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An institution to detangle the ways of recoverying the jouissance of the Other
Musso Greco[1], Marcelo Bizzotto[2], Luis Fernando Couto[3], Pedro Braccini Pereira[4], Pedro Castillo[5], Ana Elisa Maciel[6]
(Belo Horizonte, Brasil)
Resumen: Conscientes de que no hay solución universal calcada en el superyó o en el ideal, intentamos sorprender a esos sujetos que taponan sus cuestiones con la droga y que se embrollan en actuaciones que pueden llevarlos al corto-circuito de la muerte, ofreciéndoles preguntas sobre cómo intentan dominar sus situaciones de conflicto social y subjetivo, aislando su objeto singular de goce: la droga.
Palabras claves: toxicomanía, goce, nudos borromeos, cuerpo, yo.
Abstract: Aware that there is no universal solution grounded in the ideal nor the superego, we tried to surprise adolescents who don’t want to know about their issues with the drug and so come into actions that can lead them the death, offering them questions about their situations of social and subjective conflict, isolating their singular object of jouissance: the drug.
Keywords: drug addiction, jouissance, borromean nodes, body, ego.
El proyecto clínico C.A.P.U.T. (Centro de Atención y Protección al Joven Usuario de Tóxicos) fue implantado en Agosto de 2012 por una O.N.G. en colaboración con el Tribunal de Justicia y con apoyo financiero del Gobierno del Estado de Minas Gerais. El C.A.P.U.T. tiene una estructura de actividades que contempla grupos de conversación, talleres (con referencias al hip hop y a lo audiovisual), atención familiar, atención de escucha individual, atención psiquiátrica, además de un Programa de Desintoxicación, con esquema de permanencia día y ocho camas de atención integral. La orientación clínica está dada por el psicoanálisis lacaniano, el perfil de los pacientes está compuesto por adolescentes con historia de abuso/dependencia de substancias psicoactivas (principalmente de cocaína y crack). Se busca propiciar una “socialización del goce” en el espacio de la clínica, la metodología clínica de ese proyecto se apoya en la construcción del caso clínico – cuyo objetivo es el sujeto y su punto de goce. El servicio es pionero en Brasil. Llama la atención en los casos, además de la ausencia de la figura paterna, un ejercicio igualmente deficitario de la función materna: goce materno desenfrenado, Nombre-del-Padre fallido. Hemos encontrado un gran número de pacientes para quienes el registro simbólico funciona mal, con una pregnancia de lo imaginario, y presentaciones fuera del lazo social o poco sintonizadas con este, desenganchadas, lo que nos lleva siempre a postular la hipótesis de psicosis ordinaria. Algunos fragmentos clínicos servirán aquí como modo de presentación de las principales cuestiones que motivan el trabajo de ese equipo.
Habbo Boy, 15 años, no tiene padre, todo el relato del caso está repleto de madres (biológica, adoptiva, hermana que pidió que lo adopten “para ella”, abuela). “Nunca escuchó un ‘no’ en la vida”, según la madre adoptiva, con quien dormía hasta que eso fue impedido por el equipo del C.A.P.U.T. Patrón de consumo de drogas compulsivo, desde la pubertad, problemas de convivencia acentuados, tales como peleas, irritabilidad y agresividad, además de falta de vínculo con la escuela. Él funciona en la perspectiva más primaria de la demanda imaginaria, actuando de modo transgresivo, en todo momento, con total escasez del recurso significante, pegándose al Otro y mimetizándose con él. Por identificación del goce en el lugar del Otro, se auto-diagnostica como “viciado”, lo que le permite algún tipo de enlace con el Otro, al nivel de lo imaginario, al mismo tiempo que, por el retorno del goce en el propio cuerpo, por la vía de los efectos químicos producidos por la droga, consigue alguna moderación del goce materno que lo invade, continua y ambivalentemente. La separación de la madre − por medio de un trabajo de acogida de su historia y percances, sin que ella precise recurrir al hijo como el nombre de su tormento − produce algún (precario) reenganchamiento significante. El trabajo cotidiano de varios profesionales, en el equipo, intenta sostener en los talleres una articulación de lo Imaginario y de lo Real, además de apostar, sobre transferencia, en alguna nueva nominación del sujeto (articulando Simbólico y Real).
Ya Creta, una joven de 16 años, que participó de asalto a mano armada y consume frenéticamente cocaína (desde la pubertad, como todos en el C.A.P.U.T.), se encaja más en el modelo de la Joven Homosexual de Freud, debido al resentimiento por la decepción causada por el padre, que la lleva a sostener una posición fálica como reacción de venganza al padre, con el cual se identifica. Ella presenta una serie de disturbios psíquicos: alteraciones en el curso y en la asociación de ideas, exageración y supresión de los sentimientos, histrionismo, hipomanía, voracidad. Aún estamos investigando si ella, en el medio social − donde circula con desenvoltura −, es “mejor que un hombre” (su posición irónica en los grupos eminentemente masculinos del C.A.P.U.T. insinúa eso), y su vida sexual: lo que piensa de los hombres, si hay repulsa o asco en alguna situación, si ella da más orgasmos de los que recibe, si es dedicada a la alianza como un hombre debería ser, si ella busca ser la causa de goce de una mujer… Ella tiene un padre (débil, impotente, pero presente): un padre peleador, traficante, toxicómano obstinado, llevado, llevado “poco a poco” por la esposa a la Iglesia ¿Será que ella se pregunta, a partir del Edipo, si es hombre o mujer? ¿Será que ella se exhibe para el padre en asalto a mano armada o siendo encarcelada o usando drogas desde muy joven o peleando mucho con él en la infancia, para atraer su atención? ¿El amor por el padre, a pesar de sus fallas, queda evidente en las tentativas de suplir la incapacidad paterna? ¿Hubo una falla de lo Simbólico a la hora de substituir el goce pleno del cuerpo infantil por la circunscripción fálica en la adolescencia? ¿La operación que inscribiría la castración como algo que resta de la substitución de la Cosa por el objeto fálico falló, obligando al sujeto a agarrarse a determinados objetos (la droga, por ejemplo) y a la identificación imaginaria, en la ilusión de que estos le pudiesen restituir una satisfacción completa y un “yo” (tomado prestado del padre)? Definir con exactitud la función que el uso de drogas ocupa en la vida psíquica de esa joven dará dirección al tratamiento: ¿producir una defensa frente a un goce intrusivo y amenazador o producir un síntoma analítico y una división subjetiva?
Finalmente, Dimas es un adolescente de 17 años que robó un celular en la puerta de la escuela próxima a su casa para comprar cocaína y cuyo cuadro de desorganización psíquica, compulsión y ansiedad indicó internación. El Facebook, presentado a él en el C.A.P.U.T., se reveló como un dispositivo importante en la construcción de la autoimagen de Dimas, así como la escritura y su identificación en espejo con su psicoanalista, visto por él como “el profesor de las bellas mujeres”, profesión que pasó a anhelar. Su relación chistosa con la lengua, sea por medio de los sobrenombres que colocó a todo el equipo y compañeros de tratamiento, sea por invenciones lenguajeras (como: “asalto a mano abierta”), le permitieron alguna aceptación social. Fuera de ese juego de “extrañeza de la lengua”, se mostraba apático, ausente y sin afecto, completamente desconectado. La droga y los robos (que sucedieron también en la institución) fueron vistos como tentativas de atar lo Real a lo Imaginario. En el tratamiento se puede ver un bosquejo de recomposición de la atadura de los nudos por medio de la transferencia (Simbólico e Imaginario), de la medicación (Real e Imaginario) y de la interpretación irónica que hace del Otro (Real y Simbólico). Sin embargo, la relación del joven con el significante es precaria, y él no consigue representar su acto de robar en el campo discursivo o por lo menos responsabilizarse mínimamente por éste, generando rechazo del grupo, y tornando su permanencia en el C.A.P.U.T. cada vez más limitada a la atención individual y familiar, sin posibilidad de frecuentar los talleres y otras actividades colectivas que podrían traer beneficios para la construcción de un cuerpo y de un yo para este sujeto.
En los grupos nos hemos topado con algunos desplazamientos, desahogos, reinvenciones del lazo social, consejos, reflexiones, revelaciones, vacilación de las nominaciones, sorpresas y traducciones, que permiten a los sujetos un relanzamiento en el campo de la palabra – más allá del consumo y del acto −, en un pacto vivificado, que despierta un gusto de decir: “quien tiene que poner un límite a las cosas somos nosotros mismos, si vos no lo ponés, entonces ya fue”; “la droga queda en la cabeza, hablando: ¡usá, usá, usá!, no se puede controlar”; “cuando estoy drogado quedo más creativo, pero podemos caer presos por causa de la droga, puede producir sobredosis, quema las neuronas, no te deja aprender en la escuela; yo estoy cansado de eso”; “la droga mata, pero remedia también − pero yo tengo que tomar remedio, si no, me quedo igual que un zombi a la noche”; “si piensas 5 minutos antes de hacerlo, ahí no lo haces; entonces, uno se puede abstener”; “yo soy así por causa de mi padre… nada de lo que yo hacía estaba bien para él, ahí fui a hacer esas cosas del tráfico y de usar droga”; “yo entré en eso porque no tuve amor de padre ni de madre”; “yo agarro mis primas para no agarrar a mi hermana”; “¿qué gracia tiene vivir? De cualquier modo no tenemos futuro.”
Conscientes de que no hay solución universal calcada en el superyó o en el ideal del yo, intentamos sorprender a esos sujetos que taponan sus cuestiones con la droga y que se embrollan en actuaciones que pueden llevarlos al corto-circuito de la muerte, ofreciéndoles preguntas sobre cómo intentan dominar sus situaciones de conflicto social y subjetivo, aislando su objeto singular de goce y buscando en el inconsciente los signos peculiares de una identificación, de una historia, de un saber.