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Towards an «elision of the phallus’» clinic
Cesar Skaf (Curitiba, Brasil)
Analista Praticante, Miembro de la Escuela Brasilera de Psicoanálisis (EBP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Practica en Curitiba. Docente miembro de la Comisión de enseñanza de la Delegación de Paraná. Coordinador del NIPaS (Núcleo de Investigación y Pesquisa sobre el Amor y la Sexuación) de la Delegación Paraná, vinculado a la Red de TyA Brasil. Médico psiquiatra, psiquiatra infantil, psiquiatra forense y profesor. Maestría en Psiquiatría por la Universidad de San Pablo.
Practicing Analyst, Member of EBP and WAP. Practice in Curitiba. Lecturer member of the Teaching Commission of the Delegation of Paraná. Coordinator of the NIPaS (Nucleus of Research and Inquiry on Love and Sexuation) of the Paraná Delegation linked to the TyA Brazil Network. Physician psychiatrist, child psychiatrist, forensic psychiatrist and professor. Master’s Degree in Psychiatry from the University of São Paulo.
Resumen: El trabajo presenta la clínica de la elisión del falo presente en las toxicomanías verdaderas en su aproximación con el campo de las psicosis ordinarias.
Palabras clave: elisión del falo, goce fálico, toxicomanías, psicosis ordinarias
Abstract: This paper outlines the elision of the phallus’ clinic that is present in the true drug addictions in its proximity with the ordinary psychoses investigations.
Keywords: elision of the phallus, phallic jouissance, drug addiction, ordinary psychoses
Todas las formulaciones más recientes de orientación lacaniana en relación a la comprensión de la práctica metódica con la droga realizada por el verdadero toxicómano pasan, para poder tratarlo, preliminarmente por entender que hay consecuencias clínicas de una ruptura fálica. Estaríamos, pues, dentro de una clínica de la elisión del falo, para usar un sintagma de Lacan.
Ahora bien, pensar la presencia de la significación fálica en índice cero (Φo), por sí mismo, aproxima a las toxicomanías verdaderas al campo de las psicosis – especialmente desde 1998, con las elaboraciones inauguradas por Jacques-Alain Miller y seguidas por tantos otros – con la ampliación de la comprensión del fenómeno clínico de las psicosis a partir de la presencia de las psicosis ordinarias.
Sabemos que el Nombre-del-Padre pasa a ser un predicado lógico en la obra de Lacan. Teniendo en cuenta la hipótesis de Jesús Santiago planteada en «Droga, ruptura fálica y psicosis ordinaria» (SANTIAGO, 2016) tenemos en la clínica de la toxicomanía que este predicado es función de la ruptura fálica:
NP(x) | x=Φo
Por lo tanto, la aproximación entre la toxicomanía verdadera y la psicosis ordinaria está muy cerca de ser demostrada.
1) El Nombre-del-Padre en De una cuestión preliminar…
En la página 540 Lacan es categórico: «En el punto donde, ya veremos cómo, es llamado el Nombre-del-Padre, puede pues responder en el Otro un puro y simple agujero, el cual por la carencia del efecto metafórico provocará un agujero correspondiente en el lugar de la significación fálica» (LACAN, 1991 [1957-1958], p. 540). Por lo tanto, aquí, la causa de Φo es P0.
Pero luego, en la página 552, vemos a Lacan retroceder de esta certeza. ¿El abismo de Φo es simple efecto, en lo imaginario, del vano llamado hecho en lo simbólico a la metáfora paterna? «¿O debemos concebirlo como producido en un segundo grado por la elisión del falo, que el sujeto remitiría para resolverla a la hiancia mortífera del estadio del espejo?» (LACAN, 1991 [1957-1958], 552).
En las psicosis hay, sin duda, una regresión tópica y no genética, ya que se verifica un retroceso de lo simbólico hacia lo imaginario, lugar de todos los dobles del espejo. Pero aquí Lacan abre la posibilidad de pensar que esta regresión es consecuencia de una elisión del falo, que causaría el abismo de Φo sin necesariamente pensarlo como consecuencia del abismo hecho por el llamamiento al NP, que en esta estructura nunca había estado en el lugar del Otro.
2) El Padre como predicado que culmina en Les non-dupes errent
Todo el entendimiento lacaniano sobre la pluralización de los Nombres-del-Padre culmina en el Seminario dictado por Lacan en 1973-1974. Aquí, muy diferente de ser un nombre, el NP es el hecho de ser nombrado. El sintagma lacaniano ser nombrado para localiza el NP como un predicado, tal cual la lógica simbólica lo entiende.
Para la lógica un predicado es un operador, una propiedad o una función matemática. Configura una propiedad, un atributo que los elementos u objetos que integran un conjunto poseen o no, de tal forma que devuelven al elemento un valor de verdad. Esto es lo que permite a este elemento ser nombrado o no integrante de un conjunto.
El Padre entendido como predicado, y no como elemento presente o ausente, pone fin a la clínica lacaniana estructural o binaria. Mientras el Padre era un nombre, un significante inscrito, se trataba de tenerlo (neurosis) o de no tenerlo (psicosis).
En la medida en que el Padre es una propiedad, un predicado, muchas cosas pueden hacer «un compensatory make believe (un hacer creer compensatorio) del Nombre-del-Padre» (MILLER, 2012 [2008], p. 410). Constituyendo con ello un NP allá donde, como nombre, él nunca estuvo.
Si el NP como nombre era un sustituto para el DM, ahora el NP como predicado hace que el sustituto pueda ser reemplazado. Las drogas pueden hacerlo, así como los tatuajes, los trabajos, la afiliación a alguna asociación, por citar sólo algunos ejemplos enumerados por Jacques-Alain Miller. Cada una de estas cosas puede ser un make believe del NP: ellas pueden hacer creer que hay.
Esto pone fin a la clínica binaria de la neurosis o de la psicosis, para indicar al practicante una clínica continuista entre ellas. En esta clínica borromea, donde cada sujeto inventa su sinthome, el practicante es convocado a leer lo que anuda, para cada uno, las consistencias del RSI. Luego cada sujeto pasa a ser, él mismo, su propia clasificación.
La comprensión de esto será llevada a sus últimas consecuencias en 1998 por Miller, cuando, a partir de una conversación clínica realizada en la ciudad de Antibes, él postula que hay psicosis muy discretas, donde no se verifican los fenómenos clásicos derivados de P0 (fenómenos elementales). Pero donde hay pequeños detalles, cosas de fineza clínica, que permiten al practicante una deducción epistémica (no clínica) de que el NP actúa como un make believe muy frágil, ya que los fenómenos de la elisión del falo son varios, aunque discretos. Se deduce entonces la presencia de una psicosis discreta, que Miller denominó como psicosis ordinaria (MILLER, 2012 [2008]).
3) Del falo como significante en La significación del falo al falo como aquel goce que no conviene en Aún
Hay claramente en la obra de Lacan un recorrido que conduce del falo de su primera extracción como falo significación, hasta su acepción como falo significante. En La significación del falo queda establecido para Lacan que el falo no es una significación. El falo es un significante y la significación del falo es el deseo (MILLER, 2005 [1994-1995], pp. 202-222).
El falo como el significante marca de la relación del sujeto con el significante que se conjuga al deseo es el elemento siempre sustraído de la cadena del lenguaje, de tal forma que él aparecerá inexorablemente velado, escondido (LACAN, 2016 [1958-1959], p. 32). Este es el falso significante del deseo.
En Aún, todavía podemos decir que el falo se presenta como un potencial obstáculo. Pasa a ser un significante del goce: el goce fálico. Aquí debe encarnar un significante asemántico, que no significa nada, sino que se ofrece como dispositivo para ordenar la relación del sujeto con el goce del cuerpo. Sólo este falo que no significa nada podrá encarnar la nada de sentido que conviene a la relación sexual.
Esto es lo que permite a Lacan decir que el goce no conviene a la relación sexual. Él non decet. A causa de que el goce fálico habla, la relación sexual no existe. Entonces sería genial si hubiese otro goce que no sea fálico. «[…] si hubiese otro, pero no hay sino el goce fálico, a no ser por el que la mujer calla, tal vez porque no lo conoce, el que la hace no-toda» (LACAN, 1985 [1972-1973], pp. 55).
Así, sólo hay el goce fálico mientras hay un goce que mantiene proximidad con la palabra. Pero él conviene mejor cuando lo que dice de la relación sexual es la nada de su enigma.
4) El goce fálico no es el goce del Wiwimacher
En la Conferencia de Clausura de la Jornada de Carteles de 1975 Lacan recurre al lenguaje vulgar (Lacan se disculpa por ello) para hacernos entender la diferencia entre el «pito» y el falo. Tan elegante como erudito, él no repite la palabra vulgar, y pasa a designarla del modo que la aprendió con Hans: Wiwimacher (el hace-pis) (LACAN, 1975).
Es necesario entender que el impasse del toxicómano no se ubica en el goce fálico. Se encuentra antes. No le alcanza todo ese goce pulsional efecto de la castración. Porque la elisión del falo, en mayor o menor grado, no le permite un acceso a menudo al goce fálico. Lo que le intercede el cuerpo del Otro, ¿por qué es?
Porque no rompió su matrimonio con su pene. El falo no advino asemántico. No logró significar «nada». El goce fálico sólo será el goce que conviene a la relación sexual cuando guarda en sí un quantum suficiente de enigma. Un sólo garante del sin sentido del goce sexual, ya que goce vinculado al significante, sólo hay él.
Pero para algunos sujetos un exceso de sentido sigue gravitando alrededor del pene. Tal vez proveniente de los primeros encuentros de la vida sexual en el despertar de la primavera, como conjetura Jesús Santiago, no le habrían sido suficientemente opacos (SANTIAGO, 2016).
Hubo un troumatisme del Wiwimacher que vaciló en ceder al goce fálico. Por lo tanto, el problema no se sitúa en el nivel del Nombre-del-Padre. Pero en lo real del cuerpo no accede a negativizar el sentido hacia un goce fálico. Sólo la droga, como cortocircuito, conseguirá romper ese sólido matrimonio con el goce del órgano (SANTIAGO, 2016).
En este brillante párrafo, más allá de definir la droga, Lacan nos permite, o nos obliga, a entender que el goce fálico no es el goce del órgano (LACAN, 1975). El goce del órgano está demasiado cargado de jouis-sens, necesario de negativizar, mínimamente y de algún modo. Para que la nada enigmática del encuentro entre los sexos convenga a la relación sexual que no hay.