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Our time and the Barrel of the Danaids
Mauricio Tarrab2 – (Buenos Aires, Argentina)
Resumen: Hay algo incalculable en la relación de un sujeto con el goce potencializado por la intoxicación. Tocar el goce del sujeto y hacerlo hablar es una brújula ética. La práctica nos enseña a “encontrar para alguien, el artificio del significante justo, la nominación precisa o un arreglo más pacífico con el goce”.
Palabras claves: goce, clínica de las toxicomanías, singular.
Abstract: There’s something impossible to calculate in the relationship of the subject with jouissance, potentially intoxicating. To touch the jouissance of the subject and to make him tal kis an ethical compass. The practice teaches us “to find, for someone, the artifice of the good signifier, the precise nomination or an arrangement more peacefull with jouissance”.
Keywords: jouissance, clinic of drug addictions, singular.
1. Un punto de partida
He venido muchas veces a Belo Horizonte, y me alegra volver cada vez. Esta ocasión me invita a recordar la primera vez que vine. Y quiero evocarlo porque representó para mí un punto de inicio, un punto de partida para un intercambio, en una interlocución que hoy se mantiene y que hoy continúa con este I Encuentro de las redes de toxicomaías y alcoholismo (TyA) Brasil. Esa vez fue en una Jornada del Centro Mineiro de Toxicomanía a la que fui invitado en 1998, donde conocí a amigos que veo aquí hoy, cuando el TyA era un reducido grupo que daba un seminario en la sede de la EOL que era escuchado con bastante desconfianza ya que se ocupaba de un tema muy ajeno a los desarrollos y tradiciones del psicoanálisis y del lacanismo de la época. No exagero si digo que éramos, mi amigo Sinatra y yo mismo, mirados con extrañeza por decir que el psicoanálisis debía ocuparse de estos temas. No éramos los primeros en hacerlo ya que el GRETA3 en Francia con el trabajo de nuestros colegas H. Freda y B. Lecoeur era un antecedente inmediato. Recibimos entonces el apoyo de J.-A. Miller quien de un modo sorpresivo para nosotros confió en que podíamos tener algo para decir y aportar a la Orientación Lacaniana en este tema. La decidida y decisiva intervención de Judith Miller alojó esta iniciativa en el Campo Freudiano, nos acompañó desde ese comienzo y posibilitó que nos vinculáramos con iniciativas similares que en otras ciudades comenzaron a desarrollarse. Una de esas iniciativas que en aquel momento inauguró este intercambio al que me refiero fue el trabajo que ya se desarrollaba en Brasil, que venía de antes de la fundación de la EBP, aquí, en Belo Horizonte. Aquella Jornada del CMT me permitió conocer de cerca lo que hacían Fernando Grossi, que luego tomó otro camino, Jésus Santiago, Antonio Beneti, María Wilma Faria, Lenita Bentes, Elisa Alvarenga… unos discretos puntos suspensivos me permiten indicar todo el trabajo que muchas personas vienen realizando desde aquel momento. Ocasiones como estas nos permiten tener una perspectiva como esta.
Hoy el contexto de este encuentro es otro. Los pequeños grupos del Campo Freudiano ya desde hace años están enlazados en una Red Internacional que tomó el nombre de TyA y que constituye una referencia ineludible en estos tiempos en los cuales la dimensión que el tema ha cobrado en la actualidad ha demostrado a los psicoanalistas que no pueden mirar para otro lado. Hoy el contexto es otro. Desde el Bureau de FAPOL, desde la Federación Americana de Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana, que presido desde abril, queremos celebrar la creación de la red TyA Brasil que es una iniciativa que debía concretarse ya. Este Iº Encuentro demostrará el modo en que se piensa el abordaje de las toxicomanías hoy, en el contexto brutal del presente, y demostrará también los resquicios por los cuales el psicoanalista puede penetrar ese muro de silencio de una práctica, la de la intoxicación, que en el siglo XXI será cada vez más virulenta, más generalizada, y más ofrecida a respuestas sociales e intervenciones “terapéuticas” que desconozcan el valor del lenguaje a pesar de sus limitaciones. Me alegro entonces de abrir el 1º Encuentro de la Red TYA Brasil y les agradezco que con su invitación me hayan dado la oportunidad de hacerlo.
El castigo de las Danaides
2. “…una vez que se entra, no se sabe hasta dónde se va.”
He pensado dividir lo que quiero decirles hoy en relación a dos frases. Una de ellas de Lacan, del seminario XVII, y la otra una frase que le escuché pronunciar a J. A. Miller en una ocasión y que seguramente es parte de alguno de sus cursos aunque mi memoria no fue capaz de ubicar de cuál, lo que no le hace perder su capacidad orientadora como trataré de mostrarles y ustedes entenderán de inmediato.
Empecemos por la primera, que pueden encontrar en la página 76-77 de la edición en español del Seminario XVII: “No vamos a hablar del goce así, por las buenas. Ya les he hablado bastante de ello como para que sepan que el goce es el tonel de las Danaides y que, una vez que se entra allí no se sabe hasta dónde se va. Se empieza con las cosquillas y se acaba en la parrilla.”
Si tomamos esta indicación en la perspectiva de la clínica de las toxicomanías, permite orientarnos en la multiplicidad, en la variedad, en la complejidad de los problemas que abordamos.
a) No por las buenas. No se puede hablar del goce así por las buenas… quiere decir, y es como leo esta advertencia de Lacan, que no podemos meternos con el goce pensando que eso no tendrá consecuencias. Y la clínica lo enseña de manera franca en general, pero en especial si se trata de las drogas. Tocar ese goce, hacerlo hablar… que finalmente es lo que queremos producir, no es tan sencillo y no genera sólo pequeñas oleadas, como cualquier interpretación lo hace, a veces genera tormentas. No hay manera de meterse con el goce “por las buenas”… Eso debe valer como una advertencia a los practicantes que a veces entran allí “por las buenas”. Toda caridad, todo resto de bondad, toda buena intención cristiana recibirá su contragolpe feroz al toparse, en la clínica con toxicómanos, con lo más crudo del goce.
“No por las buenas” puede también querer decir, van a tener que arrancar ese goce al que el sujeto está amarrado… y no será por las buenas. Es que no hay manera de tener una incidencia en esa clínica si uno va por las buenas. No hay chances si uno no toma una perspectiva pesimista y sabe que eso irá bien solo en algunos casos…
b) El goce es el tonel de las Danaides. Es una interesante referencia ligada a lo que Lacan trabaja respecto de la fuga del sentido pero ahora respecto del goce. En el tonel del goce, el Tonel de las Danaides, el sentido se pierde. Cualquiera que sea éste, se fugará irremediablemente. Su eficacia, la del sentido, está de antemano cuestionada, su valor de lazo queda anulado, sus significaciones posibles que suponen al Otro, banalizadas. Ustedes ven que esto se aplica a la práctica de la que hablamos aquí, ¿verdad? Si el goce es el Tonel de las Danaides y está así de agujereado no hay manera de quedarse tranquilo allí, de encontrar un lugar a resguardo, sino que más bien hay que saber que … “cuando se entra allí no se sabe hasta dónde se va.”
c) Cuando se entra allí no se sabe hasta dónde se va, caracteriza bien lo que hemos ubicado en el encuentro del sujeto con el goce. Encuentro cuyas consecuencias son incalculables y cuya importancia en la clínica de las toxicomanías es ampliamente conocida por quienes realizan esta práctica. El encuentro con el goce es incalculable en general y no se sabe nunca hasta dónde se va, porque no se sabe nunca, además, qué será lo que podrá, no digo detener, pero al menos desviar ese goce. En el caso de las toxicomanías ese encuentro inicial con el goce de la intoxicación hace ver muy bien el horizonte que señala la frase que comento: “una vez que se entra allí no se sabe hasta dónde se va”. Y como ustedes saben no se trata sólo del valor intoxicador de la sustancia. Hay algo incalculable en la relación del sujeto y el goce que el goce de la intoxicación potencia.
d) De las cosquillas a la parrilla. Es una manera de decirlo que tiene Lacan que siempre me pareció genial. Desde las cosquillas que muestran bien la irrupción del goce mezclado en el placer, o mejor, desde un placer infiltrado discretamente de goce, lo que da a las cosquillas un valor erótico, se puede llegar hasta un goce descarnado, más bien un goce que no deja chance más que a la devoración, a ofrecerse en la parrilla a la devoración. Un goce que se realiza en la propia devoración.
Eso ya implica un cierto saber sobre ese goce, y finalmente que hay un cálculo que puede hacerse sobre él: eso terminará mal. No solo no será por las buenas sino que terminará mal.
¿Será que estoy decidido a deprimirlos en esta linda mañana en Belo Horizonte? No, no es esa mi intención, más bien mi intención es preocuparlos, aún más de lo que están ustedes mismos, preocuparlos más aún de la preocupación que extraen ustedes mismos de su práctica con toxicómanos, y que hace que estén aquí hablando, como lo estoy yo mismo, y no por las buenas, de ese goce…
Hablar de ese goce, en este caso el goce de la intoxicación, no supone que podamos encontrarle un sentido, un sentido que sea su causa, y tampoco tenemos la esperanza de que la ubicación de ese sentido permita la elucidación y la cesión de ese goce. Eso es lo que hacemos con los síntomas freudianos. Pero aquí estamos enfrentando una dimensión del síntoma, como bien lo saben, donde no hay sentido que sea su causa. Es más bien el encuentro incalculable e insensato del goce, el cuerpo y el sujeto, fuera de todo sentido, el que queda por cernir, perturbar, molestar, atemperar. No se trata de encontrar un sentido en una identificación reprimida o en un ideal comunitario, sino que producirlo a partir de un pedazo de goce es una apuesta contra la época, contra la marcha del mundo, contra la dirección de una cultura toxicómana.
3. ¿Y usted qué es?
Voy a agregar ahora otra perspectiva, para extraer algo más de esta frase de Lacan que comento y ponerla en relación al argumento del encuentro: “La polis constituye el escenario privilegiado donde se manifiestan las multifacéticas expresiones de la subjetividad posmoderna, entre ellas el consumo abusivo de substancias. Tribus heterogéneas, espacios demarcados, discursos múltiples. Lado a lado con el delirio de homogeneización, la segregación y sus efectos – uno de ellos, la violencia.”.
La cuestión “de la cosquilla a la parrilla” no se juega solamente al nivel de cada uno. Se juega en el escenario cultural. Un escenario dominado entre otras cosas por la violencia. Es empujado también por el escenario cultural que atraviesa las diferentes capas de las sociedad pero que hace impacto brutal en la pobreza.
Se trata sin duda de la presión de una cultura que empuja a las más variadas formas del goce, pero también que ha perdido su brújula, sus referencias identificatorias. Y que ha perdido su brújula aún respecto, por ejemplo, de la cuestión del género y las identidades sexuales.
Recientemente en Argentina se ha dictado una nueva Ley de Identidad de Género, que es una ley de enorme importancia ya que afronta el problema de lo que mi amigo Ernesto Sinatra, en su último libro “L@s nuev@s adict@s” ha llamado “la implosión del género”:
“La ley de igualdad del género, permite a cada quien corregir su identidad sexual contrariando la que recibió en su organismo”.
Se ve rápidamente como la intensión reguladora del legislador se estrella contra el avance desmesurado, desordenado, para mencionar una palabra que nos orienta a nosotros, el avance desordenado en múltiples direcciones, por ejemplo de las redes sociales. Si vamos en Facebook al “perfil” del usuario, el famoso “perfil”, existe la posibilidad que cada uno de nosotros pueda ubicarse en cuanto al sexo en una clase. Porque todo el mundo quiere pertenecer a una clase y se hace más necesario aún pertenecer a una clase para sostenerse en este mundo anónimo. Elegir entre dos es lo tradicional en cuanto al sexo. Pero ahora Facebook ofrece la posibilidad de ubicarse en 52 categorías. Y cualquiera de nosotros tiene la posibilidad de elegir en su perfil a qué sexo o género sexual uno considera que pertenece:
Femenino Masculino, Andrógino, Andrógina, Trans, Trans Masculino, Trans Femenino, Varón Trans, Hombre Trans, Mujer Trans, Transexual, Travesti, Transgénero,Transgénero Femenina, Transgénero Masculino, Queer, Intersex, Intersexual, Ninguno, Neutro, Pansexual Varón, Pansexual Mujer, Mujer, Hombre, Varón, Lesbiana, Gay, Asexual Mujer, Asexual Varón, Mujer Bisexual, Varón Bisexual, Poliamorosa, Poliamoroso, Mujer Heterosexual, Varón Heterosexual, Mujer Homosexual, Varón Homosexual, Puto, Torta, Trava, Mujer Heteroflexible, Varón Heteroflexible, Lesboflexible, Cysexual Masculino, Cysexual Masculina, Cysexual Femenina, Cysexual Femenino, Cysexual Mujer, Cysexual Varón.
Y quizás haya otras que se irán agregando, que ya se habrán agregado mientras hablamos aquí esta mañana.
Se ve la aporía, la dificultad que implica por un lado que “una vez que se entra allí no se sabe hasta donde se va” y por otro se ve que sobre el vacío que hay entre los sexos, pero también sobre el vacío que hay entre el sujeto y el sexo, y finalmente sobre el vacío que hay entre el sujeto y su cuerpo, sobre eso no se puede finalmente legislar aunque para cada quien sea necesario nombrarlo. Porque ese vacío hay que nombrarlo.
De hecho esa explosión de categorías tiene también su reflejo en la dinámica de los grupos sociales. “Micro grupos”, “micrototalidades” que alojan una pertenencia posible vinculada a un modo de nombrar cómo se goza (Sinatra 2014).
En esa pretensión de pertenencia se ve un intento de nombrar ese vacío ineliminable, que no es sino el vacío que contiene el Tonel de las Danaides. Distintas corrientes han hecho eso en el tratamiento de los toxicómanos: alcohólicos anónimos para empezar, ex-toxicómanos, ex-alcohólicos, alcohólicos para toda la vida, narcóticos anónimos, han sido precursores.
No sé si aquí en Brasil existen los “narcóticos anónimos”. Son grupos como los de Alcohólicos Anónimos pero que consumen narcóticos. Lo interesante es que al nombrarse como “narcóticos” anónimos, al menos en español, el sujeto se reduce al narcótico. No sé si esto tiene sentido en portugués. No sólo es anónimo sino que además es un narcótico, un narcótico sin nombre, que por nombrarse así tiene uno. El sujeto se reduce a la sustancia. Un goce que se realiza en la propia devoración, como señalaba hace unos minutos. Pero al mismo tiempo en ese movimiento mismo adquiere un nombre donde alojar su goce. A veces es lo único posible y no es poco.
Esas “micrototalidades” testimonian el esfuerzo por encontrar en esa comunidad una pretendida “identidad de goce”. Se ve la paradoja que implica si pensamos que el goce es lo más singular y no puede homogeneizarse ni compartirse. Sin embargo ubicarlo así da un lugar, aloja algo de ese anonimato. Mostrando además lo imposible y lo necesario que es para el sujeto nombrar lo real del sexo.
Son formas deletéreas de hacer un remedo en lo social de lo que Lacan llamó “la función radical del nombre del padre”. Es la que da nombre a las cosas, que da nombre hasta al gozar.
La droga sin duda en algunos casos va a ese lugar. Las identidades deletéreas que esas pequeñas micrototalidades grupales ofrecen, también. Lo cual plantea muchos problemas clínicos para los psicoanalistas…
La intoxicación por decirlo de manera forzada, la intoxicación que se deriva de la identificación horizontal de los particulares respecto del Ideal que comanda la psicología de las masas, es ahora reemplazada por una intoxicación, un goce, que luego reclama una identificación y el reconocimiento de una forma de gozar.
El mundo muestra hoy lo que la clínica nos presenta en singular y en especial lo que nos muestra la clínica de las toxicomanías: que hay que construir una clínica más allá del impasse fálico. Ese impasse fálico que hace de defensa contra lo femenino y que los toxicómanos eluden con la intoxicación.
Lo que se ve en el estado actual de la civilización es coincidente con una gran parte de los problemas clínicos que enfrentamos.
Lo que entre nosotros y siguiendo la orientación de J.-A. Miller llamamos la feminización del mundo implica, en consonancia con nuestra orientación en el Psicoanálisis, que no hay solución universal, que no hay respuesta universal para el problema del goce, ni para el problema del deseo. En eso lo femenino está tan cerca de una solución singular.
No hay soluciones universales quiere decir para nosotros que estamos en el tiempo del sinthome.
4. “No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización”
Exploro en esta exposición un borde complejo pero me oriento con la frase de Jacques-Alain Miller a la que me refería al comienzo, que fue mencionada por una colega en Córdoba hace unas semanas y que retuve. “No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización.4”
Formulado así es una condición que se le imprime a la clínica psicoanalítica. Una condición de no aislarse de aquello que ocurre a su alrededor, tener en cuenta el contexto, lo cual es complejo, a veces más y a veces menos. Pero también pone la condición de que debemos hacer una clínica de la civilización. Y eso es ciertamente mucho más complejo en especial si nos exigimos no hacer una sociología psicoanalítica, muy de moda en algunos entornos. O hacer un reduccionismo psicologizante, cuya sátira es pública y nos ridiculiza.
Podemos abrirnos al estudio de las condiciones sociales para entender la influencia de la vida ciudadana en las subjetividades, pero debemos evitar sociologizar el psicoanálisis o psicologizar la complejidad social con lecturas que son finalmente cortas de vista.
Siempre se corre un riesgo al tomar esta perspectiva, pero ya estamos acostumbrados a eso. Quizás por eso el primer libro que hace 20 años publicó el TyA, seguramente desconocido ya para muchos, se llamó Sujeto, Goce y Modernidad. Fue una manera, casi sin saberlo en aquel momento inaugural, de ubicarnos en el cruce entre la clínica psicoanalítica y la clínica de la civilización sin saber todavía cómo hacerlo.
Ahora permítanme, para terminar, retorcer un poco, solo un poco esta segunda frase que me orienta esta mañana: “No hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización”. La retuerzo un poco para mirar el aspecto más actual de la cuestión que creo que está en el centro de las reflexiones que debemos sostener. Y la retuerzo para formular una pregunta: ¿hay sujeto de la clínica en este estado de la civilización? Y a continuación una segunda pregunta: ¿hay clínica psicoanalítica sin sujeto?
Estas dos preguntas dan de lleno en el estado de cosas general de la época, pero también en lo que a clínica de las toxicomanías nos enseña. Durante mucho tiempo situamos la particularidad de nuestra clínica en la producción, siendo más extremo en la invención del sujeto. Eso es finalmente lo que el analista produce al producir el inconsciente. El sujeto como respuesta de lo real ha sido la base de nuestra apuesta en el terreno de las toxicomanías. Y por lo que he leído en los trabajos que María Wilma Faria me ha enviado y que se presentarán esta mañana, sigue siéndolo. A veces funciona y produce efectos impensados. Muchas veces no, pero eso no nos impide insistir.
Ahora la cuestión se extrema y se generaliza cuando ya no es solo por efecto de las drogas que el sujeto queda cuestionado. En un capítulo de la serie South Park –serie que deben conocer, donde se relatan las aventuras de una banda de pequeños niños que retratan su mundo de manera implacable y con una lucidez que estremece uno de ellos debe enfrentarse con una situación impensada en su computadora: su “perfil” que supuestamente lo representa en alguna de las redes sociales, se independiza. No voy a relatarles las vicisitudes desopilantes que se desarrollan, pero finalmente luego de muchas aventuras él y su Perfil se enfrentan cara a cara, o cara a imagen o ¡imagen a imagen! y él recibe la siguiente pregunta: “¿Pero de qué te quejas? ¿Qué es finalmente más importante? ¿Tú o tu perfil?
Las condiciones actuales proyectan una civilización sin sujeto. Allí nuestras armas de la palabra y el lenguaje se ven nuevamente cuestionadas a un nivel dramático. La práctica no solo nos enseña las limitaciones de nuestro acto sino que también nos muestra cómo se puede, sin optimismo vano, encontrar para alguien el artificio significante justo, la nominación precisa o un arreglo con el goce algo más pacífico. Artificio, nominación, o arreglo… siempre con algo de provisorio, de precario, pero que a veces funciona o que pone al sujeto en su lugar.
Como analistas estamos en la incómoda posición de apostar contra lo imposible, la otra opción es dimitir, como lo hace el Padre en la actualidad e irnos a casa a que la televisión nos mire o que el Perfil nos diga quiénes somos…