, vemos allí un anticipo de lo mal que se lleva con la dimensión enigmática, huidiza, fugaz que puede tener lo femenino.

Pero son su hermana y su compañera de trabajo las que muestran con más nitidez las figuras de lo femenino en el mundo de Brandon, y cuando entran en juego, producen síntomas.

Ambas hablan y le piden que escuche, le piden cobijo, le piden detalles; le piden amor; pretenden Otra cosa de él, lo que abre el interrogante por el deseo y lo involucra en los problemas de la vida.

Su hermana -quien se presenta como una voz que insiste, enigmática, en el contestador telefónico, rechazada con fastidio por él- figura (parafraseando a Lacan) la beldad que esta vez es quien golpea los postigos esperando que le abran. Lo femenino se presenta haciendo borde, como una demanda loca que insiste en el contestador. Es en esa relación con la demanda de esa mujer extraviada, estragada, que puede situarse el inicio de un recorrido subjetivo de Brandon.

Es ella quien obtiene algunos gestos de amor de él, convocándolo a un lugar que le resulta enigmático. El “somos familia” dicho por su hermana provoca el “¿Qué quieres de mi?”, cuya respuesta por parte del propio Brandon, pone su vida en otro plano. Introduce algo de dignidad en ella. En su vida y en su hermana.

Es allí que él se desprende de sus gadgets, va a buscar amorosamente a su compañera de trabajo, produciéndose el síntoma de la impotencia en el encuentro sexual con ella, la mostración posterior con la prostituta y el desenlace. No voy a hablar del final, por los que no la vieron.

Más que la secuencia dramática de la película me interesa destacar allí una lógica que es pertinente para nuestro trabajo como analistas. ¿Cómo responder a los síntomas actuales? Estando atentos, disponibles; el lugar del analista es un lugar más bien femenino, nos recuerda M. Bassosls[5], ¿Cómo poner en función su faceta humanizante? Es la pregunta que se actualiza en cada encuentro.


[1] Psicoanalista, Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.
[2] Lacan, J. El Seminario, libro 17, El reverso del psicoanálisis. Paidós, Bs. As.
[3] Miller, J.-A. “La era del hombre sin atributos”, en Virtualia 15, revista digital de la EOL. Disponible en http://virtualia.eol.org.ar/015/default.asp?destacados/miller.html
[4] Laurent, E. Intervención oral en el Simposio internacional “Lo que Lacan sabía sobre las mujeres”, Miami, U.S.A. 2013.
[5] Bassols, M. “Entrevista”, en Newsletter nro. 12 de las XXIII Jornadas anuales de la EOL. Disponible en:http://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=jornadas&SubSec=jornadas_eol&File=jornadas_eol/023/Boletines/12.html
Nicolas Bousono

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