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An enslaving compulsion
Marcela Almanza1
(Cidade do México, México)
Resumen: En el Seminario 6, J. Lacan retoma el estatuto de la toxicomanía tal como es concebido por E. Glover, para plantear desde allí una lectura crítica que se extiende hacia los conceptos de sujeto, objeto, deseo, fantasma y sobre el uso del término realidad. En este punto, el análisis pormenorizado que hace Lacan sobre las particularidades del fantasma perverso se convierte en una lección magistral para orientar la práctica. Por otro lado, se retoma de otro texto de Glover el estatuto de la compulsión y la particularidad de lo que se constituye como droga para cada consumidor.
Palabras clave: toxicomanía, realidad, fantasma, compulsión, droga
Abstract: In the 6th Seminar, J. Lacan resumes the statue of drug addiction as it is conceived by E. Glover, to propose a critical reading that extends itself until the concepts of subject, object, desire, fantasy and the use of the term reality. At this point, the detailed analysis Lacan makes about the particularities of the perverse fantasy, becomes a magistral lesson to guide the practice. On the other hand, we resume from another of Glover’s text, the statue of compulsion and the particularity of what becomes a drug for each consumer.
Key-words: drug addiction, reality, fantasy, compulsion, drug
En el Seminario 6 El deseo y su interpretación, J. Lacan hace una breve alusión a Edward Glover y a su artículo The relation of perversión-formation to the development of reality-sense (1933) planteando que lo esencial allí es la concepción de la formación perversa como un medio para el sujeto de precaverse de todo lo que para él no se inscribe en una realidad coherente.
Desde esta perspectiva, Glover propone una suerte de omnipresencia de la función perversa que aparece “en un sistema de anterioridad y de posterioridad en el cual se escalonan como más primitivos los trastornos psicóticos y después vienen los trastornos neuróticos. Entre ambos se inscribe la toxicomanía, que correspondería a una etapa intermedia”. De allí en más, la crítica de Lacan a esa visión original no se hace esperar “…como cada vez que se intenta una pura y simple localización genética de las afecciones analizables”.2
Insiste entonces, a nivel de las repercusiones en la práctica, en el grave equívoco que se produce en el uso del término realidad cuando la consideramos como un desarrollo paralelo al de los instintos. Del mismo modo, se pregunta Lacan por las consecuencias que se producen cuando esta idea también alcanza al concepto de deseo, implicando la siguiente paradoja “…que la maduración del deseo, es lo que permite al mundo culminar en su objetividad”.3
Critica, por lo tanto, toda concepción relativa a una supuesta maduración del deseo que desemboque en una maduración del objeto, y se pregunta ¿de qué objeto se trata?
Rápidamente, Lacan se presta a aclarar que esa a “…es la que constituye el residuo, la que está al margen de todas esas demandas y que ninguna de esas demandas puede agotar. Está destinada como tal a representar una falta… Éste es el hueso de la función del objeto en el deseo”.4 Pues, continúa Lacan, lo que da el relieve del funcionamiento del deseo “…muestra que el objeto perdido, el objeto que hay que recuperar, no es aquel que una perspectiva genética promueve como el objeto primitivo de una impresión primordial”,5 sino que en la experiencia analítica lo que se verifica es que la forma fundamental de esos objetos (por ejemplo de las fases oral y anal) manifiesta la estructura del corte. Y agrega Lacan que por eso, dichos objetos son convocados a representar el papel de soporte imaginario en el fantasma “…en ese nivel del significante donde el sujeto resulta situarse como estructurado por el corte”.6
Se trata entonces de la concepción de un sujeto que es sujeto de una cadena articulada que es del orden del discurso, una cadena que no es accesible al sujeto, donde más bien se desconoce en ella y que no aparece allí más que en los intervalos, en los cortes.
Aquí Lacan asume una posición implacable frente a la práctica del psicoanálisis sostenida por “ciertos analistas”, sobre las consecuencias que de ésta se deducen, y se pregunta “¿Acaso se trata pura y simplemente de conducir al sujeto hacia un presente a nuestra medida, al presente de la realidad que podemos definir como hombres de ciencia, o como hombres que se imaginan que todo es reducible, a fin de cuentas, en términos de conocimiento? Bien, parece que toda una dirección de la técnica analítica se inclina a reducir el sujeto a las funciones de la realidad…”
Y agrega “No obstante, el lugar que ocupa el fantasma, ¿no requiere que tengamos en cuenta otra dimensión? Esa dimensión es la de lo que cabe denominar las exigencias verdaderas del sujeto. No se confunde con la realidad, no se deja reducir al mundo común…”.7
Desde esta perspectiva crítica introducida por Lacan, habría que reconsiderar entonces la inclusión de la toxicomanía dentro de una elaboración genética de las relaciones del sujeto con el mundo, como una etapa intermedia entre trastornos neuróticos y psicóticos. Más bien, bajo las coordenadas conceptuales planteadas en este seminario -que despejan equívocos sobre el estatuto del sujeto, del objeto, del deseo y del uso del término realidad- habría que evaluar la función y el uso del fantasma para cada sujeto, a la luz de las condiciones necesarias para que se produzca la satisfacción.
En este punto, el análisis pormenorizado que hace Lacan sobre las particularidades del fantasma perverso, se convierte en una lección magistral para orientar la práctica.
Articulado a lo anterior, retomo otro texto de E. Glover, On the etiology of drug-addiction (1932) que también Lacan cita en este seminario.
Si bien el autor ya planteaba allí la hipótesis que mencionamos anteriormente en torno a su concepción sobre las perversiones, luego de introducir la posibilidad de establecer un mecanismo específico para la drogadicción y de retomar la cuestión de las posibles fantasías concomitantes, dice que por el momento está más interesado en definir la función de la drogadicción, y a modo de síntesis, plantea que ésta implica fijación a un sistema edípico transicional (entre los núcleos edípicos más primitivos que producen ansiedades paranoides, y un núcleo edípico que es responsable de reacciones obsesivas posteriores), que tiene una función defensiva, y que actúa como una protección contra la reacción psicótica en estados de regresión.
Adicionalmente comenta que la drogadicción podría ser considerada como un progreso sobre la paranoia a los fines de localizar la ansiedad paranoica y permitir la adaptación externa para actuar, pudiendo ser ésta una de las funciones específicas de la drogadicción.
A continuación, lo que me interesa destacar es que, aún dentro de este paradigma conceptual que dio lugar a las observaciones y críticas precedentes, Glover plantea cuestiones interesantes. Por ejemplo, se pregunta por la relación existente entre la drogadicción y los hábitos neuróticos o los usos sociales, en particular por aquellos pertenecientes a lo que denomina un grupo de “ingestión”.
Se pregunta, además, por qué las drogas nocivas son elegidas en ciertas adicciones, prefiriéndolas a sustancias menos dañinas o inofensivas, planteando lo siguiente “Actualmente no hay ninguna duda de que los efectos fármaco-tóxicos de las drogas no juegan un papel específico en aquellas adicciones consideradas peligrosas, tal como se supone en los círculos extra-psicológicos. En ciertos casos de adicciones en los que se estableció un sustituto inocuo (en un caso se usó azúcar de esta forma) he observado la misma compulsión esclavizante asociada al sustituto.”8
Por otro lado, afirma que tanto en los análisis de sujetos neuróticos como psicóticos descubrió el mismo sentido subjetivo de la compulsión, allí donde se despertaba la misma ansiedad de privación que aquella que surge frente a los hábitos de droga standard.
Y agrega “Más aún, es bien conocido que en las privaciones reales de drogas la última y la más diluida gota de una sustancia adictiva es tan significativa para el adicto como el último y el más trivial ceremonial lo es para un caso severo de neurosis obsesiva”.
Por lo tanto Glover concluye que, dadas ciertas condiciones, cualquier sustancia (psíquica o de otra índole) puede funcionar como una “droga”.
Un novedoso punto de apertura del texto, para seguir pensando esa compulsión esclavizante.