Toxicomanías: “El imperio del silencio”

Toxicomanías: “El imperio del silencio”

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Drug addiction: “The empire of silence”

Lenita Bentes[1] (Rio de Janeiro, Brasil)

Resumen: Este trabajo articula la relación entre el cuerpo del “hablanteser”, del “parlêtre”, con el cuerpo intoxicado. Este sujeto expone el cuerpo tanto a la fascinación como al rechazo, a la mortificación o al fetiche, como lo es en el caso de la práctica de “dominación”. Una película y una viñeta clínica nos dan el marco para una discusión que puede ser muy fértil para la clínica que se nos presenta.
Palabras claves: silencio, droga, imperio, imagen, goce, cuerpo hablante, angustia
Abstract: This paper articulates the relationship of the body of the “falasser”, of the “parlêtre”, with the intoxicated body. The subject exposes the body to fascination as well as to repulsion, to mortification or to fetiche, as in the case of “domination”. The film and a clinical fragment give the tone to a discussion that may be very fertile to the clinic with which we must cope.
Key words: silence, drug, empire, image, jouissance, speaking body, anguish

“El psicoanálisis cambió. No es un deseo, hecho” [2], dice Miller en su texto “El Inconsciente y el cuerpo hablante”. La subjetividad de nuestra época se presenta como un punto de inflexión donde la discontinuidad es lo que la distingue, especialmente de otras anteriores. Tiempo de rupturas radicales, siempre virtuales y de poca o ninguna duración.

¿Qué valor tiene la palabra del padre que garantiza la transmisión de la cultura? ¿Qué goce tenemos hoy? La decadencia del ideal del yo tiene como resultado la exacerbación del yo ideal. Gozamos con nuestra imagen y con la del otro, puesto que la captura de la imagen silencia, embriaga y podemos decir, vuelve volátil la palabra. En “El Imperio del Silencio” hay un cuerpo intoxicado. Sólo a posteriori, aquello que se silenció, que retrocedió frente al habla y al lenguaje, testimoniará de un cuerpo capturado por un goce autoerótico, al cual se mantiene fiel para protegerse del síntoma, engañado por la droga.

Cuerpos destrozados, tatuados con seres excluidos de lo simbólico, donde cuelgan prótesis metálicas, usados como pantalla donde se escenifican las relaciones con los otros y su miseria banal. Especularidad, distinta de la del estadio del espejo, que nos da la idea de una supuesta unidad. Me refiero a la especularidad con un otro, ahora moldeado por la ciencia, por el mercado de la moda, donde prolifera la individualización, donde el anverso y el reverso son la metáfora de una costura que no privilegia la estructura moebiana por permanecer oculta.

El sujeto expone el cuerpo tanto a la fascinación como al rechazo, a la mortificación o al fetiche, como lo es en el caso de la práctica de “dominación” en la película Cincuenta sombras de Grey. Un solo color! En vez de acuarela del deseo, son cincuenta matices de lo mismo. El personaje somete, “domina” mujeres bajo la invitación de hacerlo juntos y ellas deben consentir, nada forzado, a realizar hasta el límite su fantasía sádica de infligir dolor. Se trata de un joven que no sabe nada sobre el amor.

Bajo la mirada tierna y firme de una compañera, confiesa haber sido sometido a la “dominación”. Una amiga de su madre adoptiva lo convocó allí, al lugar de objeto de goce sádico del Otro, lugar donde llama a las mujeres, una vez que su goce no puede condescender al deseo.

Hay muchas maneras de abordaje del cuerpo que rechaza el amor, ya que esto, el amor, implica tener que confrontarse con la propia falta y con la del Otro, con la inexistencia de relación sexual. Entre ellas, las toxicomanías legales y no legales. Las tiendas de drogas proliferan, verdaderos shopping centers de medicamentos, hierbas medicinales, artículos de tocador, maquillaje etc.

El manejo de la imagen enmudece el síntoma, llevando al extremo el “dime lo que sientes y te diré lo que debes tomar, para ser feliz”. Cápsulas para amortiguar el dolor de no poder tejer el amor, de no poder trenzar los hilos que enlazan al Otro en su falta en tener y en ser. Drogas para silenciar la angustia que devasta el cuerpo del “hablanteser”, que inundan de un goce que se quiere infinito, pero que conduce a la muerte real o de la subjetividad que, luego, no se puede afianzar.

En Pharmakon 11, Esteban Klainer, en su trabajo Efectos de la sustancia en el cuerpo, indaga, partiendo de Lacan en Televisión si “el afecto tiene que ver con el cuerpo”[3]. El afecto incide sobre el cuerpo. El afecto es correlativo del efecto de lo simbólico en el cuerpo, de los efectos del lenguaje sobre el cuerpo. De ser así, los productos químicos no pueden tratar el cuerpo del “hablanteser”, solo pueden llevarlo al Imperio del Silencio.

Los sueños realities bajo efecto de sustancias, que algunos pacientes relatan en sus análisis, descriptos como “muy reales”, dan cuenta de escenas imaginariamente vividas que, “porque han sido vistas tanto como vividas”, les hacen creer en los efectos reveladores de las drogas, revelación de una verdad a la cual no tienen acceso jamás. Los sueños realities llevan, por lo tanto, a descreer del Inconsciente.

Un paciente relata que hace uso de la ibogaína, planta de la que se extrae un té: “después de hacer una limpieza del organismo, la ibogaína me condujo a una regresión en el tiempo, donde pude ver lo que me traumatizó. El haber sido abusada por mi padrastro y la culpa que sentía como resultado de esto, en relación a mi madre, su abandono como consecuencia de su trabajo y la desaparición de mi padre.”

El analista pregunta cuál es la revelación que le parece nueva teniendo en cuenta que esto había sido ya relatado en su análisis. La paciente responde que “una cosa es hablar de esto y otra es verlas tan claramente. ¡Es Indiscutible! Lo que es indiscutible es que el uso de drogas siempre pone el cuerpo en juego, tomado por el silencio, sobreviene la excitación o el estupor. “… Un cuerpo, eso se goza. Eso se goza por corporizarlo de manera significante.”[4]

No se trata de un sujeto no afectado por la palabra, sino de un sujeto cuyo cuerpo está, en cierto modo, un poco cercenado del Otro de la palabra, es decir, como efecto de uso, no puede afectarse, provisoriamente, por la palabra. La ruptura fálica no es aquí tan radical como en la psicosis, donde la forclusión del Nombre-del-Padre implica la ausencia radical de la significación fálica.

Si Diógenes de Sinope escondía su goce autoerótico en un tonel, el consumidor de crack se esconde en el tonel de las grandes ciudades, en agujeros, bajo las autopistas, en los lugares que lo acojan y lo defiendan de la intrusión del Otro. Cuerpo regulado por el Imperio de la escritura científica, como en el caso de las inmensas cantidades de drogas “legales”, para recomponer la imagen afectada por el paso del tiempo, en las clínicas de cirugía plástica que modelan el cuerpo haciéndolo firme para mantenerlo deseable. Este mercado no distingue entre cuerpo y organismo, exceso de goce, no para ser perdido sino para recuperar. Cuerpo donde el significante inyecta goce. Cuerpo efecto del significante y del objeto a que lo divide.

Un cuerpo, eso se goza a condición de corporizarlo de manera significante, la cuestión no es el tóxico, pero sí el tipo de satisfacción que tiene lugar allí. Miller, en su curso La experiencia de lo real en su cura psicoanalítica[5], distingue significantización de corporización. La primera eleva una parte del cuerpo a la categoría significante, a la simbolización. En la segunda, el significante se corpsifica, lo que hace del inconsciente un saber sobre el goce. El abuso de las drogas es una tentativa de corporización por fuera del discurso.

Traducción del português: Raquel Vargas

[1] Psicoanalista miembro de la Escola Brasileira de Psicanálise y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Magister Y Doctora por la Universidade de Estado do Rio de Janeiro (UERJ). Coordinadora del Núcleo de Toxicomanias e Alcoolismo do Instituto do Rio de Janeiro.
[2] Miller, J.-A. “O inconsciente e o corpo falante”. Presentación del tema del X Congreso de la AMP, en Rio, en 2016. http://wapol.org/pt/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=13&intEdicion=9&intIdiomaPublicacion=9&intArticulo=2742&intIdiomaArticulo=9.
[3] Lacan, J. Psicoanálisis. Radiofonia & Televisión, 1977, apud Klainer, E. Efectos de las substancias en el cuerpo. In: Pharmakon 11: El lazo social intoxicado. Publicación de Grupos e Instituciones de Toxicomanía y Alcoholismo Del Campo Freudiano. Buenos Aires: Grama Ediciones, 2009, p. 177.
[4] Lacan, J. (1972-73) El Seminario, libro 20, Aún, 1975, p. 35.
[5] Miller, J.-A. La experiencia de lo real en la cura psicoanalitica, Buenos Aires, Paidós, 2003, p. 127.

 

Lenita Bentes

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