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The ordinary: in the field of psychoses and in the field of drug addiction
Liliana Aguilar (Córdoba, Argentina)
Analista Practicante de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL). Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Co-responsable del departamento del TyA Córdoba – CIEC
Practicing Analist of EOL and WAP, co-responsible of the TyA Córdoba department – CIEC.
Resumen: La psicosis ordinaria abre un campo de investigación que incide, como no podía ser de otra manera, en el campo de la toxicomanía conmoviendo la clásica función que solía cumplir la toxicomanía en la psicosis. La toxicomanía, por su lado, se ha generalizado evidenciando una nueva relación con las drogas que se caracteriza por una modalidad de consumo que podríamos ubicar como “episódica”.
Palabras claves: Psicosis ordinaria, toxicomanía generalizada, consumos episódicos.
Abstract: The ordinary psychoses opens a field of research that affects the field of drug addiction, touching the classical function drug addiction complied in psychoses. Drug addiction has become generalized, and makes evident a new relation with drugs caracterized by an “episodic” way of consumption.
Keywords: Ordinary psychoses, generalized drug addiction, episodic consumption.
El campo de investigación que abre lo que Jacques-Alain Miller ha denominado “la psicosis ordinaria” nos ha llevado a sostener una serie de generalizaciones: la generalización del NP, la forclusión generalizada, todos estamos locos, etc. Por otro lado, el campo de investigación que abre lo que en el TyA venimos ubicando en relación a las nuevas modalidades de consumo nos ha llevado a considerar otras generalizaciones más: la toxicomanía generalizada, el todos adictos y también, tal como lo formulara Sergio Laia, la generalización de la ruptura del casamiento con el falo, tesis que hasta el momento era paradigma y patrimonio de la toxicomanía. De pronto, eso que era lo más propio de la psicosis se vuelve común a todos y de pronto eso que era lo más propio de la toxicomanía también se vuelve común a todos. Ambas, psicosis y toxicomanía, entran en el terreno de lo ordinario y al hacerlo ya no son exactamente lo que eran. La psicosis ordinaria es psicosis, eso no está en duda, lo que cambia notablemente es el modo en que se presenta. El detalle, los signos discretos se vuelven hoy en día una referencia clínica ineludible.
Uno de los efectos de la psicosis ordinaria fue el hecho de despegar la paridad psicosis-locura y la paridad neurosis – normalidad. La psicosis se equiparaba a la locura porque la respuesta del sujeto al agujero forclusivo se reparaba, por lo general, a partir de la metáfora delirante, tal como lo muestra el paradigma de la psicosis que Freud y Lacan encuentran en Schreber. Luego, a medida que el privilegio de lo simbólico pierde exclusividad para tramitar el goce, es decir, que se pone un poco en cuestión el poder limitador del orden simbólico sobre lo real del goce, la perspectiva del sinthome, como ese arreglo singular de cada quien, toma relevancia y el delirio se generaliza: somos todos delirantes. La novela, el fantasma, las ficciones son todas defensas “delirantes” frente a lo real. Por otro lado la neurosis equiparada a la normalidad, se deducía del hecho de considerar al Edipo, a la metáfora paterna, como el fundamento de la realidad común, y al falo como la norma que se deduce de esa realidad común. Pero esto ya no resulta sostenible cuando la norma fálica ha perdido la hegemonía de su tradición al encontrarse incluida como una más entre otras soluciones para orientar el goce. A partir de entonces se hizo evidente cómo, por ejemplo, algunos normales a ultranza, esos que manifiestan una excesiva e inalterable normalidad, podían ser psicóticos y cómo, por la contraria, se podían cometer grandes locuras en el terreno de la neurosis.
Lo que podríamos llamar desde esta perspectiva la toxicomanía ordinaria también ha tenido sus efectos. Puso en evidencia hasta qué punto la declinación del NP alteró la institución del matrimonio, llegando a conmover uno de los casamientos más firmes, el del sujeto con el falo. Esto nos deja frente a una única salida, una relación más estrecha y más exclusiva con el objeto. Si bien Freud, a su manera, y luego Lacan, no dejaron de advertir hasta qué punto esta relación del sujeto con el objeto es lo que comanda, es determinante, de hecho el fantasma fundamental es una de las pruebas de ello, lo que se agrega ahora con la generalización de la ruptura del casamiento con el falo es que el falo ya no estaría más allí para darle una cierta localización, un cierto calce a esa relación, por ende podemos hablar de una relación más descalzada con el objeto.
Ahora bien, preguntémonos: ¿lo ordinario, de la psicosis y de la toxicomanía, con sus consecuentes generalizaciones y con sus efectos en nuestra manera de leer los síntomas, conmueve la clásica relación entre toxicomanía-psicosis en donde la primera podía cumplir una función de suplencia para la segunda? Esta función clásica, en tanto clásica, sigue vigente. Lo clásico, a diferencia de lo viejo o de lo pasado, es ese elemento anacrónico que queda fijo mientras lo otro va y viene. Lo que no se puede negar es que a la hora de intentar localizar la función específica que tiene la droga para cada sujeto -lo cual es algo así como una declaración de principios en el TyA- en la actualidad, frente a estas nuevas modalidades de consumo, resulta un poco más complejo. Asistimos a una nueva relación con las drogas que se caracteriza por una modalidad de consumo que podríamos ubicar como “episódica”. A diferencia de la toxicomanía clásica que se caracteriza, más bien, por consumos fijos y constantes, fijos porque por lo general se casan con un mismo objeto y constantes porque suelen ser crónicos, en los actuales no hay fijeza muy específica en relación a determinada droga y no otra. Si bien el consumo puede ser masivo y desregulado, no supone necesariamente una dependencia, por ende tampoco podemos hablar de abstinencia. No encontramos la clásica historia de un consumo que va increscendo con el tiempo en cuyo horizonte está la muerte o la sobredosis. En estos casos, algunas veces, la muerte o la sobredosis puede darse desde el inicio. Tampoco encontramos la clásica identificación al significante adicto o toxicómano; tampoco, la historia que va de drogas menores a drogas mayores; menos aún, el lugar de marginación social que históricamente ocupó el consumidor de drogas.
En este sentido, un breve recorte del caso de Claudio viene al caso. Nos llevó un tiempo localizar los motivos que lo traían a la consulta. Él se explicaba las razones de todo lo que hacía en términos de “curiosidad”. Practicó muchos deportes, empezó algunas carreras universitarias, encaró los más variados proyectos laborales, transó con miles de mujeres, incluso algunas veces con hombres también, probó casi todas las drogas, consultó las más variadas terapéuticas y todo “por curiosidad”. En una oportunidad se pregunta por el amor, le gustaría enamorarse alguna vez, es casi lo único que no ha probado. Seguidamente habla de una chica que había conocido un tiempo antes de la consulta y con quién mantiene una relación desde hace un par de meses. No tarda en reconocer que se ha mantenido a resguardo del amor, incluso considera que una de sus grandes pasiones, la música electrónica y las fiestas electrónicas, tiene que ver, entre otras cosas, porque allí “puede amar sin enamorarse, puede transar con hombres sin ser puto, puede drogarse sin ser adicto”. Curiosamente hace un tiempo que viene perdiendo la cuenta del consumo de pastillas en las fiestas. Además, le pasa de quedarse parado desnudo frente al espejo, observándose el pene. “Una mujer, ¿te puede volver loco?”, se pregunta.
Este carácter episódico que se presenta como aparentemente azaroso -sin las marcas propias de la repetición aunque se trate de experiencias que se reiteran- se demuestra necesario en el estilo de vida actual. A contrapelo, el psicoanálisis da lugar a una lógica de la contingencia -que en este caso se abre a partir del encuentro con una mujer- para que eventualmente algo de otro orden se escriba.