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Break the effect of affection
Jean-Marc Josson (Bruselas, Bélgica)
Psicoanalista, Miembro de la École de la Cause Freudienne (ECF) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), Responsable del Alojamiento para crisis del Centro Médico Enaden, Profesor en la Sección Clínica de Bruselas.
Psychoanalyst, Member of ECF and WAP, Responsible for the Crisis Accommodation of Enaden Medical Center, Teacher at the Clinical Section of Bruxels.
Resumen: La droga ayuda a romper el afecto, situado en la última enseñanza de Lacan como el efecto de un significante. Ubicarlo en cada caso orienta el acompañamiento.
Palabras clave: función de la droga, efecto del afecto, la orientación de la práctica
Abstract: The drug allows to break the affect, defined in Lacan’s last teaching as the significant effect. To isolate it in each case orientates the follow up.
Key words: drug function, affect effect, practice orientation
La increíble definición del afecto dada por Lacan en su última enseñanza nos invita a reconsiderar, en el campo de lo que hoy se llama las adicciones, la función que puede tener para un parlêtre (hablanteser) el consumo de drogas o alcohol, especialmente en la psicosis.
Una función particular del consumo se puso en evidencia en la discusión del caso presentado por Sébastien Decamp en la última conversación del TyA en Bruselas.
El hombre en cuestión comienza a consumir en la cárcel para soportar –dijo– las intimidaciones, las amenazas y la violencia. Parece, sin embargo, durante su estancia en la institución, que más allá de éstas, él es objeto de una mala intención del Otro, de quien da una fórmula singular: busca deshacerse de él. Su consumo le permitiría amortiguar esta interpretación, que es para él una certeza.
Esta lectura es esclarecedora, pero, en mi opinión, inexacta. El consumo de este hombre no es un intento de tratar su certeza, sino el efecto producido por esta certeza en su cuerpo. Es un intento de hacer un tratamiento del afecto.
En 1973, Lacan presenta en Televisión lo que Jacques-Alain Miller llamó su «pequeña teoría de los afectos» (MILLER, 1986, p. 77).
Desde el principio, Lacan ubica el origen del afecto: «Que se me responda sobre este punto: un afecto, ¿tiene que ver con el cuerpo? Una descarga de adrenalina, ¿es cuerpo o no? Que eso perturba funciones, es verdad. Pero ¿en qué proviene del alma? ¿Es pensamiento lo que se descarga?» (LACAN, 2001, p. 524). El afecto tiene como origen el pensamiento, y no el cuerpo o el alma, «el uno del cuerpo» (REGNAULT, 2004, p. 132). El afecto viene del pensamiento, y va al cuerpo; él viene del pensamiento, de donde descarga, y va al cuerpo, en el que perturba las funciones.
Estas coordenadas son precisadas por Lacan un poco más adelante en el texto: «La simple resección de las pasiones del alma […] ¿no da testimonio ya del hecho de que para su abordaje se requiera pasar por ese cuerpo, del que digo que solo está afectado por la estructura?»; y continúa: «Indicaré por qué extremo se podría dar curso serio, a entender aquí como serial, a lo que en ese efecto prevalece del inconsciente» (LACAN, 2001, p 525). El afecto –y subrayo esta definición– es un efecto. Es un efecto del inconsciente, de la estructura, y solamente de ella, como lo indica el modo adverbial «no (otra cosa) que». Este efecto afecta el cuerpo. La seriedad de esta tesis es demostrada por Lacan a continuación en sus comentarios. Ella sostiene y esclarece las definiciones de la serie de los seis afectos que él aborda.
Lacan retoma esta estructura del afecto en El fenómeno lacaniano en 1974: «El afecto, ¿qué es? […] ¿Cree que es eso que se revuelve en las tripas? ¿Qué revuelven? Revuelven palabras. No hay nada que afecte, como se suele decir, más que aquello que califiqué como ser hablante» (LACAN, 2011, p. 26). El afecto es el efecto de las palabras –el ablativo en el enunciado de Lacan– y este efecto revuelve las tripas. Debido a que revuelve las tripas, el afecto hace del sujeto del inconsciente un ser hablante, es decir, un sujeto del inconsciente dotado de un cuerpo.
Las palabras que producen el afecto presentan dos particularidades. Por un lado, estas son palabras dichas: «El afecto está hecho del efecto de la estructura, de lo que es dicho en alguna parte» (LACAN, 2007, p. 11). Alguna parte, eso sería por el Otro: estas palabras serían dichas por el Otro. Por otro lado, eso que causa el afecto viene de lalangue: «Estos afectos son lo que resulta de la presencia de lalangue» (LACAN, 1975, p. 127). El contenido de los elementos que lo componen, el tono de voz, por ejemplo, implica que eso que produce el afecto no es necesariamente una palabra.
En 1999, Jacques-Alain Miller hace hincapié en una tesis que extrae de la última enseñanza de Lacan, donde reencontramos, enunciado a partir del significante, esta definición sin precedentes del afecto: «El significante no tiene solamente efecto de significado, sino […] él tiene efecto de afecto en un cuerpo». Esta tesis se puede escribir en un matema, donde la flecha simboliza el afecto (MILLER, 2000, p 46.):
S1 -> cuerpo
El significante que tiene un efecto de afecto no es un significante S1 articulado a un significante S2, sino un significante aislado, un S1 solo. Este significante se ha de considerar como una variable, la variable de una función, la x de f(x), como se dice en las matemáticas. En su lugar se puede escribir toda manifestación del inconsciente. Por lo tanto, el fantasma tiene un efecto de afecto: «[El] efecto [del fantasma «pegan a un niño»] no es un efecto de verdad. […] Allí, al contrario, sostenemos que su efecto es un afecto» (MILLER, 2000, p. 59). El acontecimiento de cuerpo que define el síntoma en la última enseñanza de Lacan es un acontecimiento que tiene un efecto de afecto en el cuerpo. Un analista de la Escuela lo testimonia con precisión: en su caso, la «naturalidad» en «el tono de la voz de la madre» tenía un efecto de «dejar caer» (BOSQUIN-CAROZ, 2014, p. 84) que lo inhibió.
El afecto es, entonces, el efecto de un significante en el cuerpo.
El caso presentado en el TyA no se construyó a la luz de esta conceptualización. Yo planteo, sin embargo, la hipótesis de que la certeza de este hombre es el significante que, en nuestro matema, tiene un efecto de afecto en el cuerpo.
Todos los elementos de esta pequeña estructura aparecen claramente en otro caso, escrito por Marie Vlayen para la última conversación de la Red 2 (una red de instituciones orientadas por el psicoanálisis), cuyo objeto de estudio era precisamente el afecto. El hombre en cuestión también está habitado por una certeza: lo van a atacar, quieren matarlo. Esta certeza aparece después de una agresión cuando tenía doce años: un joven de su pueblo lo empujó contra una cerca, «así, por nada», dijo. Esta agresión «echó a perder (su) vida». Esa certeza produjo lo que él mismo llama las angustias paranoicas: él tiene miedo de todo, miedo de los otros. Está constantemente angustiado, inclusive cuando está solo «todo el día, yo soporto, soporto». El afecto es omnipresente porque el significante no cesa de repetirse, de reiterarse (MILLER, 2011, p. 58).
Esto es lo que intenta tratar el consumo. Él apunta a anestesiar o a reducir el efecto de afecto en el cuerpo que produce sin descanso el significante que se reitera. El consumo de drogas se convierte en toxicomanía cuando –esta es mi segunda hipótesis– él en sí mismo está contaminado por la reiteración implicada en el acontecimiento de cuerpo. Entonces, atrapado por esta repetición, el consumo se desboca. El hombre agredido, que había sido aplacado por el Xanax que su abuela le había dado después del ataque, ahora consume benzodiacepinas por cajas enteras.
Por último, cabe destacar que la función de la droga puesta en evidencia aquí no es otra cosa que lo que se puede deducir de la famosa definición que da Lacan de la droga en 1975. Lacan tira la moral del pequeño Hans de Freud, y concluye su desarrollo con esta proposición: «no hay otra definición de la droga que ésta: es lo que permite romper el matrimonio con el pequeño hace pipí» (LACAN, 2016, p. 21). La moral de Hans es que el niño y la niña están casados con sus colas, y que el matrimonio es una fuente de angustia. La angustia se produce cuando uno y otro se dan cuenta de su matrimonio: ese es el momento del descubrimiento del pequeño hace-pipí. Las cosas se complican aún más cuando se hincha el pene –«no hay otra cosa mejor para hacer falo» (Lacan, 2016, p. 21)–, es decir, cuando se mide el lugar del pequeño sujeto en el deseo del Otro. Aquí es donde las palabras, como las de la madre de Hans, lastiman y devastan. Romper el matrimonio con el pequeño hace-pipí significa romper el efecto de afecto de ese matrimonio. Esto es lo que hace la droga, y lo que continúa siendo su éxito.