On line y fast time: ¿qué es ser toxicómano hoy?[1]

On line y fast time: ¿qué es ser toxicómano hoy?[1]

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On line and fast time: what it is like to be a drug addict today?

Giovanna Quaglia[2] (Brasilia, Brasil)

Resumen: La hipermodernidad se revela en una conectividad de 24 horas. El discurso de la ciencia y capitalista coloca al goce en una aceleración del tiempo y de objetos de consumo. Con las transformaciones del mundo globalizado la toxicomanía se hace on line.
Palabras claves: toxicómano, goce, hipermodernidad, tiempo, conectividad
Abstract: The hyper modernity reveals itself in a 24-hour connectivity. The discourse of science and capitalism puts the jouissance in an acceleration of time and consumer goods. Changes in the globalized world now permits drug abuse to be done online.
Keywords: drug addiction, jouissance, hyper modernity, time, connectivity

La velocidad hipermoderna se revela en un exceso de goce. El tiempo de espera, del misterio, es rellenado por la conectividad. Alcanza un Google para hallar rápidamente un nombre, una solución, a lo que antes era inexplicable. Decimos que hay una feminización del mundo y que prioriza un goce ilimitado.

Estamos en tiempos del wifi, de las aplicaciones y las soluciones en software. Vivimos una secuencia fotográfica del selfies, donde compulsivamente cliqueo/posteo mi bien-estar. En la imagen, puedo todo. El tiempo que no vivo es eternizado en Instagram y Facebook. Los amigos que no tengo hablan conmigo en Whatsapp y Twitter. On line es la palabra del momento.

El empuje on line hacia la imagen ocasiona una envidia promovida por el ideal especular del discurso del capitalismo y sus avatares de goce. Vivo en mi imagen y me vacío en el plus-de-gozar. Mas en el tiempo on line no cabe sufrir. La forma de existir es un empuje Sanista.

Presenciamos una psicopatología de la clasificación con significantes amo. En la línea DSM y CIE-10, la nominación médica de un trastorno es un acto de sentido para lo que no tiene sentido. La nominación proporciona una ganancia rápida anclando al sujeto en una formación imaginaria de sentido. Surgen los síntomas prêt-à-porter.

Yo soy un trastorno… produce un lugar común para las diferencias. Se instala, por el discurso de la ciencia un saber amo sobre el mal-estar y una fórmula de pertenencia.

Lacan dice: “Lo que obra como veneno para Hamlet es la palabra de su padre.”[3] Hoy podríamos decir: lo que obra como veneno en mí es la palabra de la ciencia. Por el acto de nominación sintomática, la función de Tiresias de la ciencia diseña un destino diagnosticado.

Los diagnósticos, con sus listas interminables de trastornos, crearán un mercado poderoso de psicofármacos que pasarán a ser los responsables del control de la locura fuera de los manicomios. La medicación deviene un elemento indispensable para una pseudoconvivencia en una sociedad feliz y productiva.

¡La cura para el veneno y el tóxico!

En este discurso de la ciencia el veneno intoxica suprimiendo químicamente al sujeto del inconsciente. El discurso médico vuelve al insight superfluo, reduciendo el mal-estar a un cerebro problemático con un déficit químico.

Intoxicarse deviene mercadería de anaquel para la supervivencia de la cultura en una sociedad que dice: conéctese. ¡No hay nada más hipermoderno que ser medicado!

Y he aquí que tiempo, tecnología, imagen y pharmakon se unen en un bien común de normalidad. Paradoja contemporánea, ironía fabricada: ¡Todos adictos!

Entonces, ¿qué es ser toxicómano hoy?

Para esta reflexión quiero recorrer el film Trainspotting,[4] en el cual acompañamos la trayectoria de un grupo de jóvenes toxicómanos. Así y todo, echando otra mirada, el film revela una crítica a la sociedad de consumo e indica una mutación de lo que es la toxicomanía.

En off, al comienzo del film, Renton dice: “Escoja un empleo, carrera, familia, televisión… Escoja vivir. Mas ¿por qué yo querría eso? Escogí no vivir. Escogí otra cosa. ¿Los motivos? No hay motivos. ¿Quién precisa de motivos cuando tiene heroína?” Pero al final indica: “Yo cambiaría… escogiendo una vida. Estoy buscando el futuro ahora mismo. Sería exactamente como usted… trabajo, familia, televisión… buscando el futuro hasta el día de su muerte.”[5]

Usando estos dos momentos me gustaría afirmar que estamos viviendo una toxicomanía al revés. La toxicomanía hipermoderna no es la del comienzo del film, como no es la de Cristiane F., W. Burroughs. Esos son nombres de otros tiempos. Junks. Rebeldes, cínicos respecto del discurso capitalista. Fieles a un objeto. Nos hacían pensar la droga en relación a una ruptura con el falo. Toxicómanos de un goce maligno y localizado. Sujetos al margen, que contorneaban la castración, obteniendo en la soledad un goce autoerótico. ¡Esas caras están fuera de moda!

El toxicómano hipermoderno, al contrario, revela que su solución de pharmakon consiste en ser productivo, tener una vida saludable, no manifestar oscilaciones del humor, no comer mucho, no dormir mucho, hacer ejercicios, tener tarjetas de crédito, ir de shopping, permanecer on line, tener iphone, ipad, iwatch, ser yupi y estar de onda. Este toxicómano goza del abuso de la velocidad, en la exageración del acceso a una vida masificada por internet.

Sí, aún observamos manicomios a cielo abierto, seres devastados por la miseria y el uso de drogas. Pero cabe reflexionar que aquello que llamamos Crackolandia no es un lugar de toxicómanos, es un local de excluidos del discurso capitalista, personas sin acceso a los bienes de consumo. Creo que es preciso estar atentos para no acostumbrarnos a la imagen de exclusión como una falsa imagen y nominación de la toxicomanía.

La toxicomanía hipermoderna revela un cuerpo agitado en busca activa de objetos a más de consumo. El goce es generalizado y la solución toxicómana un llamado al consumo. Lo que sería derecho se torna deber. El derecho al goce acabó por tornarse obligación. Los objetos se imponen y la búsqueda del goce causa.

En el film El lobo de Wall Street,[6] donde las imágenes nos exponen a los excesos de la vida de Jordan Belfort, los personajes gozan sin parar, abusan del sexo, del dinero y de las drogas. El tema es la promoción del imperativo: ¡Goce por todas partes! Lo que fascina al espectador no es una crítica social sino el poder de la imagen para captar lo que todos desean: ¡una vida con derecho al goce generalizado!

Si el toxicómano mutó es que también el tóxico mutó. Si antes el tóxico era una droga, hoy las listas interminables de substancias nos señalan que el tóxico puede ser cualquier cosa. Se verifica una mutación del goce, presenciamos un goce que se disloca, que aparece por todas partes, omnipresente. ¡El tóxico es el goce!

Es el goce lo que figura como elemento central en la lógica de la reproducción globalizada. El discurso impulsa hacia la infinita plasticidad de la producción de posibilidades de elección en el universo del consumo.

El toxicómano hipermoderno vive inmerso en una urgida temporalidad de reloj, ya no es posible concebir otra forma de estar en el mundo que no sea la de la velocidad y la prisa. El estado mental es up, fast, on line. Más tiempo despiertos, conectados y conscientes. Surge un imperativo de ser siempre mejor y más rápido. Acontece una expropiación del inconsciente como neutralización social del conflicto entre el principio del placer y el principio de realidad a través de una satisfacción administrada. En cápsulas intoxicantes de lucidez podemos entregarnos a la muerte de la singularidad en un goce automaton.

El goce mortífero de la intoxicación está en una sobredosis del principio de realidad, entendido aquí como una yo-realidad que no necesita hacer nada a no ser luchar por lo que es útil y resguardarse contra los daños. Se verifica un aumento del consumo de droga para mantenerse focalizado. Las substancias son estimulantes, antidepresivas y ansiolíticas.

En el film Sin límites,[7] Eddie descubre una cápsula que le permite, mediante la intoxicación, volverse invencible, rápido, inteligente, prever el futuro y tener soluciones para todos los peligros. Eddie es un toxicómano on line, acelerado, conectado, en el exceso del goce de autoconservación.

Finalmente, me gustaría postular una pregunta: ¿No habrá muerto Michael Jackson por no poder desconectarse?


Traducción del portugués: Maximiliano Zenarola

[1] Agradezco el apoyo de Pablo Sauce, Romeu Maia y Dâmocle Paiva.
[2] Psicoanalista. Coordinadora de la Biblioteca y del Núcleo de Investigación en Toxicomanía de la EBP DG GO/DF. Profesora adjunta del Departamento de Psicología del Centro Universitario IESB.
[3] Notas personales.
[4] 1996. Dirección: Danny Boyle. Autor: Irvine Welsh.
[5] Pasajes tomados del film en inglés, con traducción personal.
[6] 2013. Dirección: Martin Scorsese. Autor: Jordan Belfort.
[7] 2011. Dirección: Neil Burger.
Giovanna Quaglia

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