Una apertura al inconsciente

Una apertura al inconsciente

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Cassandra Dias (João Pessoa, Brasil)*

En el Seminario 11, J. Lacan formula el inconsciente como discontinuidad, presentándolo como homólogo a una zona erógena, marcado por la hiancia de una pulsación temporal que se manifiesta como vacilación, poniendo de relieve los tropiezos: “…el inconsciente freudiano (…) se sitúa en ese punto donde, entre la causa y lo que ella afecta, está siempre lo que cojea”[1]. Luego regresa sobre la referencia al ombligo del sueño para situar el espacio en el que se deja la marca que testimonia que venimos de un Otro.

Por lo tanto, desde 1964, Lacan comienza a elaborar la idea de que el inconsciente incluye la dimensión de la pérdida y de la discontinuidad. Esta noción no es sin conexión con el concepto de repetición que él eleva como un concepto fundamental junto con el de inconsciente. El carácter de la repetición consiste en el intento de recuperación de lo perdido. “La fórmula donde una puerta se cierra diez se abren, encuentra en él [el inconsciente] su mejor aplicación[2].

Atentado y la sonrisa del Gato de Alice

Antônio comenzó a consumir crack a los 22 años cuando ya hacía uso de alcohol y marihuana. En su adolescencia, participó en asaltos y estuvo involucrado en robos y delitos. Al contar sobre su vida dice: “yo era atentado”, el cuerpo se agita, era “la cabeza” de los adolescentes.

Quedó en situación de calle y fue acogido en un refugio después de incendiar su casa. Quería poner fin a las alucinaciones que lo atormentaban. El acto de incendiar la casa es llevado a cabo ante la desesperación provocada por las alucinaciones. Él destaca una de ellas –  la visión de la madre riendo –  con respecto a la cual él nada comenta o asocia.  Trae a la memoria una escena en la que la madre pelea con el padrastro, rompe varias cosas y sale de casa. Él, pequeño e indefenso, corre a buscarla.

Relata sueños a la psicóloga, a quien necesitaba ver y hablar un poco cada día. En ellos, hace de todo para conseguir el crack, pero cuando está casi fumando, no consigue hacerlo.

En el otro, se angustia cuando ve a un payaso fuera de la casa que será atacado por perros. Quiere advertirlo y no puede, hasta que se despierta con un grito.

En contrapunto al horror, inventa un recurso para aliviar el peso de su conciencia y de su pasado: “reír”.

La enseñanza de la clínica

La presencia de los sueños de angustia para este sujeto, ¿indicaría la dimensión de la grieta abierta por el inconsciente que reintroduce en la cadena la posición del desamparo frente a la madre que aparece y desaparece?

El abandono del niño en medio de la noche en busca de ese objeto perdido, ¿se repetiría en la iteración del consumo de la sustancia? En el sueño, la presencia de lo real provoca el despertar al toparse con la falta de representación.

¿Habría quedado del par presencia / ausencia, el trazo enigmático evocado por la sonrisa de la madre, como en el Gato de Cheshire, que en su evanescencia y opacidad haría retornar (en lo real) el goce del Otro de forma alucinatoria?

Para esa risa no hubo broma ni significado posible, ni tampoco comentario o asociación. Solo el índice de un goce silencioso al cual Antônio se encuentra sometido y que lo hacía reír de todo en contraposición al horror. Su posición de sujeto se revela como la del payaso, cifra de su producción inconsciente. Ese personaje se ríe de la propia desgracia, tomando de ejemplo el Guasón (Joker), por la estereotipia de su sonrisa. Trae la marca insensata del goce del Otro que incide sobre su posición melancólica.

Ante la pregunta – si en la toxicomanía se trata de elección o rechazo del inconsciente – ¿qué interpretación sería posible, si la toxicomanía “revela de manera brutal cómo se hace para evitar ese encuentro con el inconsciente”?[3]  ¿Cómo hacer del rechazo una elección?

Jacques Alain Miller establece que la iteración forma parte del goce y la toxicomanía demuestra de forma aguda esa dinámica circular.

Según Miller, la interpretación “consiste en hacer oír en aquello que el sujeto dijo, la otra frase”.[4] Esa lectura puede hacer que el sujeto se dé cuenta de los significantes que se repiten. Se revela así la estructura del fantasma que daría soporte al edificio subjetivo. Esto fijaría una posición de goce que pretende funcionar a espaldas del inconsciente, aunque éste haga alguna aparición como en los sueños de Antônio, donde se supone la hipótesis de un inconsciente forjado en la relación que él mantenía con la psicóloga.

Éric Laurent nos propone la “interpretación ruptura”[5] que remite a la opacidad del goce, introduciendo lo imposible. Así, corresponde al analista leer lo que está más allá de lo dicho y que es del orden de la letra. De acuerdo con Lacan: “el inconsciente es lo que se lee”[6] permitiendo que una fijación de goce pueda reorientarse, favoreciendo así que una nueva ficción pueda ser construida por el sujeto.

En el caso de ‘atentado’, el sueño en tanto manifestación del inconsciente, consigue agujerear el efecto alienante de la sustancia. El trabajo se lleva a cabo a contramano del sentido a partir de este significante amo. Su fijación al significante “chico malo y travieso”, lo pone en situación de riesgo y la droga es el apogeo de ésto. Bajo transferencia, este significante pudo ser escuchado de otra forma, como la de un sujeto que tocado por el lenguaje, goza con el cuerpo.

De los comentarios de Marie Françoise De Munck[7], hemos recogido algunas reflexiones cruciales para nuestra investigación sobre las toxicomanías a partir de lo que ese recorte clínico nos ha permitido pensar:

Sostenemos la hipótesis de que el psicoanálisis arroja luz sobre la dimensión del inconsciente real, impresión del trauma inicial, diferenciándose del inconsciente transferencial, que ya es un tratamiento de ese traumatismo a través del lenguaje.

Esto da lugar a dos modalidades transferenciales: la primera, dirigida a un sujeto supuesto saber y otra, que se dirige a un analista como testigo de la iteración. ¿Esa posición de testigo convierte al analista en intérprete o aparece como una suerte de prótesis?

La posición del analista como lector de lo que se sitúa fuera de sentido para un sujeto, nos parece decisiva en la clínica de las toxicomanías, en la dirección de un efecto propiamente analítico que se distingue de otros tantos enfoques que tratan las cuestiones del alcohol y otras drogas.

No se trata tan solo de estar junto al sujeto ante un enigma que no puede desplegarse en representaciones significantes; sino que ese enigma puede hacerse soportable en la reiteración del lazo: ver a la terapeuta todos los días como en el recorte que presentamos. Hablar con ella, aunque sin mayores posibilidades de elaboración, pareció haber ayudado al sujeto a soportar el horror.

 

Traducido por Tomás Verger
*Participan: Daniela Dinardi, Giovanna Quaglia, Fernanda Turbat, Maria Célia R. Kato e Sarita Gelbert.

 


[1]  Lacan, J., El Seminario Libro 11, Los quatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Texto establecido por Jacques-Alain Miller. Buenos Aires, Paidós, 2009, p. 30.
[2]  Lacan, J., op. cit.., p. 33.
[3]  Feldman, N., Intervención en el Núcleo de Invest. en Psicoanálisis y Toxicomanías del IPSM-MG el 05/04/22.
[4] Miller, J.-A., La escucha con y sin interpretación, https://www.youtube.com/watch?v=F56PprU6Jmk&t=85s&ab_channel=LacanWebT%C3%A9l%C3%A9vision
[5]  Laurent, E., La interpretación: de la escucha a lo escrito, La Cause du désir n. 108. Paris, Navarin, Juillet 2021.
[6]  Lacan, J., El Seminario Libro 20, Aun, Texto establecido por Jacques-Alain Miller. Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 37.
[7]  A partir de los comentarios de De Munck, M.-F. (TyA Bruselas), en el tercer Coloq. Intern. de TyA.

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